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Teresa Forcades: “La independencia de Cataluña tiene sentido si va ligada a una mayor justicia social”

Teresa Forcades, monja benedictina, vive en el  Monestir de Sant Benet en Montserrat./ Edu Bayer

Jordi Subirana

Monasterio de Sant Benet —

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Teresa Forcades es una monja atípica. Forcades (Barcelona, 1966) es doctora en Medicina y doctora en Teología. El año 1997 se hizo religiosa y, desde entonces, vive en el monasterio de Sant Benet, en la montaña de Montserrat. La llamada de Dios y la vida contemplativa, sin embargo, no han sido un obstáculo para que se haya convertido en una figura pública y mediática que da conferencias y charlas por todas partes y se mueve con gran facilidad por el mundo digital. Todo empezó en el año 2009, cuando colgó en internet un vídeo en el que criticaba la vacuna de la gripe A y acusaba a las empresas farmacéuticas. Cuatro años después, la religiosa benedictina sigue hablando igual de claro. En esta entrevista critica abiertamente el capitalismo, un sistema que califica de antiético, y defiende el proceso hacia la independencia iniciado por Cataluña siempre que vaya ligado a una mayor justicia social. Forcades hace también un llamamiento para detener las campañas de vacunación del papiloma humano “porque la vacuna no es segura” y opina que puede causar la muerte.

Usted es teóloga, médica. Su padre era ateo, su madre era crítica con la iglesia. ¿Cómo llega a la religión?

Crecí en un ambiente familiar que me transmitió la idea de la iglesia católica como una institución desfasada, algo caduco, como, por ejemplo, la monarquía. Crecí en este ambiente con total tranquilidad hasta que a los 15 años leí por primera vez los evangelios. Reaccioné con indignación. Nadie me había hablado de lo que decían aquellos textos. Tuve la sensación de que había perdido 15 años de mi vida. Me acerqué a una parroquia del barrio del Poble-sec de Barcelona, la parroquia de Sant Pere Claver, muy próxima a la justicia social y donde las decisiones se tomaban de forma asamblearia. En esa parroquia aprendí que la vida no se tiene que entender como un proyecto individual sino como un proyecto común. Fue un enriquecimiento.

Todavía tardó en entrar en la vida monástica.

Sí, tardé muchos años. Una cosa es mi descubrimiento de la religión y de Cristo, y otra cosa es mi vocación monástica. Sí que es cierto que a los 15 años, en medio del estallido de entusiasmo que viví al descubrir a Cristo, hubo gente de mi entorno que decía que me haría monja. Pero en aquella época tenía terror al celibato. Pensaba que era una locura y no contemplaba no poder compartir mi vida en la intimidad con otra persona.

¿Cuándo decidió dar el paso?

Fue cuando tenía 27 años. Había acabado la carrera de Medicina en Barcelona y había ido a los Estados Unidos a hacer una residencia. Fui al monasterio de Sant Benet (Montserrat) para estudiar. Mucha gente todavía lo hace. Hay un pequeño alojamiento en el que se pueden hospedar personas que preparan oposiciones o el Mir. Hay gente que se instala por unos días o incluso por unas semanas, como fue mi caso, porque encuentran un ritmo estructurado y pueden hacer un horario de estudio regular. Durante los primeros días de mi estancia noté una sensación interior de encontrarme bien. Pero no fue hasta la última semana que se concretó el deseo de querer vivir así.

¿Y no tuvo dudas?

¡Y tanto! Ese deseo iba en contra de todas las cosas racionales. En mi interior había una lucha, la duda de querer vivir así o continuar haciendo de médica y de teóloga. La vida monástica, al menos para las mujeres, se entendía como una vida sin ningún tipo de proyección intelectual. Me compré la regla de Sant Benet, un documento del siglo VI, para ver de qué iba esta vida. Pero el texto no me resolvió el conflicto.

¿Cómo lo resolvió?

