Xavier Trias no estuvo siempre en contra de unir los dos tranvías por la Diagonal. Es más, hubo un momento en el que no sólo apoyaba la idea, sino que incluso la reivindicaba como genuinamente convergente, como ya publicó hace unos días Catalunya Plural rescatando un inapelable documento audiovisual de 2009. En realidad, todo cambió con la consulta convocada por el alcalde Jordi Hereu en mayo de 2010, posiblemente preconcebida como baño de masas y que se acabó convirtiendo en su calvario, crucifixión y sepultura (... políticas). Me lo explicó muy divertido un concejal de CiU hace varios años, con el que coincidí en un vuelo a Bruselas. Para apoyar la convocatoria, Trias había exigido que a las dos variantes de reforma sometidas a consulta (recuerden: rambla o bulevar) se añadiera una tercera (dejar la Diagonal tal y como estaba), pero a medida que se iba acercando la fecha de la consulta, con una acogida social fría tirando a gélida, a la que se sumarían toda una cadena de despropósitos (pantomima de votación de Hereu ante las cámaras incluida), Trias entendió que agarrando la bandera de la opción C capitalizaría políticamente aquel estrepitoso desastre. La inteligencia política de su líder, a juicio de este concejal, había sido captar el malestar de la calle y ponerse a su lado... aunque fuera a costa de dinamitar un proyecto cargado de lógica que habían defendido y reivindicado hasta entonces, pero que habría capitalizado Hereu y no él.
De ahí surge la radical oposición al tranvía de la Diagonal de Trias, expresada nuevamente estos días a raíz de la entente sobre la cuestión que ha exhibido la alcaldesa Ada Colau con el presidente Artur Mas y la vicepresidenta Neus Munté. Trias ha obligado a Mas y Munté a hacer una estrambótica marcha atrás, poniendo matices a un acuerdo que la misma vicepresidenta del Govern había explicitado, porque para Trias el no al tranvía es como una especie de tótem, la pértiga con la que dio el salto a la alcaldía en mayo de 2011.
Pero Xavier Trias no siempre opinó así. Aquel concejal ya me avisó que antes de la consulta de 2010 no encontraría ni una sola crítica de su grupo a la idea de unir el Trambaix y el Trambesós por la vía más corta, recta y directa. De hecho, en los meses y semanas previas a la consulta, Trias denunció el carácter a su juicio populista de la misma, advirtió que dar a elegir entre dos o tres opciones era un engaño, pero nunca criticó el proyecto como inviable; nunca se le oyó decir que por el tramo central de la Diagonal no tiene cabida un tranvía porque alteraría gravemente la movilidad.
En este sentido, merece la pena recuperar el artículo firmado por el mismo Xavier Trias el 16 de octubre de 2008 en La Vanguardia, como jefe de la oposición municipal, bajo el esclarecedor título “Dejar votar no debe dar miedo”, donde comienza reivindicando su promesa electoral de hacer consultas vinculantes para todos los temas de ciudad. Leamos su final: “Bienvenido sea el proyecto de reformar la Diagonal y unir las plazas de Francesc Macià y Glòries en tranvía, por cierto, otra propuesta histórica de CiU siempre rechazada con displicencia por el Ayuntamiento socialista. Y bienvenida también la opción de culminar el proceso de participación sobre este proyecto con la votación de los ciudadanos. Una consulta ciudadana no debe leerse como un plebiscito sobre la gestión de un gobierno o de un alcalde. Las posiciones defensivas o de rechazo encubierto a este tipo de consultas denotan mucho miedo. Sólo gobiernos débiles, temerosos de sus propias carencias y precariedad, tienen miedo de la participación de los ciudadanos. Permitirla es dar confianza y promover el sentido de la responsabilidad. Nunca dejar votar debe dar miedo”.
Unas semanas antes se había pronunciado ante la prensa en idéntico sentido. En un teletipo de la Agencia Efe con fecha de 25 de septiembre de 2008, en el que la noticia era el anuncio de la futura consulta, se puede leer que “el presidente del grupo de CiU, Xavier Trias, ha recordado que la reforma de la Diagonal que ahora plantea el bipartito es una vieja idea de la federación, y que fue rechazada por la cúpula del PSC tanto desde la Generalitat, como en el ayuntamiento, que apuntaba que sería un proyecto 'más caro que el metro' y ha añadido que el mismo Jordi Hereu era contrario a esta idea cuando era concejal de movilidad, por el colapso de tráfico que generaría”.
Aún más, en el programa electoral de 2007 prometía “hacer realidad la conexión entre el Trambaix y el Trambesòs, tras un estudio profundo de las diferentes opciones planteadas”. No decía que tuviera que ser por la Diagonal, pero sí hablaba de una conexión que en sus cuatro años de alcalde nunca impulsó. En el tríptico electoral que entonces envió a los ciudadanos también se recogía la promesa (“el tranvía irá del Llobregat hasta el Besòs, interconectando las líneas actuales”), así como muchas otras que leídas años después causan sonrojo: “Garantizaré puntos de conexión wi-fi gratis en toda la ciudad”, “garantizaré que todos los niños y niñas de 0 a 3 años puedan ir a una guardería”, “pondré en pisos que no costarán más del 30% de tu sueldo”, “podrás elegir directamente tu concejal de distrito”... y, la mejor, “implantaré las consultas populares vinculantes”.
A pesar de las buenas palabras y mejores propósitos sobre participación ciudadana expresados en el programa de 2007 y en el artículo de La Vanguardia de 2008, en sus cuatro años como alcalde Trias no sometió ninguna decisión suya a consulta abierta, y menos aún vinculante. Todo lo que hizo por su mini-reforma de la Diagonal fue exponer el proyecto y abrir una especie de buzón de sugerencias. La lección del 2010 era clara. Las consultas las carga el diablo, y en la del tranvía todo lo que para Hereu podía haber ido mal salió aún peor. En un contexto de crisis económica y creciente malestar social (que cristalizaría al año siguiente, también en un mes de mayo), y con la inestimable colaboración del principal grupo mediático de Cataluña, siempre dispuesto a ceder espacio al argumentario convergente, lo único que se movilizó fue el voto de castigo contra Hereu y contra el establishment, en aquel caso personificado por el mismo Hereu.
El resultado es sobradamente conocido: la participación fue bajísima (sólo el 12% de los 1,4 millones de ciudadanos llamados a votar), pero suficiente para legitimar la opción C, que se impuso con casi el 80% de los votos (en términos absolutos, 137.474 sufragios); automáticamente, Hereu perdió a su mano derecha, el teniente de alcalde Carles Martí, que asumió las consecuencias políticas de la catástrofe, y el proyecto quedó aparcado. Y allí ha seguido, por la tozudez de Trias, que ni en las elecciones de 2011 ni de 2015 volvió a sacar el tema de la conexión de los tranvías. Como tampoco el de las consultas populares vinculantes.