Reformar un piso a cambio de poder vivir en él: el proyecto que facilita a jóvenes extutelados su primera vivienda
La aventura de Youssef Hayan empieza en Tánger, momentos antes de subirse a una patera con 17 años. Y acaba cuatro años después en el barrio de La Bordeta de Lleida, con las llaves de un piso que será su hogar.
“Aún no me creo que vaya a tener mi propio espacio”, explicaba recientemente en el salón de su casa junto a un gran televisor. “Me veía viviendo en la calle”.
Desde que abandonó su Beni Melal natal (192.000 habitantes) siendo un menor de edad, Youssef vivió el desamparo de vagar por las calles de Barcelona, la severidad de un centro de menores y la incertidumbre de vivir en un piso tutelado con fecha de caducidad. “Sabía que a los 21 años tendría que salir de ahí y que nadie me iba a alquilar un piso”, recuerda.
Como tantos jóvenes extutelados que logran salir adelante, este marroquí se enfrentó a un reto para el que a día de hoy hay pocas soluciones: un mercado de vivienda con los precios disparados al que hay que sumar el racismo inmobiliario que se ceba con este colectivo tanto por su origen como por su edad.
Youssef tenía dinero para pagar un piso. Combina un empleo por las mañanas como técnico de mantenimiento en el cementerio municipal de Lleida (un puesto ofrecido por el Instituto Municipal de Ocupación del municipio) y por las tardes trabaja en un Burger King. A pesar de tener ingresos suficientes, no había manera de encontrar un hogar.
“Cuando preguntaba y veían mi foto de Whatsapp, me respondían que el piso ya estaba alquilado”, rememora. “En cambio, llamaba alguien de aquí y les decían que seguía disponible”.
Fue entonces cuando rellenó una solicitud para acceder a una vivienda a través de Obrint Portes, un proyecto cooperativo que pusieron en marcha dos educadores sociales de Lleida para encontrar soluciones habitacionales para jóvenes que no tienen acceso a la vivienda.
Obrint Portes aplica a la ciudad el concepto de la masovería (la persona que cuida unas tierras a cambio de una parte de sus frutos). En este caso, ofrece a estos jóvenes la posibilidad de reformar una vivienda en mal estado a cambio de unos meses sin pagar el piso y de un posterior contrato con alquiler social.
Los dos impulsores de la cooperativa trabajan en centros de menores y ven habitualmente las dificultades que tienen para acceder a un piso una vez dejan de tener el apoyo de la Administración. “Es un salto al vacío” explica Èric Morros, 29 años, uno de los dos responsables del proyecto. “Pasan de tener el apoyo de un educador y de la Administración a estar completamente solos”.
Si bien el proyecto está abierto para cualquiera, la mayoría de los jóvenes a los que han ayudado son extutelados. De los 20 jóvenes que han accedido a su primer piso gracias a Obrint Portes, 18 son migrantes que llegaron a nuestro país siendo menores de edad. Actualmente hay una lista de espera de 30 jóvenes más que quieren acceder al proyecto, que hasta la fecha ha facilitado la reforma de seis pisos, a los que hay que sumar dos a punto de acabarse y dos más que empezarán a arreglarse en breve.
Los pisos que reforman estos jóvenes son tanto de la administración como de particulares. La cooperativa Obrint Portes ha sufragado parte de los costes de la reforma en algunos casos y en otros también han sido los mismos propietarios. Morros, el educador social, defiende que para un particular también puede ser una buena oportunidad. “Los costes de la reforma se reducen aproximadamente un 50%”, apunta. “Y además estás brindando una oportunidad a jóvenes que se esfuerzan por salir adelante”.
El piso que ha arreglado Youssef pertenece al Ayuntamiento y llevaba años vacío. “Lo habían ocupado, tenía la luz pinchada…”, recuerda este joven. Junto a dos compañeros empezaron a acudir al piso durante los fines de semana o los días que no trabajaban. Arreglaron las goteras y las ventanas, pintaron las paredes, hicieron la instalación eléctrica… “Le hemos echado muchas horas”, remacha.
Una vez arreglado, Youssef y dos otros jóvenes extutelados podrán vivir en el piso durante unos años. Los primeros seis meses no pagarán nada, el resto del tiempo abonarán cada uno 115 euros mensuales. Las normas de convivencia son escuetas y básicas: no se puede quedar nadie a dormir en el piso ni tampoco se pueden consumir estupefacientes en su interior.
“Son los inquilinos ideales”, opina Morros. “Están formados, tienen trabajo y al haber estado arreglando durante meses el piso son conscientes de lo que cuesta”. Este educador social explica que, además, el contrato del piso y de los suministros se firman con la cooperativa, que a su vez abona el mobiliario básico que no hayan podido encontrar mediante donaciones.
Los educadores de Obrint Portes mantienen una relación personal con todos los jóvenes que viven en los pisos que han reformado. “Hay un vínculo que mantenemos en el tiempo”, explica Morros. “Todos saben que si tienen algún problema nos pueden llamar”.
Un jefe de obra y otro de mantenimiento, contratados por la cooperativa, guían y enseñan a estos jóvenes durante el proceso de reforma de los pisos. “La idea es que aparte de arreglar el piso, se formen en todas estas tareas”, señala Morros. Obrint Portes también contrata puntualmente a otros profesionales para instalar calderas o hacer operaciones concretas que requieren de un conocimiento especializado.
Youssef es consciente de que su caso de éxito no es habitual, pero añade que él ha trabajado muchísimo desde que llegó a España. “Es cierto que en Marruecos muchos piensan que llegarán aquí y te pondrán un piso y facilidades”, explica. “Luego cuando llegas ves que nadie te regalará nada”.
Mientras pasa las Navidades trayendo cosas a su nuevo piso y finalizando las últimas reparaciones, este joven sigue con su empleo y manda cada mes entre 300 y 400 euros a su familia. Admite que Lleida será ya su hogar para siempre y, su nuevo domicilio, un sueño hecho realidad.
“La libertad de tener mi propia casa… buah”, concluye. “Hay días en que todavía no me lo creo”.
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