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El 1-O se cuela en las aulas: “Como docente no puedo inhibirme ante la pregunta de un alumno”

Manifestación de estudianes a favor del referendum

Pau Rodríguez

El debate que envuelve el referéndum ha llegado a las aulas catalanas. Más allá de las advertencias de la Fiscalía y de las cartas del Govern a los directores de escuelas, más allá de las huelgas estudiantiles, del activismo de la comunidad educativa para abrir los colegios o de los avisos de la Fiscalía de Menores, el 1-O es también un reto pedagógico para muchos docentes. Algunos de ellos se preguntan cómo abordar una cuestión política que no deja indiferentes a sus alumnos.

El 21 de septiembre, un día después de que la Guardia Civil detuviera a varios altos cargos del Govern por el referéndum, Pau Farràs, profesor de Filosofía, Historia y Religión en el colegio Infant Jesús, empapeló la clase de Cuarto de ESO con artículos y informaciones de los periódicos de todo el espectro mediático. Para Farràs es muy sencillo: la actualidad es su mejor materia prima con la que enseñar Historia a sus alumnos, ya sea con los atentados en La Rambla, con la crisis de los refugiados, con la escalada verbal entre Trump y Kim Jong Un… O con el referéndum del 1-O.

“Que entiendan que personas inteligentes pueden opinar de formas opuestas en dos medios distintos es una buena forma de que vean qué es la pluralidad”, expone Farràs, en referencia al ejercicio que propuso a sus pupilos. A lo largo de la clase estuvieron analizando los textos y resolviendo las dudas de los jóvenes: desde qué es el artículo 155 de la Constitución hasta el significado de un habeas corpus. Al final, cada uno escribió su opinión sobre lo sucedido. “Lógicamente, había de todo, desde los que decían que había que votar hasta los que decían que lo importante es la ley”.

Con todo, más que limitarse a fomentar el debate, los profesores consultados consideran que la principal aportación del sistema educativo ante estos acontecimientos puede ser la de mostrar a los jóvenes que la realidad se puede analizar desde múltiples perspectivas.

Así lo defiende Jordi Mir, profesor de Humanidades en la UPF y especializado en Filosofía y Ética. “Mi objetivo principal en clase es que tengan más herramientas para pensar sobre una realidad; mi posición como docente no importa, y me atrevería a decir que la de los estudiantes tampoco debe importar tanto, porque lo que nos toca hacer es ofrecerles contenidos y conocimientos para que aprendan a hacer análisis más allá de sus posiciones”, sostiene este profesor.

Según Mir, la función educativa debe ir a la raíz del conflicto y de los conceptos que circulan en el plano mediático. Analizar en clase por qué los distintos actores toman sus decisiones –en este caso, impulsar el 1-O u oponerse a él–, o profundizar estos días en las ideas de democracia o legalidad pueden ser un buen ejercicio. Al menos así lo ha planteado él a sus estudiantes de Humanidades. 

Pero el referéndum no sólo preocupa a los mayores. Con sus alumnos de Primero de la ESO, Ramon Barlam, profesor de Ciencias Sociales en el instituto Cal Gravat de Manresa, ya se ha encontrado con que le sacan el tema de vez en cuando. Y cree que es su deber como docente atender a las demandas de sus alumnos. “Lo que no puede hacer un profesor es inhibirse ante la pregunta de un chaval, no puedes dejar que se vaya con la sensación de que no les has querido contar nada”, opina este docente, que defiende que con los alumnos de esa edad lo que puede hacer es “dejar que hablen y evitar siempre que haya conflicto”.

En su instituto, en los pasillos como en el patio, asegura que no hay un conflicto visible. Algunos alumnos hablan del tema; también entre colegas profesores se discute y se bromea. “Lo que debe ser indiscutible es la buena convivencia y el respecto a las ideas de los demás, porque lo que no hay que olvidar es que tenemos alumnos hijos de la Guardia Civil y de la CUP, por decirlo de algún modo”, afirma.

¿Refugiados sí, política catalana no?

Jaume Trilla, catedrático de la UB y miembro del grupo de investigación sobre Educación Moral, recuerda cómo desde hace más de un siglo hay pedagogos que han apostado por afrontar en el aula los debates públicos y la actualidad; referentes que “propugnan una escuela abierta a la realidad y, como decían algunos de ellos, a la vida”. En un artículo en El Diari de l'Educació cita al francés Célestin Freinet y sus métodos para hacer diarios en clase, o la célebre Carta a una maestrafirmada hace justamente 50 años para Lorenzo Milani, maestro que defendía entre otras cosas que en su escuela de Barbiana (Italia) se leyeran cada mañana las noticias de los diarios.

