El Pregón de la Mercè abre la fiesta mayor de Barcelona. Pero es mucho más que un pregón de fiesta mayor. Es el momento en que la ciudad elige a un personaje para que ponga palabras a la realidad y a los anhelos de una ciudad plural, diversa, y con una personalidad muy fuerte. Con una ciudadanía que vive de forma apasionada desde los grandes proyectos urbanísticos hasta las decisiones municipales más modestas. Una ciudadanía que se siente tan cosmopolita, como parte de la identidad de su barrio o de su calle. Consciente de la capitalidad de Catalunya, pero también de ser un referente del Mediterráneo, de Europa y con aspiraciones de ser querida y respetada en España. Una ciudad que ha vivido como pocas todas las utopías de los últimos siglos. Una ciudad metropolitana que ha sabido ganarse a la inmigración, del resto de Catalunya, de España y del mundo.
Los ayuntamientos democráticos siempre han elegido a los pregoneros de la Mercè con mimo, conscientes de la responsabilidad de dar voz a una ciudad como Barcelona. La lista de pregoneros y pregoneras de La Mercè son el reflejo de una ciudad abierta. Este año el gobierno municipal de la alcaldesa Ada Colau ha elegido al escritor Javier Pérez Andújar. Nacido en Sant Adrià de Besós, Pérez Andújar se ha convertido en el cronista de la Barcelona periférica, del extrarradio, de la ciudad metropolitana. Y se ha significado por su actitud crítica con el independentismo.
Cuando el Ayuntamiento anunció su nombre se desencadenó una dura campaña en las redes y en las páginas de opinión de algunos medios. Y diversas entidades independentistas anunciaron un pregón alternativo a cargo del actor Toni Albà. No es una anécdota.
Toni Albà pronunciará su pregón a la misma hora que el acto oficial del Saló de Cent e irá disfrazado de Felipe V, el rey que simboliza la represión sufrida por los catalanes el 1714. El pregón de Albà aspira a ser una parodia de quienes tuvieron la osadía de elegir a un cronista y escritor crítico con el Procés. Pero en el fondo deja en evidencia la peor cara de un proyecto político legítimo y respetable como es la independencia de Catalunya.
Toni Albà pondrá palabras y rostro a la intolerancia, a un cierto sentimiento supremacista, a la exclusión del disidente. Actitudes que practican una minoría dentro del independentismo, pero que son, en el fondo, los grandes enemigos del Procés. Porque son estas prácticas las que impiden a la causa soberanista ganar nuevos espacios sociales; las que provocan rechazo entre quienes han perdido la esperanza de reformar España pero que también temen una Catalunya dominada por el sectarismo.
Los promotores de la iniciativa acusan a quienes les critican de carecer de sentido del humor. Muchas de estas críticas provienen del campo independentista (lean en Vilaweb este artículo) porque la mayoría, sensata, es consciente que no estamos ante una nueva expresión del ji, ji, ja ja, que tantas veces ha acompañado al Procés. Si no que presenciamos un inmenso error, un episodio nada gracioso ni, por supuesto, anecdótico.
El humor siempre debe transitar el borde del precipicio. Debe exponerse. Llegar al límite. Especialmente cuando se trata de desnudar al poder. Pero Toni Albá y las entidades independentistas que han organizado la parodia protagonizan un acto político que pretende la fractura social. El 'nosotros', los auténticos, los catalanes de bien, frente a los 'otros'. Y resulta que los 'otros' es una ciudad como Barcelona, abierta, compleja, contradictoria, mestiza, diversa, crítica consigo misma. Y, pese a todo, con un extraordinario sentido del humor.