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“Es que sale un malo, mamá”. Me dice mi hijo de 5 años para justificar que no quiere ver una película. “Hijo, todas las películas tienen un malo y un bueno”. Y casi siempre en las pelis infantiles, y no tan infantiles, casi siempre ganan los buenos.
De héroes y villanos está nuestra ficción llena. Ante un conflicto, saldrá el héroe para resolverlo y vencer al villano, normalmente responsable de esa situación conflictiva. La realidad no es tan sencilla, nunca. A pesar de que el análisis maniqueo suele ser tentador, lo cierto es que para bien o para mal las personas tenemos esa cosa de ser humanos, ósea imperfectos, o perfectamente humanos, y por momentos héroes por momentos villanos, y la mayor parte del tiempo ninguno de los dos, somos simplemente personas que nos movemos y actuamos conforme a nuestras creencias y hábitos aprendidos a lo largo de la vida.
Y hete aquí que estalla una guerra, un tsunami arrasa con todo, o llega una pandemia demoledora. A algunas personas normales, con sus virtudes y sus miserias, les pillan estos acontecimientos en primera línea, las más de las veces por la profesión que realizan, en ese momento concreto de primera necesidad. El héroe se define como el protagonista de la narración que intenta vencer todos los obstáculos para restaurar la paz que de alguna forma ha podido ser alterada. Y sí, algunos podemos tener nuestros momentos heroicos, unos más que otros, más o menos relevantes a lo largo de la vida. Pero lo curioso es que en estos estados de urgencia confundimos la necesidad con la heroicidad.
Los sanitarios no son héroes, son necesarios.
Estos días de aplausos y reconocimientos, nos han llegado varios vídeos de los sanitarios agradeciéndolos, pero sobre todo se han escuchado voces, eso sí de manera individual, que nos hacían bajar los pies al suelo, y apelaban a la coherencia. Los sanitarios en España llevan trabajando en unas condiciones sumamente precarias largo tiempo, demasiado para sostener un sistema de salud medianamente digno.
Nuestra sanidad pública hace aguas por todas partes, y no es algo nuevo. El comienzo de esta crisis tuvo muchos paralelismos con la que se inició hace una década, de la cual aún sufrimos la resaca. Sin duda el más llamativo a mis ojos ha sido la sobreestimación de los sistemas. En aquel año era un sistema bancario robusto, que en realidad estaba lleno de agujeros en las cajas por la desregulación con la que se había legislado y la permisividad con la que actuaron los que debieron ser los garantes de su saneamiento.
En este 2020 la robustez la teníamos en nuestro sistema sanitario. Un sistema público de calidad preparado para afrontar un virus como el que se avecinaba. Nadie sabía muy bien lo que se nos venía encima, por mucho que ahora quieran salir oráculos por todas partes. Pero un error estratégico sin duda fue querer sacar músculo de un sistema que se iba desangrando, y cuya precariedad repercute en la salud de todos, o de casi todos. Hace ya demasiado tiempo que la alternativa privada actúa como una buena alternativa. No por los profesionales, que son los mismos, sino por los medios. Las pruebas diagnósticas son clave para el tratamiento de las enfermedades. Mientras la Facultad de Medicina no se convierta en una escuela de adivinación o brujería, un médico sólo puede aportar un diagnóstico certero si tiene a su disposición unas pruebas.
A día de hoy hay pruebas muy necesarias que están al alcance de pocos privilegiados. Bien porque cuando llegan es ya tarde, la cita con el especialista es a un año vista, y la prueba puede que se retrase meses, si es grave el paciente ya habrá muerto, si no lo es, sin duda llegará a serlo. Bien porque directamente el especialista no quiere que le rebajen su bono salarial superando una cuota de pruebas, y mala suerte justo esa decide dejarla fuera.
Sí, yo también me sorprendí muchísimo al descubrir que desde aquella crisis del 2008 el salario médico está ligado también a las recetas que haga y a las pruebas diagnósticas que solicite, cuantas menos mejor. La medida en términos de eficiencia económica es indiscutible, pero en términos de salud e incluso de ética es deplorable.
Pues bien, en este sistema con cada vez más inestabilidad laboral, plagada de interinos, vacantes a la espera de ser ocupadas, carencia de medios, plazos de espera que se alargan durante meses, a pesar de los mil maquillados políticos que se quieran hacer, a este sistema de pronto le cae una COVID. Así, sin avisar, con los expertos pendientes de mantener el barco a flote, de sacar adelante lo urgente, y de pronto lo urgente deja de serlo y llegamos a lo emergente, lo prioritario, lo único, el coronavirus
Y estos sanitarios siguen haciendo su trabajo, como hasta ahora lo han hecho, con escasez de medios, tirando de profesionalidad unas veces, e imaginación otras para compensar la falta de medios que no llegan. Arriesgando su salud, esta vez con un virus más contagioso que otros muchos. Y estos sanitarios se convierten en héroes.
Y lo son, porque les hemos necesitado, y les necesitaremos, pero no por la COVID. Después del coronavirus, cuando todo esto haya pasado, sea cuando sea que suceda, seguiremos necesitando a esos sanitarios, nuestra salud requerirá de un sistema de salud pública robusto. No lo que teníamos, por mucho que saquemos músculo de boquilla, la realidad es que nuestros héroes están agónicos.
Apostemos por la inversión en una sanidad pública realmente potente, desde la atención primaria hasta la hospitalaria, que sea la columna principal de nuestra salud. Apostemos por dotar de medios a nuestros profesionales, por una buena organización de los medios con los que ya se cuentan, por el análisis en las áreas de mejora y la inversión en la investigación científica.
Aplaudir, esta bien. Pero no hagamos héroes ni villanos. Dotemos a nuestros profesionales de las herramientas necesarias para realizar su trabajo, y vigilemos que éste se realiza acorde con lo esperado. No quiero héroes ni en la sanidad ni en la pandemia. Lo que nos salvará hoy y mañana no serán los héroes sino los buenos profesionales y las buenas prácticas.
Aplaudo por las políticas que apuesten por ello.
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