La semana pasada el discurso de Juncker sobre el estado de la Unión Europea y la reunión del Consejo en Bratislava dieron el tiro de salida de lo que, finalizado el verano, ya es una prioridad urgente: si la UE quiere sobrevivir necesita definir quién es y hacia dónde va, o como mínimo hacia dónde quiere ir.
Las predicciones no son demasiado optimistas; el discurso de Juncker en la Eurocámara no levanto precisamente pasiones y el polaco Tusk al frente del Consejo es más un caballo de Troya que un aliado. El euroescepticismo se cierne sobre el futuro de la Unión, no hace falta decir que de la mano de las fuerzas más a la derecha, que viven un auge preocupante. Crisis y populismo las han alimentado, pero también la inoperancia de la Unión y gobiernos cada vez más débiles ante los grandes poderes.
Se dibuja un panorama bien incierto e incluso preocupante. El análisis del voto en el reciente referéndum del Brexit, sumado al triunfo de los extremistas de derecha en las votaciones en el land natural de la cancillera Merckel y su fuerte subida en el mismo Berlín, deberían suponer un toque de atención para todos aquellos que temen que posiciones extremistas se hagan Fuertes en Europa.
Por lo que se refiere al Brexit, según los análisis hechos por Zsolt Darvas y publicados por Bruegel, en el Reino Unido la desigualdad de ingresos y la pobreza, además de las diferencias geográficas y una mayor proporción de gente sin educación en determinadas regiones sumaron en favor de la salida.
Al margen de datos, el estudio apunta varias lecciones políticas que pueden desprenderse de la consulta y que pueden resultar útiles a políticos de cualquier lugar: la alta desigualdad y la pobreza socavan el bienestar personal y la cohesión social, lo que a su vez puede desencadenar en voto de castigo en las urnas. ¿Quiere esto decir que la desigualdad, la pobreza y el paro han contribuido a los votos a favor del leave en el referéndum británico?
Las encuestas de opinión y el análisis post-referéndum sugieren que los mayores, los que han recibido menos educación y la gente más pobre han votado mayoritariamente por dejar la UE. La geografía también parece que ha jugado su papel: mientras que el porcentaje del leave en Inglaterra, exceptuando Londres, llegó al 55,5% y al 52,5% en Gales, fue minoritario en Irlanda del Norte, con un 44,2%, en Londres Ciudad con un 40,1 y en Escocia, con el 38% de votos. Y, a tener muy en cuenta, si bien la inmigración fue uno de los temes más recurrentes en el debate, no hay correlación entre presencia de inmigrantes en un territorio y voto a favor del Brexit. ¡Ojalá alguien haga llegar estos datos a Sarkozy o incluso al ministro socialista Valls!
A pesar del resultado final con triunfo de los que hicieron campaña para la salida de UK de la Unión, los líderes de la UE pueden extraer un mensaje positivo: los jóvenes (que serán mayoría en la población de las próximas décadas) y aquellos con más nivel educativo (los que mejor pueden valorar los beneficios de la integración en la UE) estaban a favor de ser miembros de la Unión.
Si añadimos que las áreas con mayoría a favor del leave son aquellas en las que ganan las desigualdades y la pobreza es más alta, la solución pasa por conseguir un crecimiento inclusivo, lo que la OCDE definí como ‘crecimiento económico que crea oportunidades para todos los segmentos de la población y redistribuye los dividendos de la creciente prosperidad, tanto en términos monetarios como no monetarios, de manera transversal’. En los UK, la desigualdad creciente –una clave indicadora del crecimiento inclusivo-, es posiblemente la más alta de toda la UE. Como apuntó Theresa May, la nueva primera ministra, es de vital importancia una reforma social que reduzca la desigualdad de oportunidades.
En general, la alta desigualdad y la pobreza socavan el bienestar personal y la cohesión social, y también pueden impulsar votos de protesta en los referéndums y las elecciones. Esta es otra lección clave que los políticos de otras países de la Unión deben aprender de la votación del Brexit y que posiblemente puede explicar también parte del incremento de votos a los xenófobos alemanes, más allá de una lectura simple de los resultados que se limita a ver un voto contra inmigrantes y refugiados.
Una vez más, la solución pasa por cultura y más cultura; entender la realidad que nos rodea es básico para poder valorar las opciones. Pero este remedio necesita de tiempo, fondos y sobre todo, de mucha voluntad. Y corren malos tiempos para la lírica, como decía la canción.