“Llegamos tarde, pero todavía se puede salvar buena parte del territorio cántabro de la masificación turística”
Diversos colectivos encabezados por Cantabria No Se Vende (CNSV) han promovido una manifestación para este domingo, coincidiendo con el Día de las Instituciones, en Puente San Miguel (Reocín) “contra el modelo turístico impuesto”. “Llegamos tarde, pero todavía se puede salvar buena parte del territorio de la masificación y apostar por un turismo sostenible”, asegura el portavoz de CNSV, Diegu San Gabriel, quien pone el foco en “la disonancia” existente entre los discursos políticos y el sentir de la población. “Hay que visibilizar y construir ese clamor social que fuerce a los políticos a que cambien de parecer”, apunta sobre la importancia de la movilización de este 28 de julio.
‘Cantabria para vivir’ es el lema de la manifestación de este domingo. ¿Cuál es el mensaje que se pretende transmitir con él?
Frente al modelo turístico impuesto, una mayoría de la población sentimos que el desarrollo de Cantabria debe basarse en la gente que vivimos y trabajamos aquí todo el año. Y hablamos de modelo impuesto porque entendemos que no ha habido el necesario debate social ni político sobre qué turismo queremos, la única política ha sido y sigue siendo cuantos más turistas mejor. El turismo debe ser un complemento de la economía productiva. Por eso defendemos una Cantabria para vivir, con acceso a la vivienda, con empleo de calidad y sin verse degradada.
¿El hecho de que no se haya permitido ese debate está provocando una reacción social dadas las consecuencias palpables de ese modelo?
Sí, lo que percibimos, porque hemos llevado a cabo varios encuentros vecinales en distintas comarcas y también entrevistas por las calles, es que cuesta muchísimo encontrar a alguien que esté de acuerdo con el actual modelo turístico, incluso entre los propios turistas, porque lo que buscan en Cantabria es otra cosa. Esto ha generado una disonancia enorme entre los discursos y políticas institucionales que estáis recogiendo en vuestro periódico, que dicen que es una falacia que el turismo encarezca la vivienda y que lo que hay que hacer es seguir urbanizando más y más -como si las zonas más urbanizadas de Cantabria, como Castro, Laredo, Comillas o San Vicente no fueran las más inaccesibles a la vivienda-, y entre la sensación y el sentir de la mayoría de la población, que básicamente apuesta por un modelo distinto. Lo que tenemos es una situación de burbuja. Dos de cada tres viviendas en Cantabria se pagan al contado, lo que quiere decir que hay fondos de inversión y especulación de por medio. Por eso, de nada vale construir sin regular. Al contrario, eso lo que hace es inflar más la burbuja. La teoría de que el mercado se autorregula todo el mundo es consciente de que no es verdad excepto el Gobierno. Entendemos que la política existe para que se lleven a cabo medidas que redunden en el bienestar de la población. Intervenir para garantizar el acceso a la vivienda de las personas que trabajamos aquí todo el año, para cuidar el medio ambiente y para garantizar que el trabajo que se genere tenga salarios adecuados y que no sea temporal. En definitiva, queremos que el modelo de desarrollo de Cantabria se vertebre pensando en la gente que vivimos y trabajamos aquí y no en quienes vienen a visitarnos de forma estacional. Porque parece que ahora todo gira alrededor de ellos.
Sobre esa disonancia entre las declaraciones políticas y el sentir de la población, ¿qué le parece que el consejero de Vivienda diga que Cantabria no limitará los precios del alquiler porque eso “se hace en Cuba y en otros países comunistas”?
Para empezar, es muy grave que desconozca de esa manera su contexto social y político europeo y estatal. Este problema es global con especificidades en cada territorio, y ya hay políticas de regulación en muchos lugares de Europa y del Estado. Y para seguir, es muy necesaria esta movilización del domingo porque va a ser lo único que mueva a esta clase política de su planteamiento inicial. Yo asistí a la primera reunión del fracking hace años. No sabíamos ni lo que era, acababan de conceder el primer permiso de extracción, parecía imposible, pero gracias a la movilización social, a la concienciación y a la pedagogía se consiguió dar totalmente la vuelta a la situación de forma que se prohibió en Cantabria por consenso parlamentario. Ahora vuelve a haber esa disonancia entre los permisos y las políticas institucionales y el sentir de la población, por lo que hay que visibilizar y construir ese clamor social que fuerce a los políticos a que cambien de parecer, bien por ignorancia o bien porque quieren que el plan sea precisamente que no haya plan, sino que a río revuelto ganancia de pescadores.