La madre abadesa me pidió que hiciera una charla sobre el Sida. Me tomé la charla como una oportunidad para discernir si el monasterio de Sant Benet era un sitio para mí. Se puede hablar del Sida sin tocar el hecho homosexual, pero decidí introducir el tema para ver cuál era la reacción de las monjas. Antes de la charla pensaba que podían opinar lo mismo que el Papa, es decir mantener un discurso dogmático sobre el bien y el mal, una posición más bien moralista. También existía la posibilidad de que las monjas se manifestaran a favor de la homosexualidad, pero, eso, me habría parecido demasiado postizo. Y una tercera opción, que para mí era la más probable, y era que obviaran que había hablado de la homosexualidad. Pensaba que ninguna de las tres posturas me serviría para reforzar ese cordón umbilical, me sentiría liberada y podría volver a mi vida.

¿Y cómo acabó?

Les hablé de un grupo de cristianos homosexuales catalanes que, a mediados de los años 90, se reunían clandestinamente para hacer eucaristías y hablar de la homosexualidad como una bendición de Dios y no como una vergüenza o un pecado, y que en el año 1995, en una reunión de los cristianos más abiertos de Cataluña, hicieron pública su orientación sexual. Y cuál fue mi sorpresa cuando, en el turno de preguntas, casi todas las cuestiones fueron incluso más allá de la homosexualidad. Me sentí como el cazador cazado. Fui para ver si las monjas daban la talla, y me encontré con que ellas pasaban totalmente de la homosexualidad como tema. Ellas vieron a unas personas que sufrían y me hacían preguntas para poner un rostro humano a aquella gente, para rogar mejor y acompañar mejor. Pensé que quería aprender a vivir así: no yendo de tema en tema, sinó de persona en persona.

Sin embargo, me parece que la madre abadesa no se lo tomó muy seriamente.

Se echó a reír. Tenía una beca para ir a Harvard a estudiar Teología, pero pensé que entrar en el monasterio era más importante. Me respondió que a mucha gente que sube a Montserrat, con la niebla, le cogen efluvios místicos. Me recomendó que me fuera a los Estados Unidos a hacer la beca y que si el llamamiento de Dios era real se mantendría. Y así fue.

Entró en el monasterio en el año 1997. Lleva, pues, casi 16 años como monja.

Al cabo de seis u ocho meses de entrar tuve un bajón importante. Hacía una vida que no tenía ningún tipo de proyección intelectual: limpiaba, tocaba el piano. ... Me ahogaba. Pensaba que había cometido el error de mi vida. Empecé a adelgazar. No sentía que esta llamada de Dios no fuera verdad, lo que sentía es que no daba la talla, que no lo aguantaría. Nunca he dudado de que Dios y Jesús existen, pero iba al taller de cerámica y no me llenaba. Al cabo de una hora me cogía dolor de espalda.

¿Y qué hizo?

Veía dos posibilidades, y así lo comenté a las monjas. Una posibilidad era que Dios fuera suficientemente poderoso como para cambiarme y pudiera estar en el taller de cerámica tan feliz. O que Dios, en lugar de cambiarme a mí, las cambiara a ellas, y en el monasterio se pudieran hacer otras cosas. Finalmente, me llamó la madre abadesa y me preguntó qué me gustaría hacer. Le respondí que el doctorado de Teología en la Facultad de Teología de Cataluña. No me aceptaron porque había estudiado en Harvard, una universidad protestante. Entonces planteé a la abadesa hacer el doctorado en Medicina. Me debió ver tan desesperada que lo aceptó. Cuando estaba a mitad de este doctorado de Medicina cambió al decano de la Facultad de Teología y, finalmente, también pude hacer el segundo doctorado.

¿Cómo ve la iglesia actual?

Diría que hay un alejamiento real entre la mayor parte de la jerarquía y la base de la iglesia. Muchos obispos no se creen libres para decir lo que piensan cuando tienen la obligación de hacerlo. Un obispo no es un funcionario. La iglesia es una institución, pero más allá de ser una institución tiene que ser una llama viva que ayude a hacer transformaciones vitales a las personas. Los obispos no son funcionarios de una estructura piramidal. Un obispo no tiene nadie por encima. El Papa no es el jefe de los obispos, sino que es aquél que todos los obispos escogen para que se visualice la unidad de la iglesia. Los obispos tienen una responsabilidad, pero no sé por qué la mayoría están asustados. Hay excepciones, como los obispos Casaldàliga o Godayol, que hablan claro. Pero la mayoría se han creído que el acto de fidelidad mayor que pueden hacer a la iglesia es callar, callar lo que piensan.

