Liberbank pierde en Cuenca más de 200 empleados en los últimos cuatro años
En torno a 150 empleos en Cuenca capital y otros 64 en el resto de la provincia. Es lo que desde hace cuatro años ha perdido la plantilla de Liberbank entre prejubilaciones y “desvinculaciones” con motivo de la reestructuración de un sector, el de la banca, que cada vez apuesta más por la atención al cliente a través de las nuevas tecnologías en detrimento de la presencial (lo que hace que se necesite menos personal) y de los dos Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) acordados desde 2013, el segundo de los cuales terminará su vigencia a finales de este año.
Si se compara la plantilla actual de Liberbank con la de la antigua Caja de Castilla-La Mancha (CCM), hablaríamos, según CCOO, de la pérdida de 592 empleos desde que la entidad fue intervenida por el Banco de España en el año 2009, 320 de ellos en la sede del edificio del parque de San Julián.
Aquella intervención producida en plena crisis económica motivada sobre todo por el exceso de crédito prestado al sector inmobiliario fue el principio de la caída de una entidad de la tierra que desembocó en un plan de saneamiento que propició numerosas prejubilaciones. Para recuperarse, la antigua CCM apostó inicalmente por su fusión con Cajastur bajo el nombre de Banco CCM, en 2011 pasó a integrarse en Liberbank como filial y, ya a principios de 2018, fue absorbida totalmente por la entidad con sede en Madrid y más de 4.000 empleados repartidos principalmente por Asturias, Cantabria, Extremadura y Castilla-La Mancha.
El caso es que Cuenca, de haber sido la sede central de la antigua CCM hasta el año 2010 para, a partir de entonces, quedarse con al menos su sede social, ya no tiene ni una ni otra. Esto, unido al cierre de una decena de oficinas solo en la capital, la externalización de servicios a empresas ubicadas en Toledo y Asturias y la transición hacia el modelo de banca digital, ha propiciado que, en los últimos años, buena parte de la plantilla se considerara prescindible. En la actualidad, la plantilla ronda las 180 personas, en torno a 50 de ellas de ellas ubicadas en el edificio del parque de San Julián.
En UGT entienden que toda esta situación ha sido fruto del “desmantelamiento de la infraestructura de servicios centrales, que generó un excedente de personal”, en palabras de su delegado sindical, José María Gámiz Jiménez. Pero también hace hincapié en la “reconversión” en que está inmersa el sector, que equipara a “la que en los ochenta hubo en la industria pesada del País Vasco. Por desgracia, la banca está replegando su presencia física en localidades, dejando de dar servicio a los pueblos. A la entidad, como a cualquier empresa, le mueve la rentabilidad”.
Eso sí, señala que se está intentando ofrecer una atención “híbrida”, que combine tanto el servicio on-line como el tradicional, pues sobre todo en una provincia como Cuenca “hay mucha gente mayor a la que hay que acompañar al cajero porque padece una barrera tecnológica que solo se salvará con los años”, apuntan en UGT, y de la misma opinión es Miguel Ángel Cubillo, de CCOO. “Tiene que seguir habiendo oficinas para la población mayor y rural”.
Prueba, no obstante, de que las nuevas tecnologías tampoco son la panacea es la retirada, a primeros de este año, de dos máquinas que desde junio de 2016 ofrecían una atención personalizada al cliente pero a través de una pantalla: un servicio bautizado como Liberfácil que permitía a los usuarios realizar las tradicionales gestiones bancarias a través de una comunicación por vídeo con un agente comercial.
“Era un servicio con un punto humano, en el que había un contacto personal, con el que la gente estaba cómoda, pero el constante avance tecnológico propicia que lo que hace dos años es novedoso se desactualice pronto”, opinan en UGT.
Esta situación ha aumentando la “presión” sobre los trabajadores, de los que la empresa quiere conseguir la máxima productividad posible, a lo que hay que añadir su temor al futuro, pues consideran que el sector puede seguir cambiando y que llegue el día en el que, como han visto que les ocurría a tantos compañeros, ellos también se queden sin trabajo y, lo que es peor, con muy pocas expectativas de reinsertarse en el sector de la banca.
Es cierto que no toda la gente que ha dejado de trabajar en las instalaciones de Liberbank en Cuenca ha perdido su empleo. A la mayoría se le ofreció trasladarse a otras oficinas, principalmente a Asturias y Extremadura. Y aunque muchos, con familia y asentados en la provincia, prefirieron desvincularse de la empresa a cambio de una indemnización, en torno a un 15 por ciento de la plantilla, sobre todo gente muy joven, sin ataduras, aceptó el traslado, que incluía una compensación por movilidad. Algo que no obstante ha contribuido a la despoblación actual que padece la provincia
Los que se quedaron en la empresa sufrieron además unos recortes “contundentes y severos” en sus sueldos y beneficios sociales, de en torno al 13 por ciento, para que la entidad pudiera solventar su complicada situación económica, aunque a partir de 2017 se aplicaron medidas “algo más suaves”.
Esta situación tiene un clarísimo impacto económico en la provincia, sobre todo en la capital, que ha perdido en torno a 150 sueldos por encima de los dos mil euros mensuales. “Esto hace que el consumo baje y en una ciudad como Cuenca su economía lo nota mucho, como también notó en su momento los despidos en la sanidad y la educación”, señalan los sindicatos.
Muchos de quienes optaron por aceptar su traslado pusieron además su vivienda a la venta en un momento en el que la ciudad tiene un exceso de inmuebles, con más de 5.000 viviendas vacías y otras tantas que son segunda residencia.