Ya se están notando las principales consecuencias de ese modelo turístico. ¿Estamos a tiempo de parar sus efectos o llegamos un poco tarde?
Llegamos tarde, ya ha provocado grandes daños medioambientales y paisajísticos. Yo soy de Argoños, qué te voy a contar de las urbanizaciones con cientos de sentencias de demolición… Ha provocado daños en mucha gente que se ha tenido que ir de su pueblo y de su barrio por no poder acceder a una vivienda. Gente que pasa los veranos explotada, metiendo horas extra de sol a sol y mal remunerada. Los servicios están saturados. Como ejemplo de ello, el Hospital de Laredo. Llegamos tarde, pero nunca es tarde si la causa es buena. Se puede salvar todavía buena parte del territorio de la masificación y apostar por un turismo sostenible. Y también se puede hacer decrecer y revertir en aquellas zonas donde menos del 1% del alquiler es para todo el año. Si no, no habrá futuro para esas zonas y el propio modelo turístico corre el riesgo de autofagocitarse. Quienes vienen a Cantabria vienen buscando tranquilidad, naturaleza, gastronomía…y el modelo turístico masificado no va en esa línea precisamente.
¿Qué opina del decreto regulador de pisos turísticos que ha presentado recientemente el Gobierno de Cantabria?
Evidencia lo lejos que está el Gobierno de ser sensible y de saber hacia dónde tiene que ir la cuestión de la vivienda y de la turistificación en Cantabria. Está absolutamente descontrolada y lo que hace es, en primer lugar, delegar en los ayuntamientos, cuando las competencias, lo dice el Estatuto de Autonomía, son del propio Gobierno de Cantabria. Es el que tiene los recursos y es el que puede dotar de una visión de conjunto del territorio a esta cuestión. En segundo lugar, abre la puerta a personalidades jurídicas, con lo cual, a fondos de inversión y a grandes empresas, que es lo contrario de lo que necesitamos. Además, apuesta por los sistemas de declaración responsable y de eliminación de la célula de habitabilidad, es decir, una serie de requisitos que precarizan.
Ante esta situación, ¿qué esperan de los partidos de la oposición?
En Cantabria, los partidos políticos, en el mejor de los casos, cuando escuchan, suelen ir por detrás de la sociedad civil. Las escasas victorias que ha habido en materia de protección medioambiental (ejemplo del fracking), la sociedad civil se movilizó, hizo pedagogía, construyó un sentido común entre el conjunto de la población de Cantabria y después los partidos políticos se vieron obligados a reaccionar en ese sentido. Esperamos que en este caso también lo hagan, porque el clamor ya se va a percibir este domingo en Puente San Miguel.
Mencionaba antes los encuentros vecinales de las últimas semanas. En concreto, ¿qué tipo de acciones previas han llevado a cabo para movilizar a la ciudadanía y sensibilizar sobre esta problemática?
El cuestionamiento del modelo turístico desde Cantabria No Se Vende viene desde hace cinco o seis veranos. Surgió en un contexto informal, en el que mucha gente comentaba en verano su deseo de que llegara septiembre. Entonces nos preguntamos qué estaba pasando en nuestra tierra para que eso ocurriera y planteamos el concepto de Cantabria finita frente al discurso oficial, puesto que Cantabria tiene límites medioambientales, territoriales, sociales etc. Luego vino la pandemia, que evidenció la fragilidad de este modelo económico, muy dependiente de coyunturas. Y después de la pandemia, cuando ya se empezó a hablar de la ‘Ibiza del norte’ vimos el momento de comenzar a movilizarnos. Lo primero, hicimos encuentros vecinales para debatir y cuestionar el modelo turístico impuesto. Cuando empezamos con esto, el turismo era el 11% del PIB y el empleo, tenían más peso la industria y otros sectores que están mucho más abandonados. Se habla de cifras macro, pero no se sabe dónde está esa riqueza que se genera. ¿La gente común realmente está percibiendo esos beneficios? ¿O únicamente sus consecuencias negativas? Hicimos pegatinas y carteles, participamos en los medios de comunicación y ahora llevamos a cabo intervenciones como la reciente de la estación de Yera, para denunciar un proyecto que consiste en destinar dinero público para un pelotazo completamente desproporcionado para la Vega de Pas. También intervenimos en los marcos de aluminio enormes tan absurdos que hicieron con fondos de supuesta regeneración del medio rural, así como en las 'letronas' turísticas que se replican en todos los sitios seguido del lema ‘para vivir’. Son acciones de visibilización y sensibilización. Toda la pedagogía posible para concienciar y movilizar a la gente para este 28 de julio.
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