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ERC se sienta en Pedralbes a esperar a Pedro Sánchez

Torrent, Aragonès, Rufián y otros miembros de ERC durante el mitin final del partido

Arturo Puente

ERC ha vuelto al Palau de Pedralbes, si es que alguna vez salió de él. En ese edificio se firmó en diciembre de 2018 una declaración conjunta entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la Generalitat de Quim Torra que saltó por los aires antes de desplegarse. Ahora, ante la nueva fase abierta con el preacuerdo de Gobierno firmado por PSOE y Unidas Podemos, los independentistas han rescatado aquel texto como posible cimiento para un acuerdo que les mueva del 'no' a la abstención en la investidura de Sánchez.

“No vamos a dar la investidura gratis”, repiten los dirigentes de Esquerra Republicana, preparándose para la presión que recibirán en las próximas semanas en direcciones opuestas, por parte del PSOE y Unidas Podemos para que faciliten el gobierno de izquierdas y, por parte de JxCat y la CUP, para que pidan a cambio exigencias maximalistas. En ERC observan el pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias como una oportunidad pero mantienen la cautela. “Ahora mismo estamos en el 'no'”, afirmaban el mismo día de conocer el acuerdo. Confían poco en un PSOE que, según afirman, ha dado demasiados bandazos sobre la cuestión catalana en los últimos dos años.

Pero la desconfianza es un lujo muy caro para el partido que aspira a gobernar a una Catalunya sumida en una crisis política cada día más difícil de solucionar. Por eso en ERC calculan el precio que pueden poner a sus 13 abstenciones, hasta qué punto pueden tensar la cuerda sin romperla y obtener las máximas garantías de que su voto servirá para que en la Moncloa haya un presidente dispuesto a buscar soluciones al conflicto independentista. De entrada, lo único que la dirección del partido tiene claro es que necesitan que Sánchez haga un gesto previo. Están en el 'wait and see' con la esperanza de llegar al 'sit and talk' que los partidos independentistas han asumido como reivindicación copiada del lema de las protestas del Tsunami Democràtic.

Lo que los dirigentes republicanos esperan es un compromiso de Sánchez de que el Gobierno aceptará un esquema de diálogo político de tú a tú –aunque no descartan la participación de más actores políticos– y en el que puedan tratarse, al menos como propuesta, sus ideas sobre la autodeterminación. Es por esto que la declaración de Pedralbes ha vuelto a primera línea, al ser el único texto en el que el PSOE ha aceptado sacar el diálogo de los encorsetados espacios del Congreso o de la comisión bilateral prevista en el Estatut y llevarlo a una mesa de partidos.

Volver al mínimo común

La poca concreción del texto de la declaración de Pedralbes fue su mayor acierto al principio, pero pronto se convirtió en su peor defecto. Lo positivo es que era una pista de aterrizaje suficientemente ancha para que cupieran dos interpretaciones casi contrarias y, sobre todo, cualquier acuerdo posterior. El problema fue que la disparidad de lecturas no permitió al Gobierno y la Generalitat consensuar nuevos pasos en ninguna dirección en particular. Así que los apenas tres folios de Pedralbes quedaron mojados en el primer encontronazo, que tomo forma de un debate sobre la figura del “relator” y una manifestación de las tres derechas en la madrileña plaza de Colón.

Fuentes del PSC recuerdan que Pedralbes es lo que está escrito en la declaración, no lo que la derecha ha dicho sobre ella. El acuerdo al que llegaron el equipo de Sánchez, comandado por la vicepresidenta Calvo, y el de Torra, compartido entre Pere Aragonès y Elsa Artadi, reconocía la existencia “de un conflicto político sobre el futuro de Catalunya” y apostaba por “un diálogo efectivo que vehicule una propuesta política que cuente con un amplio apoyo de la sociedad catalana”. Añadían además que esa respuesta debía ser “democrática” y dentro del marco de la “seguridad jurídica”. Para eso disponían de una negociación en dos mesas: la comisión bilateral del Estatut y una nueva mesa de partidos, en la que nunca se acabó de consensuar quién debía participar.

