Historias detrás de una tasa de paro juvenil astronómica en Canarias: “Somos el futuro de esta sociedad y no se nos dará trabajo hasta los 30”
En Canarias se puede hablar sobre la dependencia del turismo en la economía, del problema histórico y sistémico de la pobreza, de su carácter especial por ser una región ultraperiférica. Pero también tiene cabida en todo esto la tasa, siempre alta, de paro. Para mayores y no tan mayores. La crisis económica y sanitaria ha ennegrecido los planes de muchos canarios que no han podido anexionar su salida del campo académico con el mundo laboral. El primer paso fuera de la universidad puede tardar años en llegar. La mayoría se siente frustrada y remarca que, si antes ya era difícil conseguir un trabajo, ahora más. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el desempleo juvenil asciende a casi el 50% en el Archipiélago. La tasa de empleo (número de personas que trabajan entre la población activa) que calcula el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) es muy baja: un 20%. Esto es, solo dos de cada diez jóvenes canarios tienen trabajo.
Aquí el virus ha tenido mucho que ver. Antes de que estallara la crisis del COVID, la cifra de paro juvenil en las Islas era de un 35,64% (último trimestre de 2019), el registro más bajo desde 2008 (28,70%). Durante los años de la Gran Recesión, los índices llegaron a estar por encima del 60% en más de una ocasión, y en Canarias se produjo una fuga de cerebros considerable que vuelve a resonar con fuerza este 2020. Incluso en el contexto de la mayor pandemia en un siglo.
Uno de los nombres detrás de los datos es el de Texi González. Graduada en Periodismo en 2018, dice que ha pasado “por todo tipo de trabajos, pero siempre con unas condiciones pésimas”. “He puesto currículums en casi todos los comercios de mi pueblo, he llamado a televisiones y radios, me he descargado múltiples aplicaciones móviles para encontrar trabajo y he pedido ayuda hasta por redes sociales, pero no da resultado”, añade. Actualmente trabaja cuatro horas a la semana en un restaurante y se está preparando para las oposiciones de Correos, una de las únicas oportunidades que le garantiza “obtener un trabajo a largo plazo”.
“Me siento frustrada, tanto estudiar y esforzarte durante toda tu vida para cuando sales al mundo laboral no te den la oportunidad de empezar es bastante frustrante”, apunta. “Ahora solo pienso en poder ahorrar un poco en los trabajos que vaya consiguiendo e irme a buscar un futuro”.
Otra de las chicas que se ha planteado la idea de volar fuera es Indira Santana. Terminó Trabajo Social el año pasado, hizo un curso de camarera y en estos momentos estudia Psicología a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Se supone”, explica, “que estoy en el paro para trabajar de lo que he estudiado, y también en garantía juvenil, un programa de fomento para encontrar empleo siendo joven. Pero a mí no me han llamado. Del paro una vez recibí un correo para un trabajo en la cárcel, pero eso se mira por la experiencia que tengas y los cursos que hayas hecho, y yo me quedé en el quinto puesto. No me cogieron”.
Indira argumenta que la inactividad le está afectando hasta el punto de sentirse “inútil laboral y socialmente”. Su madre trabaja en el sector turístico y solo entra en la casa el dinero que ella ingresa. Ahora se ha apuntado a un curso de Formación Profesional de desarrollo de aplicaciones web porque “esto sí tiene futuro”. “Siento que no se le da valor a los jóvenes. Somos el futuro de esta sociedad y no se nos dará un trabajo hasta los 30. Antes nunca me había planteado irme de España. Pero últimamente sí”.
En septiembre, Canarias registró 5.399 nuevos contratos de empleo para las personas de entre 20 y 24 años. De todos ellos, solo 569 fueron indefinidos, un 10,5%. El resto, temporales. Y ahí la duración puede variar. De un año o de un mes, como le ocurrió a Yousef: “Mi primer trabajo fue en una pizzería. Trabajaba los findes y tenía una jornada de 24 horas semanales. Al final de la cuarta semana me echaron sin avisarme. Me dijeron que estaban en temporada baja, y me pagaron 100 euros. Hablé con la jefa y me dijo que las dos primeras semanas habían sido de formación. Pero a mí no me avisaron de eso. Como era joven no reclamé”.
