Con motivo del Día Internacional para la Eliminación de las violencias contra las Mujeres, el 25 de noviembre de 2016 el Parlament leerá una declaración, escrita desde Catalunya Sí que es Pot y firmada –no sin reticencias en algún caso– por todos los grupos parlamentarios, para condenar, desgraciadamente y una vez más, la violencia que sufren –que sufrimos– las mujeres por el hecho de serlo.
Este año, a raíz de la petición de las entidades feministas, hemos querido que el Parlament reconozca la existencia y uso de la palabra “feminicidio”, palabra que nació en la década de los setenta en Europa y se popularizó a principios del siglo XXI en México y, más especialmente en Ciudad Juárez, localidad tristemente famosa por la cantidad de mujeres que desaparecen para reaparecer más tarde sin vida.
Feminicidio es el término que sirve para designar el asesinato de seres de sexo femenino solo porque no pertenecen al sexo masculino, el privilegiado, aquel que el patriarcado ha determinado que es jerárquicamente superior. Y, si digo “seres” en vez de “mujeres”, es porque los feminicidios se dan a cualquier edad.
Hemos oído hablar de la cantidad de niñas asesinadas al nacer, o mal alimentadas durante el primer año de vida para que se precipite su muerte, en sociedades como la china o la india, por ejemplo. Pero quizás no es tan conocido el hecho de que esto también pasa en nuestro entorno. Una profesora de la Universitat Pompeu Fabra ha analizado más de 3000 nacimientos de criaturas de familias indias en el estado español entre 2007 y 2013 y el resultado es que, por cada 100 niñas, nacen 119 niños. O sea, se producen abortos selectivos en función del sexo gracias a la tecnología. Las ecografías permiten saber qué sexo tiene el feto, y las familias que consideran que tener una niña es un dolor de cabeza –por no decir un deshonor– se las quitan de encima sin tener que esperar a su nacimiento.
Más de la mitad de los 60 millones de niñas de 10 años que hay actualmente en el mundo –y de las cuales depende el bienestar futuro de sus familias, sus ciudades y sus países, porque ahora ya se sabe que, cuanta más formación tienen las mujeres, más avanzan las naciones– viven en los 48 países con mayor desigualdad de género. Muchas de estas niñas morirán, víctimas de una infección cuando les corten el clítoris con una navaja oxidada, o en un parto de riesgo, con 12 años, tras haber sido preñadas por un “marido” 30 años mayores que ellas.
En todo el mundo, si un hombre es asesinado, la mayoría de veces lo es a manos de un desconocido. En todo el mundo, si una mujer es asesinada, la mayoría de veces lo es por una persona cercana, normalmente su pareja o expareja.
Entre 2010 y 2015, en Catalunya hubo 76 feminicidios. Pero las cifras oficiales no recogen todos los casos. En Catalunya, uno de cada cuatro feminicidios (23,94%) no forma parte de las estadísticas de mujeres asesinadas por violencia de género.
Este año hemos conseguido que el Parlament reconozca la palabra “feminicidio”. El próximo año, quizás conseguiremos que se recoja la expresión “terrorismo machista” y que las víctimas reciban el mismo reconocimiento que las del terrorismo político.