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Romper el ayuno del Ramadán en una iglesia católica: “La epidemia ha ocasionado un encuentro entre religiones”

Ahmed recoge su plato antes de sentarse en la mesa del claustro de Santa Anna, en Barcelona

Pau Rodríguez

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Una extensa mesa preparada para unos 50 comensales, con su metro y medio de distancia anticovid entre asientos, da la vuelta al claustro gótico de la iglesia de Santa Anna. El día se apaga entre las columnas que rodean el patio, un pequeño remanso de paz en pleno centro turístico de Barcelona. Son exactamente las 20:31 horas.

¡Ramadan Mubarak!

Ahmed Soufian saluda rápido y ataca el plato de garbanzos y lentejas. Mientras uno de sus compañeros canta una breve oración a través de los altavoces, algunos rezan y la mayoría se lanza a romper el primer ayuno de este Ramadán de 2021, el segundo en pandemia. “Da igual el coronavirus, este mes es sagrado y especial con o sin la epidemia. Para nosotros, no cambia nada”, asegura Ahmed.

Pero algunas cosas sí han cambiado. Este año, igual que el anterior, el mes sagrado para la comunidad musulmana, que en Catalunya alcanza el medio millón de personas, es algo diferente a lo habitual. El iftar, la comida del anochecer, no puede ser esta vez el mismo evento social festivo, abierto y concurrido que solía ser antes de la COVID-19. Tampoco se puede celebrar en las mezquitas la última oración del día, la de las 22.00 horas, puesto que es el momento en que empieza el toque de queda.

Una de las imágenes insólitas que dejarán los 30 días de este Ramadán de 2021 son los iftar que acoge la iglesia de Santa Anna. “La epidemia ha acabado ocasionando este encuentro entre religiones, aunque nosotros ya estamos acostumbrados a esta convivencia”, aseguraba este martes el párroco Peio Sánchez. Su iglesia es conocida en toda la ciudad por ser un epicentro de ayuda social, que cada día reparte entre 100 y 200 comidas principalmente a personas sin hogar, muchos de ellos musulmanes. Nunca antes habían celebrado allí el Ramadán, porque los sintecho que cumplen ayuno acuden normalmente a cenar a las mezquitas, pero este año no se puede, al ser estos espacios cerrados. Fue entonces cuando este capellán recibió la propuesta de auspiciar el iftar.

La alianza entre Faouzia y Peio

La idea se le ocurrió a Faouzia Chati, presidenta de la Associació de Dones Marroquines y conocida por ser la cocinera y organizadora de los famosas cenas del Ramadán en el Ateneo del Raval. “Es una celebración de puertas abiertas. Siempre han venido musulmanes pero también cristianos, judíos… de todo. Una vez fuimos más de 200 y tuvimos que comer de pie”, recuerda esta mujer, que lleva 31 años en Barcelona.

Con la epidemia, las puertas abiertas no son una opción. Pero Faouzia encontró la solución en Santa Anna. Un espacio exterior, con distancias, con voluntarios para supervisar la lista de inscritos y con unos comensales que son mayoritariamente los usuarios de la iglesia, es decir, gente sin hogar.

Uno de ellos es Ahmed, que duerme en la calle cerca de la Catedral. “Cuando llega el Ramadán, es igual si no tienes casa o si tienes trabajo, todos ayunamos y todos comemos juntos”, explica. La tradición les iguala a todos, dice. Aguantar todas las horas de luz sin comer no es sencillo y menos los primeros días. “Lo más duro es la primera semana, luego pasa volando”, explica este hombre, que recuerda que quienes lo pasan peor son los que fuman o toman café, porque esto también queda prohibido. 

El primer iftar que acoge Santa Anna empieza sobre las 20.00 horas, cuando abren las puertas del recinto y empiezan a dejar pasar a los comensales, uno por uno. Les toman la temperatura y se ponen en fila para coger la bandeja con el plato de harira, la sopa tradicional marroquí de ternera, garbanzos y lentejas que Fouzia lleva cocinando desde el mediodía. 

“Lo ideal es estar delante del plato justo a la hora”, explica la mujer. Así ocurre en el claustro de Santa Anna. El párroco les da la bienvenida, dan las 20:31 y empieza la cena. Mohammed, un joven de 23 años que tampoco tiene techo, evalúa el plato: “Esto está buenísimo. Pero si me das cualquier cosa, también me lo como ahora mismo”, sonríe. 

Sin excepciones para la comunidad 

Las distintas federaciones musulmanas de Catalunya saludaron el inicio del Ramadán esta semana dando cuenta a su comunidad religiosa de las negociaciones que habían mantenido con la Generalitat para poder salvaguardar la mayor parte de las costumbres asociadas a esta celebración. Una asociación de Lleida había pedido días antes al Ayuntamiento poder saltarse el toque de queda para celebrar en las mezquitas la oración de las 22.00, algo que suscitó cierta polémica, pero las principales federaciones cerraron filas con las restricciones.

“Lo que no podemos hacer es saltarnos los grupos burbuja y tener personas de procedencia distinta sin controlar, o pedir un horario diferente para nosotros respecto del resto de la población”, argumentaba días atrás Mohammed el Ghaidouni, de la  Unión de Comunidades Islámicas de Catalunya. En un comunicado junto a la Federación Consejo Islámico de Catalunya y la Federación Islámica de Catalunya, explicaron que habían mantenido negociaciones con el Departamento de Salud pero que todas sus peticiones habían sido denegadas.

Lo que reclamaron estas entidades fue que se ampliase el aforo de las mezquitas del 30% al 50% y que el toque de queda pasase de la 22.00 a las 23.00 para todo el mundo. Al recibir un no por respuesta, pidieron a todo el mundo cumplir con las restricciones y dieron libertad a las mezquitas y a sus imanes para juntar la oración de las 22.00 (la isha) con la de las 20.31 (el mahgrib) o simplemente hacer la del anochecer y dejar la siguiente para los hogares.

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