La CUP y la independencia sin fronteras
“La España que llevamos en la memoria y el corazón, la de las luchas y los afectos, es irrompible; pero el Estado español es inviable”. Con este mensaje cerraba su intervención el cabeza de lista de la CUP, Antonio Baños, este fin de semana en el debate electoral emitido en La Sexta. “La República Catalana no va en contra de los pueblos de España, sino contra un Estado que nos oprime a todos”, insistía. De esta forma la CUP ponía sobre la mesa un matiz lleno de simbología, que ha repetido estos días en campaña, y que trata de apartar de la confrontación constante la idea de independencia.
Uno de los frentes de la campaña de la CUP está siendo, precisamente, diferenciar entre el “independentismo transformador” y uno más instrumental, en alusión a sectores de la lista Junts pel Sí, sobre todo aquellos más estrechamente vinculados al nacionalismo conservador. “A nosotros no nos sirve de nada cambiar de nacionalidad, o qué solo cambie la bandera que cuelgue de un ayuntamiento; lo que queremos llenar de contenido la soberanía”, repetía ayer Baños dirigiéndose a Artur Mas, en el acto central de la CUP en el Auditori de Barcelona. De hecho, la CUP ha sido una formación históricamente municipalista, con una perspectiva política muy vinculada al territorio y en la que la idea de la independencia ha estado estrechamente ligada a una crítica sistémica.
Durante el acto de ayer, volvió a planear en el escenario la idea de una ruptura sin fronteras. Desde una visión internacionalista y en alusión directa a la portavoz popular Maria Dolores de Cospedal –que unos días antes había cargado contra los independentistas que quieren levantar fronteras— el cabeza de lista por Lleida, Ramon Usall, selló una de las intervenciones más contundentes: “Nosotros somos independentistas sin fronteras y no aceptamos lecciones de los que sí levantan muros, como en la fosa común en la que el PP ha convertido el Mediterráneo”, dijo el profesor de historia. “Nuestros corazones laten al ritmo de los que luchan por la libertad, desde el Kurdistán a Palestina”.
Esta visión rupturista le ha servido para convertirse en el referente electoral de múltiples luchas sociales. Críticas al patriarcado, la lucha contra el fascismo, el apoyo a las asambleas de barrio o la defensa del feminismo han conectado a la CUP con entidades y plataformas sociales –no necesariamente partidarias de la independencia– que ven en la formación un instrumento que va más allá de la reivindicación nacional. Hasta el punto de conectar con otras luchas, donde destacan las buenas relaciones con el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y con la izquierda abertzale de Sortu, Alternatiba o Amaiur.
Desde Andalucía al País Vasco
Desde Andalucía al País Vasco
El fin de semana previo al de las elecciones del 27S le ha servido a la CUP para aprovechar sus lazos con otras luchas y formaciones del Estado. Uno de los invitados ha sido el diputado de Amaiur Sabino Cuadra, que hace unos días arrancó varias páginas de la Constitución cuando se encontraba en la tribuna de oradores del Congreso en señal de protesta. “El Gobierno y el PSOE no quieren mirarse al espejo del derecho a decidir catalán por miedo a ver los pedazos de ese imperio criminal que fueron”, dijo Cuadra en su intervención. “El derecho a decidir corresponde a los pueblos, no a los estados”, concluyó.
Las relaciones de la izquierda abertzale y la CUP vienen de lejos, aunque en los últimos años se estrecharon los vínculos hasta el punto de especularse con que unos y otros confluyeran en las elecciones europeas de 2014. Las relaciones se fortalecieron, sobre todo, a través del exdiputado David Fernàndez, que trabajó como periodista para las revistas abertzales Ardi Beltza y Kale Gorria, cerradas ambas por la Audiencia Nacional en el marco de la lucha antiterrorista. Una relación que se extendió con el exportavoz de Batasuna Arnaldo Otegi, que se ha convertido en uno de los iconos a los que alude la CUP en señal de protesta contra las políticas represivas del Estado.
Pero el País Vasco no es el único acento que configura las simpatías de la CUP más allá del Ebro. Destaca en mayúsculas la figura de Diego Cañamero, jornalero andaluz y dirigente del SAT, presente en las últimas Diadas en apoyo al derecho de autodeterminación de Catalunya. También ayer la simpatía del SAT estuvo presente en campaña, por medio de Óscar Reina, que participó en un acto de pequeño formato en Gavá y que sirvió de telonero al acto central del Auditori.
La idea en relación con España es exactamente extrapolable al relato acerca de Europa. La CUP es la única formación que habla abiertamente de salir de la Unión Europa. “La pregunta no es qué pasará si nos vamos; sino qué nos pasará si nos quedamos”, decía Baños entre la ironía y la preocupación. La CUP lanza un mensaje de solidaridad con los pueblos del sur de Europa –con múltiples alusiones a Grecia y a la crisis humanitaria de los refugiados–, con la misma intensidad con la que carga contra la “mercadocracia de la UE”. “Tenemos memoria: en el 1936 no nos vinieron a ayudar los gobiernos democráticos; vinieron las clases trabajadores enroladas en las Brigadas Internacionales”, recordaba ayer el economista cupaire Josep Manel Busqueta, en el mitin del Auditori.
Con esta demostración de fuerza –casi 2.000 se reunieron en el recinto— la CUP cerró uno de los actos más importantes de la campaña, comparable al de hace una semana en Vic. La campaña de la CUP, llena de color, música y performance, está generando simpatías más allá del electorado tradicional de la formación, que podría ser decisiva si se confirman los sondeos. En esta ocasión la apertura del acto corrió a cargo de un grupo de personas que en el escenario, con un péndulo, hicieron caer un castillo de cartas que simbolizaban, entre otros, Europa y los mercados. El público no paró de aplaudir –gritos sobre todo de independencia y anticapitalismo— y carcajadas en el momento en que se proyectó la película-spot electoral que ha hecho pública la CUP en esta campaña.