Yousef estudia Medicina. Está en su sexto año, y señala que ha trabajado dos veces en su vida a pesar de haber buscado algo todos los veranos. Lamenta que no le llaman, que insiste pero no encuentra empleo. Y critica el horario de la mayoría de las ofertas. “En otros países se adapta el trabajo a ti y aquí es al revés, y que le den por saco a tu carrera o lo que sea”, concluye.
Los problemas para independizarse
Sin trabajo, la simple idea de emanciparse ya resulta una quimera. Hay quienes ni lo conciben o lo ven demasiado lejos. Según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud en España, tan solo el 15,6% de los jóvenes entre 16 y 29 años se ha independizado. Algunos no pueden por la falta de empleo. Otros se quedan lejos por el salario que perciben. Para poner en contexto, el sueldo medio de los menores de 25 en Canarias es 12.182 euros brutos anuales. Ahora bien, el precio medio del alquiler en el Archipiélago es de 769 euros para un piso de 80 metros cuadrados, según el estudio Variación acumulativa de la vivienda en España, de Fotocasa. Es decir, haciendo cálculos, habría que invertir el 75% de la nómina en el alquiler del hogar. Lo ideal es que fuera un 30%, pero para ello tendrían que cobrar el doble.
Nerea tiene 25 años, a punto de cumplir 26. Se graduó en Educación Primaria en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 2016. Dice que hasta el año pasado no había tenido contacto con la profesión para la que se preparó. Comenta que en el sector público, tras 10 años sin convocarse oposiciones, las posibilidades ante unos 6.000 candidatos no fueron “precisamente equitativas”. Para el sector privado tampoco encuentra solución “a no ser que conozcas a alguien”. Su situación estos meses podría mejorar debido a la amplia demanda en colegios e institutos que está habiendo este curso. Los centros necesitan desdoblar al profesorado. Nerea sostiene que ha visto ofertas de colegios privados, pero no ha tenido suerte hasta ahora.
Cristina, por su parte, sí que ha sido contratada. Trabaja en un centro de Las Palmas de Gran Canaria como profesora de inglés. Se graduó en Filología Inglesa en plena expansión de la crisis económica, hace algo más de siete años. Tuvo que marcharse a Inglaterra y a Polonia para ganar experiencia. Pero a pesar de haber concatenado varios puestos de trabajo, asegura que en ningún momento ha pensado en independizarse. “A nivel profesional he tenido suerte, pero la balanza se desequilibra cuando no tienes la oportunidad de salir de casa de tus padres. Los pisos son muy caros, un estudio te puede salir 550 euros. Ahora veo que sí, que mi sueldo está bien, pero no ha cambiado nada”. Según el informe de Fotocasa, el alquiler en la capital de Gran Canaria ha crecido un 35% en los últimos cinco años. “Uno quiero crecer en muchos aspectos y no tiene la oportunidad”, subraya Cristina.
A Jesús, que con 22 años llevaba casi tres años ejerciendo como camarero, lo pararon justo antes de la pandemia. Tiene la ESO y un certificado de profesionalidad de nivel 2 en bar y cafetería. Escribe por WhatsApp que estuvo hasta dos meses para recibir la prestación por desempleo y que sigue sin encontrar un trabajo desde febrero. La hostelería y la restauración han sido los servicios más golpeados por el virus. “Actualmente vivo con mi madre, y entre su humilde sueldo y lo que cobro yo de paro, compartimos los gastos de la casa”, explica. “Mientras trabajaba, tenía el deseo de emanciparme y vivir solo o compartir piso, pero tal y como está la cosa ahora, esa idea queda ya bastante lejos”.
De profesión: sobrecualificado
Cristian (nombre ficticio) se graduó como trabajador social en 2019. Con 26 años, lleva tiempo buscando empleo. De lo que sea. Pero en varias ocasiones se ha encontrado con el mismo mensaje: “Estás sobrecualificado para este trabajo”. Afirma que está en un “limbo” porque no cuenta con la suficiente experiencia para optar a las ofertas de trabajo de su profesión (la mayoría demanda entre 2 y 3 años de experiencia), y tampoco es aceptado en cualquier otro puesto. “El principal sentimiento que tengo es frustración. Me he visto obligado a hacer otro CV falso donde solo aparezca que tengo la titulación de bachillerato a ver si cambia la suerte”.
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