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¿Una tortuga?

Camy Domínguez

Este jueves salía en la prensa, y a mí también me pilló desprevenida, el caso de una mujer en Tenerife que acudió al hospital por unos dolores abdominales y, a raíz de ello, le extrajeron una tortuga muerta de dentro de la vagina. Es una noticia sensacionalista donde las haya, que ha trascendido a no sé cuántos medios, incluso de calado internacional, y ha corrido como la pólvora por las redes sociales, seguida de todo tipo de comentarios y conclusiones.

Y es verdad que nos encanta un morbo. Lo primero es pensar cómo llega a aparecer un bicho así en un lugar como ese. Luego, observando el transcurrir de las horas, aparecen hasta fotos del bicho en cuestión y me da por pensar: si yo hubiera sido esa mujer… ¿me hubiera gustado que una noticia así trascendiera, cualquiera que fuese el modo en que llegó a ese lugar de mi cuerpo el tal animalito? Me puedo imaginar al abrir el Facebook y ver la noticia cómo se me pondría la cara de incandescente, roja como un tomate.

Pero ahí no quedó la cosa, pues parece que la mujer fue a una fiesta donde había alcohol y fin de la cita. No recuerda nada, por lo que la policía está investigando qué pudo pasar allí. Hoy a estas horas ya sabemos que la policía está investigando una agresión sexual a una joven turista británica que se fue a bailar y que el hospital ha denunciado la filtración de la foto que ha circulado a toda velocidad por las redes sociales.

No sé hasta qué punto es bueno o malo que las cosas hayan sucedido así, porque aquí hay varios asuntos a los que atender, varios fuegos que apagar. Por una parte, el poco celo de un hospital que ha permitido que alguien, poco profesional desde luego, incluso a lo mejor un alumno inconsciente, haya tomado una foto para luego… ¡compartirla en las redes! Seguro que la foto salió de alguien de dentro, porque ningún visitante que casualmente pasara por allí creo que fuera capaz de ir al lugar justo y fotografiar. Sin embargo, es el hospital, o sea Sanidad, quien denuncia tirándose las piedras sobre su propio tejado. Pero me parece buena decisión. O jugamos todos o rompemos la baraja.

Por otro lado, ha trascendido la denuncia de agresión sexual a esa mujer, que supuestamente no recuerda nada, por lo que nos preguntamos qué pudo pasar allí. Una tortuga de considerable tamaño y posiblemente viva no entra así como así en el cuerpo de alguien sin que ese alguien y quienes estaban con ella se den cuenta. Pero… ¿quién ha filtrado esa denuncia de la policía? Alguien de dentro, está claro, porque la misma chica no va a ir a los medios a decir que puso una denuncia porque alguien le había metido… Bueno, ya saben el resto. ¿A que usted no lo haría, señora?

¿Pero en qué país vivimos? ¿Dónde está la profesionalidad de las cosas? ¿Dónde el secreto profesional? ¿Dónde se encuentran los límites del amarillismo informativo?

El otro día, apenas tuve la oportunidad, les pasé una sencilla ficha a mis alumnos para recoger algunos datos, un teléfono de contacto de las respectivas familias. No faltó quien al día siguiente me pidiera explicaciones sobre algo que es normal en un tutor de un grupo en un centro educativo, tener datos sobre los alumnos. Y no me parece mal del todo ese celo con los datos y secretos personales, pues tal como se mueven las cosas… En definitiva, ¿quién soy yo, tutora de un grupo de estudiantes, para pedir un teléfono de contacto para, en caso de cualquier aviso, accidente o lo que sea, poder llamar a la familia de alguno de los alumnos a mi cargo?

Todos estos detalles están sujetos a la vulnerabilidad. Por eso pregunto yo: tú, profesional o lo que seas, de la sanidad pública de esta isla, ¿quién eres tú para sacar una foto a lo que han extraído de mi vagina y, acto seguido, llamar a los periódicos para que lo publiquen? Y tú, profesional de la investigación policial, ¿quién se supone que eres tú para revelar a unos periodistas que yo he denunciado que me han agredido y han metido una tortuga dentro de mi cuerpo por la vía vaginal? Porque ellos no pensaron en ti para que les dieras esta noticia; lo más seguro es que tú los buscaste a ellos para contarles el chisme.

Y tú, periodista, ¿cómo se te ocurre caer tan bajo como para hacer dinero con artículos y fotos que violan la intimidad de las personas? Ya sé que te las pasaron, pero esa excusa no me vale. El éxito editorial no ha servido de nada si vamos a arruinar la vida privada de una persona y encima todos los medios tienen ya la misma noticia... ¿Qué será lo siguiente entonces? ¿El nombre y la cara de la chica, que se la habrás de pasar a los medios internacionales, de modo que lleguen a verla sus familiares y amigos, los jefes de su empresa, sus padres?

¡Qué triste! Con la cantidad de noticias que hay luchando por salir a la luz…

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