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Hasta ahora el desarrollo de las sociedades se ha basado en un tipo de economía lineal en donde los recursos naturales disponibles son extraídos, procesados y consumidos. Los residuos generados son eliminados (quemados en su mayor parte) o acumulados, lo que produce no pocos quebraderos de cabeza.
Por eso mismo, se intenta llevar este sistema económico y social hacia otro llamado “economía circular” en donde los residuos son procesados otra vez para su aprovechamiento reduciendo el consumo de recursos naturales. De esta forma, se alarga su vida útil ya que éstos vuelven a ser materia prima para la obtención de otros productos diferentes.
Las plantas de biogás parecen ser un buen ejemplo al recoger los residuos generados en la industria agroalimentaria y mediante un proceso de fermentación bacteriana en condiciones anaeróbicas producen gas metano aprovechable. Resulta además que como el producto restante final contiene un alto grado de nitrógeno, fósforo y potasio se utiliza como fertilizante para cerrar el ciclo. Hasta ahora todo es perfecto, sobre el papel siempre lo es. Hablemos ahora de la realidad y los problemas.
Las industrias que realizan esta actividad para la obtención de gas metano se nutren de productos como purines de las granjas porcinas, restos de matadero, lodos de depuradora o basura de las ciudades y en el proceso se desprenden olores tan intensos que, aunque por normativa no pueden instalarse a menos de dos kilómetros de una construcción habitada, los olores se extienden mucho más allá. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos del pueblo de Bonete en la provincia de Albacete, hartos ya del hedor procedente de la central de biogás cercana, o a los de Pozo Cañada cuando el viento sopla en su dirección.
En la actualidad la política orientada a reducir al menos un 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en la Unión Europea ha tenido como consecuencia que exista una fiebre por la instalación de plantas de biogás y compostaje. Estas plantas, impulsadas por ayudas de fondos europeos, han invadido todo el medio rural sin tener en cuenta los inconvenientes que conllevan. A esta política se ha sumado el gobierno de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha convirtiendo en un vertedero muchos pueblos que recogen los residuos procedentes de otras comunidades como la de Murcia, la Comunidad Valenciana o Madrid. El Sr. García Page que tanto habla de su apoyo al mundo rural, abandona a todos sus vecinos a la rapiña de estas empresas, muchas de las cuales ni siquiera tienen su sede fiscal en la propia comunidad.
Las plantas de biogás son cada vez mayores y como ejemplo cabe destacar la que se ha proyectado en Chinchilla de Monte-Aragón que tendrá una capacidad de 200.000 toneladas anuales, una cifra muy superior a las que habitualmente se construyen. La megaplanta se ubicará en una zona de especial valor ecológico y se llevará por delante un nido de águila imperial y toda la riqueza natural con la que cuenta Chinchilla. La promotora de esta megaplanta es Enagás (empresa de capital público) y, al ser el Estado accionista, el propio Gobierno de la nación del que forma parte la ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico Teresa Ribera, será responsable de la desaparición de una especie en peligro crítico de extinción.
Los olores generados llegarán con toda seguridad a Chinchilla, a Pétrola y a otros municipios colindantes. Esta política de “energías limpias”, que no generan CO2, promovida por el Gobierno de España y secundada por el Gobierno de Castilla-La Mancha destruirá por completo el medio rural haciéndolo inhabitable.
Por otra parte, los agricultores han dejado de utilizar los residuos procedentes de las centrales de biogás como fertilizantes ya que, al utilizarse lodos de depuradora, basura de ciudad, purines, etc contienen además de materia orgánica, sustancias tóxicas que a la larga hacen estéril la tierra. Muchos de los que empezaron a usarlo ya no lo hacen y los residuos se acumulan en balsas gigantescas.
La solución adoptada por algunos ha sido comprar grandes superficies de terreno agrícola que ni se siembran, ni se cultivan y que son utilizadas para deshacerse, sin ningún miramientos,del digestato. Cuando se producen tormentas fuertes el agua de escorrentía procedente de estos bancales discurre hacia las ramblas, de color oscuro, contaminando acuíferos subterráneos. A este respecto es de destacar la gran responsabilidad que tiene la Confederación Hidrográfica del Júcar a la hora de otorgar el permiso de extracción a la empresa promotora sin prever sus posibles consecuencias, no pase lo mismo que en Balsa de Ves donde ya no podrán beber el agua de sus pozos por el alto contenido en nitratos.
La planta de Chinchilla generará casi 30.000 m3 de sólidos y casi 90.000 m3 de líquidos de supuestos fertilizantes como producto final. Cabe señalar que Chinchilla está catalogada como zona sensible a nitratos y que la vecina Pétrola cuenta con un complejo lagunar endorreico muy sensible a la contaminación por aguas de arrastre. Debemos preguntarnos dónde llevarán los residuos generados y qué harán con ellos.
Estas inversiones en el medio rural son, a todas luces, un engaño, porque apenas se generan puestos de trabajo y la riqueza fluye hacia capitales de provincia a costa de contaminar el aire que respiramos, envenenar el agua que bebemos y arruinar rápidamente el mundo rural. Convendría ver muy bien hacia dónde nos conduce la construcción de estas instalaciones que, con la ayuda de fondos europeos y al amparo de la tramitación exprés de la ley de proyectos prioritarios, surgen como setas (venenosas) en otoño invadiendo el medio rural.
Así que, por favor señor García Page, la próxima central de biogás que se construya piense usted en situarla junto a su casa. ¡¡PERO BIEN PEGADITA!!
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