Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Las zonas inundables a veces se inundan
Uno de los momentos que más ansiaba del verano siendo niño era el que llegaba cada día con la pleamar. Ese en el que se descubría la procedencia de los allí presentes, cuando todas las toallas, cubos, palas, libros o periódicos intentaban ser arrebatados por la marea. Era cuando aquellos que venían de más allá de Pozazal se afanaban por recuperar sus cosas. Y es que, ya fuese mayor o menor el coeficiente, la marea siempre llegaba así que había que saber muy bien cuál era el límite para montar el campamento base.
Estos días en Cantabria se han sucedido una serie de catastróficas coincidencias que han llegado a ser dramáticas para gran parte de nuestros vecinos. Dramáticas porque se sobrepasaron aquellas líneas límite para fijar nuestros campamentos.
Un episodio en el que se han dado las condiciones perfectas para el desastre: unos valores altísimos de precipitaciones en las cabeceras de los cauces que se suman al deshielo de la nieve que había caído semanas atrás en esas zonas altas de nuestras montañas. Pero los problemas con los ríos han llegado obviamente en tramos medios y bajos de esos ríos. ¿Por qué? Porque evidentemente son las zonas con mayor ocupación por parte del ser humano.
Cantabria es industrial y ganadera. O lo era en los momentos en los que mayoritariamente se ocuparon las riberas de los ríos. No es ninguna casualidad que los mayores estragos de la semana pasada los sufrieran núcleos como Torrelavega, Los Corrales de Buelna o Cabezón de la Sal, entre otros, dónde a partir de su floreciente actividad industrial del pasado se fueron ocupando espacios del dominio fluvial e, incluso, modificando los propios cauces.
El Saja-Besaya ha sido una de las cuencas dónde más ha afectado este episodio intenso de lluvias, pero hay que saber que es frecuente y natural que se den este tipo de crecidas e inundaciones. También se han disparado caudales en el Pas-Pisueña y el Asón. Eso sí, lo que hay que saber es gestionar los riesgos y no centrarse únicamente en el manido mensaje de limpiar los ríos, que no son otra cosa que sistemas dinámicos y funcionales que habitualmente no atienden a obras de canalización o limpiezas. Más bien al contrario, muchas veces estas pueden incrementar los riesgos.
Bien, entonces ¿dónde está el problema? Pues uno de los motivos está claro: en el uso inadecuado que se ha hecho y se sigue haciendo de la zona inundable de nuestros ríos.
Uno es geógrafo y tiene la mala costumbre de confiar en los mapas y los modelos cartográficos. Aquí en Cantabria podemos consultar en distintos sistemas de información geográfica (SIG) públicos, una cartografía que nos sacaría los colores. Concretamente los rojos, que son los que marcan las zonas con un mayor riesgo de inundación, donde los periodos de retorno son de 10 años o menos. Et voilà! Si miramos esos mapas de peligrosidad por inundación, veremos que debajo de esas zonas rojas se encuentran las zonas de Torrelavega, Cabezón de la Sal o Los Corrales de Buelna más afectadas: complejos industriales, vías de comunicación y otras ocupaciones junto a los ríos.
No hay fórmulas mágicas. Estamos en unos escenarios de cambio climático, donde serán frecuentes episodios más excepcionales que los que hemos vivido la semana pasada. Debemos saber gestionar los riesgos y saber que las zonas asociadas a avenidas de origen fluvial son sencillamente eso, zonas que antes o después se van a inundar.
La comunidad científica acaba de publicar un informe que certifica que el número de inundaciones se ha multiplicado por cuatro desde 1980. Precipitaciones intensas en períodos cortos de tiempo han provocado que estos episodios sean comunes y el evento catastrófico que más ha aumentado su frecuencia en las últimas décadas. Por encima de eventos geofísicos, meteorológicos o climatológicos son más habituales los hidrológicos.
Lo que justamente no podemos hacer es como aquellos que llegaban a la playa y se marchaban a dar un paseo porque era muy probable que vieran sus bienes más preciados flotando en el mar. No podemos ignorar cuál es nuestro espacio frente a la naturaleza. Y esto viene de décadas de ocupación de las riberas fluviales. De nosotros depende no seguir haciendo las cosas tan mal a veces y aprender a hacerlas en condiciones en las próximas décadas.
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