Y todo eso afecta a las relaciones con los feligreses.

Afecta porque la gente de la calle va a la iglesia con unas inquietudes y, como mínimo, espera oír una palabra relevante, algo vivo, no una fórmula que vas aquí y vas allí y siempre oyes lo mismo, como si fuera un casete o la voz del amo.

Cataluña vive un momento de transformación. Se plantea la consulta por la independencia para el año 2014.

Cataluña tiene una relación con el resto del Estado que, ni mucho menos, es la ideal. En términos económicos podemos decir que damos más de lo que recibimos y que el gobierno central nos maltrata. Además, Cataluña tiene una historia y la reivindicación de querer hacer otro camino aunque el Estado nos tratara de la mejor manera posible. Creo que la reivindicación nacionalista, en su sentido más soberano, tiene su justificación última en la voluntad del pueblo. Si esta voluntad se manifiesta, no hay nada que la pueda detener. Así es como entiendo la articulación de la libertad comunitaria. Tenemos unas raíces históricas, una lengua, pero sobre todo la voluntad de construir otro futuro. Y esta voluntad de futuro se tiene que respetar. Es la esencia de la democracia.

¿Y cómo tendría que hacerse ese camino?

Si creo en un proyecto de Cataluña independiente es porque creo que se puede construir una sociedad con unas directrices políticas hacia una justicia social muy diferente a la que tenemos ahora. Europa tendría que ir hacia un lado y está yendo hacia el lado opuesto. Mucha gente piensa que el sistema actual es un desastre. Hay 1.000 millones de personas que pasan hambre, pero tiramos toneladas de excedentes de alimentos porque nos organizamos mal, acumulamos unas necesidades que son irreales y nos olvidamos de las necesidades reales. La mayoría de personas admiten que eso no funciona, pero dicen que no se puede hacer nada. ¿Quién ha dicho que no se puede hacer nada? ¡Y tanto que se puede hacer!

Por tanto, el proceso de la independencia tiene que ir ligado a una transformación social.

No tiene ningún sentido si no es así. La independencia tiene sentido si va ligada a una mayor justicia social. Hay una parte de los poderosos con intereses que no quieren cambiar el modelo actual y que reavivan la controversia nacionalista para disimular y desviar el tema. Se habla de nuestros derechos, de nuestra lengua, de catalanismo. Son aspectos muy importantes. Pero lo que realmente tendría que estar en el punto de mira central no es otra cosa que la transformación social. No puede ser que haya más desahucios, ni recortes tan grandes. Todo el mundo tendría que tener claro qué es lo importante.

¿Estamos ante una crisis creada por unos lobbies económicos y políticos?

Eso es lo que pasa en Latinoamérica o en el Tercer Mundo. Se crea la necesidad que en una sociedad haya un rescate y entonces tienes esclavos a perpetuidad. Eso es lo que está pasando ahora en nuestro país. Ni siquiera sabemos los intereses reales del rescate o de qué manera se modificarán. Es un tipo de relación que como ha pasado con la deuda del Tercer Mundo lo único que hace el deudor es pagar intereses. De hecho, al acreedor no le interesa en que pague la deuda. Si lo hace, le desmonta el negocio. Sólo quiere que vaya cubriendo los intereses. De este modo se genera una situación de esclavitud real en un entorno que en un principio es libre para todo el mundo. Si no hay igualdad económica, la libertad es una burla.

Critica también con dureza al capitalismo. Opina que vivimos en un sistema que es antiético.

Vivimos un momento de una gran apertura mental. Podemos imaginarnos unos escenarios de futuro impensables para nuestros padres o antepasados. Nos podemos imaginar todo tipo de transformaciones de nuestro cuerpo. Nos podemos imaginar cómo la tecnología y la biología entran en una especie de simbiosis ... Tenemos una capacidad infinita de apertura mental. Ahora bien, se da en todos los campos menos cuando llega el momento de pensar en una alternativa al capitalismo. Entonces, parece que se nos quedemos sin ideas. Parece que sea imposible imaginar o considerar teóricamente, ya no hablo de construir o ejecutar, una alternativa al capitalismo, y eso, para mí, es un signo de alienación mental. ¿Hemos perdido todos los tabúes? No, que va. Los hemos trasladado de sitio. Y ahora los hemos puesto en el ámbito económico. Para mí, el capitalismo es un sistema antiético. No estamos ante una crisis coyuntural sino estructural. El mundo está organizado para que vaya así.