ERC sigue encontrando útil este formato. Y no solo los republicanos. Este jueves la presidenta de la Diputación de Barcelona y miembro de la ejecutiva del PSOE, Núria Marín, consideró en los micrófonos de la Cadena Ser que, efectivamente, ese podría ser un buen “punto de partida para avanzar”. También el presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, se abrió este viernes a recuperar el acuerdo de Pedralbes, aunque remarcó que la frontera es la Constitución. En el Gobierno esquivan responder directamente a la pregunta sobre aquel documento, pero Sánchez ya ha abandonado el lenguaje de la campaña y habla de “diálogo” sin apellidos y de “conflicto político”.

El cambio en la terminología del aspirante a la reelección, admiten en Esquerra, va en la buena dirección. Con todo, fuentes de ERC lanzan dos advertencias sobre Pedralbes. La primera es que plantean este documento como una exigencia central, pero que habrá otras reivindicaciones en política social y respecto a la “represión” según avancen las conversaciones. La segunda, que la garantía de que el PSOE tiene interés en recorrer el camino que pueda partir de Pedralbes pasa por un acuerdo sobre la investidura con ERC. Y esto significa lograr interlocución directa con Sánchez, y no solo con el aspirante a vicepresidente Pablo Iglesias, y en la medida de lo posible una rúbrica y una foto.

Presión desde dentro

Los republicanos insisten en que la situación ha cambiado mucho desde julio pasado. Se remiten a las palabras de su cabeza de lista, Gabriel Rufián, quien entonces advirtió que “septiembre nos complica la vida a todos”. Ahora hay una sentencia con años de prisión para los principales líderes independentistas y una calle encendida. Y hay, además, se han celebrado unas elecciones en las que ERC, si bien ha mantenido el tipo, ha cedido 150.000 votos hacia JxCat y la CUP, que exhibieron en campaña posiciones mucho más duras que ellos en política de pactos.

Nadie duda en la dirección de Esquerra de que la posición de los dos compañeros de viaje les lastra a la hora de moverse hacia la abstención. De la CUP poco esperan, pero desde el jueves los republicanos estudian fórmulas para poder mover a JxCat a la misma velocidad que lo hagan ellos. “Sánchez debe coger el teléfono a Torra”, opinaban desde el entorno del equipo negociador, deslizando una petición que de alguna forma vincula también a JxCat en los posibles avances en la negociación.

Este viernes ambos socios en el Govern se intercambiaron invitaciones para reunirse y tratar de consensuar una más que complicada posición común hacia la investidura. Pero la jefa de filas de Junts ya dejó claro que, para ellos, Pedralbes era insuficiente. El leitmotiv de la campaña de los de Carles Puigdemont fue prometer que no darían sus votos gratis, acusando a ERC de haberlo hecho durante la primavera.

Aragonès, encima de las negociaciones

Los dardos de JxCat no han acabado de funcionar y en la formación republicana existe bastante consenso sobre el camino hacia la moderación emprendido con la ponencia de julio de 2018, apuesta en la que ahora profundizarán en un nuevo documento político que aprobará el congreso y se parece mucho al ideario pragmático que abandera Joan Tardà. Pero, pese a todo eso, la ejecutiva de Pere Aragonès sabe que el camino hacia la investidura puede dejar a su formación a la intemperie de las críticas de JxCat, la CUP y las entidades independentistas, comenzando por la ANC.

Aragonès ha cogido el timón del partido de manos de Junqueras sin renunciar a su estilo. Igual que el líder encarcelado era omnipresente en todas las decisiones de ERC –y en cierta medida aún lo es–, el vicepresidente del Govern está muy encima de las negociaciones y se ha prodigado en los medios durante los últimos días para afianzar la posición republicana. Sabe que caminarán por el filo de la navaja, pero también que la alternativa es el vacío. La ruta diseñada por Aragonès para este curso catalán pasa sí o sí por aprobar unos presupuestos para la Generalitat, algo que necesita como poco del concurso de los 'comuns'. En una primera muestra de buena voluntad, esta semana ERC ha dejado a Ada Colau y el PSC tramitar sus cuentas en el ayuntamiento de Barcelona.

En Barcelona, en su último mitin antes del 10N, Sánchez prometió “un Gobierno fuerte contra el bloqueo, progresista contra la ultraderecha y moderado contra los extremismos”. Una semana después, ese Ejecutivo está en manos de ERC, quien tiene más presente la pregunta que Sánchez les ha lanzado esta semana; “¿Qué alternativa proponen?”. Los republicanos no han respondido y esperan, sentados en la mesa de Pedralbes, a que el candidato a la reelección coja la silla con ganas de facilitarles la abstención.

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