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Para hablar de las pensiones de las mujeres podríamos empezar hablando de cifras, porque al parecer con las cifras se explican muchas cosas y con los porcentajes (los quesitos, las tablas, la pizarra digital de algunos programas televisivos) se enseñan de manera muy didáctica cómo se estructuran y se reparten las desigualdades.
Podríamos decir que las mujeres jubiladas cobran de media 787 euros, frente a los hombres jubilados que cobran 1.237 euros (lo que supone unos 450 euros mensuales menos para las mujeres que para los hombres). Podríamos decir que el 72% de las pensiones inferiores a 700 euros las cobran las mujeres.
Podríamos decir que el 70% de las pensiones no contributivas son aquellas prestaciones económicas que se reconocen a ciudadanas en situación de necesidad y que carecen de recursos suficientes para subsistir, aun cuando no hayan cotizado nunca o no hayan cotizado el tiempo suficiente para alcanzar las prestaciones del nivel contributivo. Dentro de esta modalidad se cobra 369,90 euros al mes y son las mujeres las que mayoritariamente perciben esta asignación absolutamente insuficiente para sobrevivir.
Podríamos decir que, en cuanto a las pensiones de viudedad, aquellas donde la media es de 645 euros, las mujeres representan el 91,95% del total. Quizá algunos piensen que como consuelo queda pensar que viven más que los hombres, aunque durante el resto de su vida deban enfrentar un triste panorama económico.
Podríamos decir que la diferencia de la brecha en pensiones de jubilación entre hombres y mujeres (37,9%) supera a la brecha salarial en periodo activo (23,2%). Esto significa que las mujeres tienen una peor situación que los hombres para afrontar la vejez, incluso aunque hayan accedido a un trabajo remunerado a lo largo de su vida.
Por ello, lo que con total seguridad podríamos decir es que la brecha de género en materia de pensiones no surge de la mañana a la noche, esta brecha se genera después de años de diferencias en las retribuciones de las mujeres por el mismo trabajo que los hombres.
Esa misma brecha de género que se va cimentando poco a poco en el período laboral de las mujeres y hace que se continúe de la misma forma en el período de jubilación y de cobro de pensión.
Las carreras de cotización más cortas de las mujeres, con una vida laboral cuando menos complicada para conseguir un año de cotización, son debidas a una menor participación en el mercado laboral. Esta menor participación viene provocada frecuentemente por la asunción de las tareas reproductivas.
Así poco a poco y sin apenas resistencia, se van generando interrupciones constantes, y salidas frecuentes del mercado laboral para dedicarse a la atención y cuidados, esas mismas tareas de cuidados que reivindicamos compartir y que es uno de los elementos clave que movió a la huelga feminista el pasado 8 de marzo.
La contratación a tiempo parcial que en España recae mayoritariamente sobre las espaldas de las mujeres, genera en la realidad que las mujeres estén menos horas empleadas y si juntamos todas estas horas de menos nos dan como resultado menos años a lo largo de su vida laboral con consecuencias directas sobre su pensión.
Ya que el sistema español de pensiones está centrado en la contributividad, no contribuye precisamente a equilibrar las desigualdades de género, más bien las consolida puesto que penaliza de manera más feroz a las personas que coticen menos años y por menos importe. De esta forma las mujeres, como sabemos, deberán reunir el puzzle de su cotización intermitente y sus sueldos reducidos por cuidados y aun así las últimas reformas del sistema español harán leña del árbol caído al ampliar el período de cotización necesario para conseguir el total de la pensión de jubilación, aumentar el número mínimo de años cotizados o endurecer las reglas de cálculo de la pensión.
Por ejemplo, el factor de sostenibilidad que se impondrá en el 2019, señala, penaliza y culpabiliza nuevamente a las mujeres tan solo por tener una mayor esperanza de vida y las señala como las culpables de que los nuevos pensionistas tengan menos capacidad económica puesto que se liga la reducción de las pensiones en función de la esperanza de vida.
Nuevamente el hecho de ser mujer es un factor clave para ser señaladas por un gobierno que desea encontrar culpables para desentenderse de sus nefastas medidas.
Proponer un 0,25 de subida es un insulto para aquellas que tras cuarenta años de cotización laboral deben aportar para sostener a sus hijos e hijas, nietas y nietos y proporcionarles los suministros básicos en muchas ocasiones. Optar por gastar 10.000 millones en armamento es una opción política que desprecia a los pensionistas y entrega un enorme botín de nuestros impuestos a la empresa bélica. (2% PIB según Cospedal).
Los vehículos de combate sobre ruedas 8x8, fragatas F-110, aviones de entrenamiento, aviones de reabastecimiento y helicópteros NH-90 navalizados que el gobierno se comprometió a comprar ante la OTAN y Trump no van a mejorar la vida de las mujeres que compran la comida, los libros y las zapatillas de sus nietos, no van a ayudar a pagar el IBI y los seguros de los pisos que aunque pagados como dice el gobernador del Banco de España, siguen generando gastos también habituales.
El sistema de pensiones español no contempla el panorama real, el panorama histórico del trabajo de la mujer en España, no se ha tenido en cuenta a efectos de cotización, por ejemplo, el período de prestaciones de servicios sociales obligatorio que muchas mujeres realizaron entre 1937-1978, la cotización del trabajo doméstico no llega hasta 2012, las excedencias y permisos para el cuidado de hijos o dependientes no sobrepasan los tres años para la cotización, lo que nuevamente supone que se han ignorado las circunstancias de ni más ni menos que a la mitad de la población al hablar de pensiones también.
Para acabar quiero destacar que el gran pacto de las pensiones: el Pacto de Toledo, consolida y refuerza las desigualdades de género existentes en el mercado laboral y por ende en la sociedad y hunde más a ese 15 % de mujeres que viven en la pobreza y la exclusión social en nuestro país y la solución, desde luego, no pasa por ahorrar dos euros al mes para invertir en planes privados o productos financieros tal y como nos aconsejan desde el gobierno y entidades afines desde su desconocimiento interesado de la realidad social.