Concrételo.

El capitalismo no es ético porque se basa en una falacia, la falacia de la libertad de mercado. El capitalismo se presenta en sí mismo como el sistema que defiende la libertad versus otro sistema, que podría ser el socialista, que defiende la solidaridad. Se trata de dos valores esenciales y, en principio, puede parecer legítimo que haya gente a quien le guste más la libertad y a otros a quienes les guste más la solidaridad. Pero eso es absolutamente falso. Cuando se habla de libertad se asocia al hecho de que la libertad de una persona empieza cuando acaba la de otra. Si la libertad de uno empieza cuando acaba la del otro, quiere decir que estas personas son rivales. Si yo quiero expandir mi libertad, la tengo que coger a otra persona. Creo que hace falta ir pensando y tomando conciencia de que hay otras formas de hablar de la libertad. La tradición anarquista, por ejemplo, dice que una persona no es libre si todas no son libres. Entender que la libertad de uno pasa por la libertad de los otros hace a las personas aliadas. El capitalismo, en cambio, las hace rivales.

Se supone que tenemos el sistema más libre. O al menos es lo que nos venden.

Hace falta que reflexionemos de forma crítica si realmente el sistema capitalista ha sido defensor de esta cosa que se llama libre mercado. Desde los inicios del capitalismo han existido leyes proteccionistas. El capital o los capitalistas han ido siempre de la mano de los poderes políticos y militares. Cuando en el siglo XIX hubo interés para proteger el algodón, el poder económico dijo al poder político que pusiera unas tasas, y si alguien se quejaba, le enviaban al ejército. Ahora pasa una cosa parecida. Si vas a comprar pan o leche, pagas una tasa que es el Iva. Eso quiere decir que de esa transacción comercial alguien se beneficia y que una parte de ese beneficio va al erario público. Pero hay transacciones, como las financieras, que cada día mueven miles de millones, que no tienen tasas. ¿Eso lo ha hecho el mercado solito o alguien lo ha decidido? Ésa es la falacia de la libertad y del libre mercado. El mercado capitalista nunca ha sido libre. Siempre ha sido regulado u organizado en función de unos intereses. El problema de esta regulación capitalista es que no es transparente porque, muchas veces, no se hace de una forma pública y democrática. La mayoría de personas no quieren que se apliquen tasas al pan o a la leche y, en cambio, verían con buenos ojos que se aplicaran a las transacciones financieras. Eso es lo que quiere la mayoría, pero no es lo que se hace. Por eso hay que denunciar que vivimos en una dictadura financiera.

Y en un sistema que promueve el egoísmo.

La segunda critica que hago al capitalismo es la antropología que hay detrás. Esta idea de que lo mejor que pueden hacer las personas es apelar al egoísmo para organizarse, la idea de que como más se estimule el beneficio económico, mejor iremos. Si nosotros organizáramos el monasterio así, tendríamos que cerrar. En el monasterio consideramos que la mejor manera de organizarnos es apelar al amor de las personas. ¿Esta capacidad de amar es lo que nos da la felicidad, o bien, una persona es más feliz cuando acumula más billetes? ¿Quién se lo ha inventado eso? Evidentemente, que una persona cada día quiere comer y, evidentemente, también quiere que sus hijos coman. Pero eso son cubrir necesidades básicas. Una vez eso está cubierto, quiero hacer muchas otras cosas. Por qué tengo que vivir en un sistema que me dice que cuando tengo cubiertas las necesidades básicas tengo que querer más, y siempre más. Ahora, incluso, se ha cambiado la Constitución, para financiar los bancos antes que las escuelas de los niños. Me indigna. Eso no estaba en la Constitución. Eso es lo que critico del capitalismo desde un punto de vista ético. Presupone una antropología equivocada.

