La ceniza del volcán deja sin flores a las abejas que dieron la mejor miel canaria
El pasado 5 de noviembre, el jurado del Concurso de Mieles de Canarias reconoció a una miel palmera procedente de una zona afectada por el volcán con la Gran Celdilla de Oro, el mayor galardón del certamen. El producto fue elaborado durante el mes de junio en el municipio de Fuencaliente, en doce colmenas de la marca Tagoja. Tras más de 50 días de erupción, la ceniza ha matado a algunos de los insectos que elaboraron la mejor miel del Archipiélago y ha impregnado las flores de los terrenos ubicados en El Charco, a unos 500 metros de la zona restringida, dificultando que se alimenten de polen, necesario para la cría. Solo pueden recibir alimentos artificiales de los apicultores para mantenerlos vivos.
La apicultora Jésica Díaz fue la ganadora de la Gran Celdilla de Oro, un reconocimiento que nunca había obtenido. “Después de tantos años de sequía y ahora con el volcán, recibir el premio es un gran agrado”, señala. Junto a su padre, Isidro Díaz y Guillermo Hernández, gestionan colmenares repartidos por toda la isla para producir miel que comercializan bajo la marca Tagoja, muy apreciada en La Palma.
“Las abejas han sufrido mucho con las cenizas. Creo que perderé un 70% de las colmenas, veo que algunas no escaparán”, lamenta Isidro Díaz. En las últimas semanas, sus esfuerzos se centran en trasladar a las abejas a zonas con menor afección. Lo hace durante la noche, cuando los insectos están dentro de las colmenas, que pueden albergar desde 20.000 a 80.000 abejas, a las que tapona con goma espuma para evitar que salgan. Pero Jésica Díaz sabe que puede que los esfuerzos sean en vano y lo acepta con estoicismo: “La ceniza depende de la dirección del viento, no podemos luchar contra el volcán”.
Además, el corte de las carreteras que ha provocado la lava les obliga a largos recorridos para poder alimentar a las abejas. “Vivo en Los Llanos de Aridane y para ir a Las Manchas tardaba 20 minutos, pero ahora tengo que pasar por Fuencaliente, son más de 2 horas”, relata Isidro Díaz, que compagina su labor como apicultor con su trabajo en la construcción en Santa Cruz de La Palma. Su hija sí ha sido evacuada de su vivienda, ubicada en La Bombilla, y ahora vive en una caravana en Los Llanos de Aridane, con su pareja y su hijo. “El espacio es reducido para tres personas, pero el Ayuntamiento ha habilitado agua y luz, también una carpa. Se han comportado”, asegura.
Bajo estas circunstancias, prevén que la próxima temporada notarán las consecuencias del volcán en la miel. “Afectará mucho, porque las flores están llenas de ceniza”, señala Jésica Díaz. Pero mientras sus abejas sigan vivas, hay esperanza. Y no es tan fácil acabar con ellas. Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hallaron seis colmenas apenas visibles por la ceniza en la zona de Cabeza de Vaca, a poco más de medio kilómetro del centro eruptivo. Cinco de los seis panales estaban intactos a pesar de llevar más de 50 días enterradas y cerca del lugar donde se abrió la tierra el 19 de septiembre.
“Si tienen suficiente alimento y un buen tratamiento, las abejas aguantan mucho, son bichos muy resistentes, capaces de vivir con muy poco”, explica Yoni Afonso, apicultor profesional, con 480 colmenas en La Palma. Como ejemplo, expone que incluso en las condiciones hostiles para estos insectos de Fuerteventura pueden sobrevivir. “Había una colmena en el suelo y les entró polvo; taparon la entrada de la colmena con propóleo (un material resinoso con el que recubrieron cualquier rendija) y dejaron huecos por dos lados; así había una circulación del aire más eficiente”, recuerda.
El experto, que lleva la empresa Tigalate, añade que la abeja negra de La Palma (Apis mellífera, autóctona de las Islas) es “muy limpia” y no deja que entre nada en la colmena que no sea apropiado para ellas, evitando agentes externos, ya sea ceniza volcánica o aire caliente. “Para que el volcán les afecte deben darse situaciones concretas”, añade.
Afonso asegura que los temblores no hacen daño a las abejas aunque tiren la colmena al suelo; dice que el azufre “sí es malo” para estos insectos, pero no tiene constancia de que hayan recibido una cantidad suficiente para que les afecte y, para que la ceniza acabe con ellas, deben quedarse sin salidas y sin alimentos durante mucho tiempo para llegar a morir por inanición. De hecho, asegura que en la parte este de la isla, donde tiene la mayor parte de sus panales, la afección del volcán a las abejas es mínima.
Su empresa está ubicada en donde hay “temblores”, en la Villa de Mazo. Reconoce que no es fácil dedicarse exclusivamente a la apicultura, una profesión en la que se considera profesional al tener más de 150 colmenas. En la Isla “no hay mucho espacio, todo es muy caro”, necesita “mucha cantidad de colmenas y mucha producción para que sea rentable. Y la miel es un recurso muy escaso”.
Además, durante los últimos años las sequías “han afectado muchísimo a las abejas”, dejándolas sin comida y mermando la producción de miel. Para tener un buen año, dice, lo ideal es que en cada colmena se produzcan unos 30 o 35 kilos, algo que solo es posible “si cuidas bien a las abejas, tienes buenas genética, un buen clima…”. Con esa producción, obtendría unos 12.000 kilos en total. Pero la realidad es que, como autónomo, siempre está “al filo del cuchillo” para cubrir los costes de producción.
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