A veces, sin embargo, puede resultar más cómodo abordar unas cuestiones y eludir otros más polémicas. “Es muy evidente cómo desde los centros se pueden decir muchas cosas sobre cuestiones relacionadas con los derechos humanos, como los refugiados o la paz, y cuando las disputas políticas son más connotadas, se es más prudente”, constata Mir. Sin embargo, si se aborda con rigor en clase, cualquier tema puede ser analizado, defiende Farràs. “Es que si no, me recuerda a cuando yo estudiaba, que en Ciencias Naturales nos daban el cuerpo humano hasta que tocaba hablar de sexo, y entonces ya no”. Farràs no cree que deba haber tabús si hay un buen planteamiento docente.

También para Trilla una cuestión como el 1-O se puede discutir en clase, “siempre que se evite cualquier forma de manipulación o adoctrinamiento”. “En las sociedades ideológicamente plurales”, argumenta este catedrático, “la institución educativa ha de ser uno de los espacios emblemáticos que muestren que la convivencia entre ciudadanos con distintas concepciones del mundo y de la vida es posible, a la vez que educan para esta misma convivencia”.

¿Puede un docente dar su opinión? 

Sobre si un docente debe facilitar el debate en clase, o analizar sucesos de actualidad, hay poca discrepancia entre los docentes consultados. Pero sí es mucho más discutible si los maestros pueden dar su opinión a sus alumnos sobre temas tan sensibles. Para Jordi Mir, “un docente que muestra su opinión no está adoctrinando, siempre que deje constancia de que esa es su opinión”. Él asegura haberlo hecho en alguna ocasión con sus estudiantes de Humanidades, aunque admite tener más dudas cuando los alumnos son más pequeños. 

No piensa lo mismo el profesor de Secundaria David Rabadà, del Sindicat de Professorat de Secundària ASPEPC·SPS, que se muestra convencido de que los docentes deben dejar sus pareceres fuera del aula. “Ante las preguntas de los alumnos hay que enseñar los hechos, no las opiniones; eso ya no sería educar sino manipular”, argumenta. “En las tutorías se hacen debates, se interpreta la realidad, se analizan vídeos de Youtube y los alumnos pueden pensar por si mismos y opinar, pero el profesor tiene que ceñirse a los datos más reales posibles”. 

Asegura Rabadà que, después de pasar por ocho institutos, sólo en ocasiones puntuales ha visto como un docente daba su opinión abiertamente a los alumnos. 

Aun así, es también posible que los chavales, sobre todo si son la mayores, sepan adivinar los posicionamientos del docente. “Los maestros no son robots, y por medio de sus reacciones que difícilmente pueden controlar al 100%, comentarios involuntariamente sesgados u otros indicios, no es improbable que los alumnos puedan intuir si un maestro se acerca más a Inés Arrimadas o a Anna Gabriel”, sostiene Jaume Trilla. 

Asumiendo esto, el catedrático de la UB trata de ofrecer algunas recomendaciones sobre cómo puede dar un maestro su opinión. “El hecho de expresar un posicionamiento personal no debe tener como consecuencia el cierre del debate ni la polarización”, expone. Desaconseja también que un maestro se posicione “de entrada, puesto que ello marcaría muchísimo el debate y el conjunto de la actividad; pero tampoco al final, puesto que parecería una conclusión de la actividad”, afirma.

El instituto, un oasis en la era de las 'fake news'

 En la era de las redes sociales, las fake news y las tertulias televisivas, puede que para algún alumno el aula de ESO sea el único lugar en el que encuentre posiciones razonadas diferentes a las suyas. O información contrastada. “De los medios salen tsunamis de información, ya sea en internet o en la tele, que luego la escuela debe contrastar y convertir en conocimiento real”, asume Rabadà.

“¿Dónde van a aprender a entenderse y a hablar y debatir? ¿En las tertulias televisivas?”, ironiza Barlam, el profesor del instituto Cal Gravat, a lo que abunda Farràs: “Si la educación política depende de los debates de La Sexta Noche, del circo de Twitter y de los vídeos de Facebook, no iremos a ninguna parte, y eso no hay duda de que lo consumen todos los adolescentes”, sentencia. 

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