Y lo vivió en primera persona.

En un congreso en el que hacía de traductora del inglés al castellano participaba un ex-alto directivo del Deutsche Bank. En su exposición, el hombre decía que no entendía todos aquellos que criticaban el capitalismo para ir a los países del Tercer Mundo y pagar salarios tan bajos. “Dicen que es poco ético que pague un dolar a un trabajador y gane 1.000 con su trabajo. Lo poco ético sería pagar a este trabajador menos de lo que ganaba antes. Si antes no trabajaba, le doy trabajo y le pago un euro, eso es una ventaja respecto a lo que tenía esa persona antes”, dijo el ex-banquero. Cuando lo oí me escandalicé. Pero aquel hombre, con su afirmación, estaba describiendo el sistema capitalista y el problema de la plusvalía. “Soy capitalista, te puedo contratar, y con tu trabajo ganar mil euros y a ti darte sólo uno”. Para los capitalistas, eso no sólo no es poco ético, es algo perfecto.

¿Le dirán que usted es demasiado crítica con la iniciativa empresarial?

Este posicionamiento no significa que yo esté en contra de los empresarios. A mí me gusta la iniciativa empresarial y creo que es necesaria. El mundo que me imagino no lo pienso con un Comité Central que diga lo que se tiene que hacer. Estoy de acuerdo en que se tienen que crear espacios donde la gente sea más libre, con el mínimo de regulación, pero las regulaciones que se pongan en marcha tienen que ser justas. Ahora, solo es la base quien está sujeta, y los de arriba, nada. Y tendría que ser al revés. Esa crítica al capitalismo es la idea de Marx que la capacidad de trabajo no se puede enajenar de la persona. La capacidad de trabajo de una persona no se puede vender ni comprar. Un trabajo no es ir y fichar ocho horas. Trabajar es ayudar a perfeccionar el mundo para que actualice todo su potencial. El trabajo que hago va ligado a mi realización personal. El trabajo forma parte de la dignidad de la persona. Marx lo que crítica es la explotación. Y yo estoy de acuerdo. Hay otras formas de organización. Se pueden montar cooperativas y se pueden montar empresas no capitalistas. Pero hace falta que siempre se tenga en cuenta que la capacidad de trabajo es indisociable de la dignidad de aquella persona. Las personas que trabajan juntas son siempre colaboradoras y las condiciones del trabajo se deciden en función del tiempo que ponga cada uno, lo que aporta cada persona... Éste es un tipo de organización que permite la iniciativa privada, pero no permite la explotación.

¿Plantea hacer una huelga indefinida como forma de protesta contra la crisis y las políticas económicas impuestas?

Creo que cada vez es más urgente una acción social que sea efectiva. Se tiene que pensar muy bien qué se hace y cómo se hace. Si se hace una huelga, habrá gente que sufrirá. Creo que el objetivo tiene que ser ir hacia una Asamblea Constituyente y renegociar el pacto social. Eso puede durar un año. La manera de llegar aquí es a través de una huelga social bien organizada, pero también hay otras posibilidades. En Barcelona, el pasado 11 de septiembre 1'5 millones de personas salieron a la calle para pedir la independencia y se disolvió el Parlament. Una convocatoria parecida puede volver a disolver el Parlament, hacer que se reconozca la reivindicación social y se constituya una Asamblea. Ya hay gente que trabaja en ello. Es urgentísimo. Esto no puede esperar 10 años.

¿Ve una Cataluña independiente y una mayor justicia social en un período corto de tiempo?

La clave es la voluntad popular. Si se manifiesta será irrevocable. El reto es como se puede organizar esa voluntad popular. A lo largo de la historia ha habido minorías que han dominado las mayorías. ¿Y cómo lo han hecho? Pues, con el ejército, pero no solamente con los militares. El ejército es importante, pero nunca ha habido bastante con la violencia para dominar a un colectivo. Siempre ha hecho falta el elemento ideológico. Hay que convencer a las personas de que no vale la pena luchar contra una injusticia. Si creen que vale la pena luchar, de nada servirán todos los tanques que tengan. Si todo el mundo lo tiene claro, en 24 horas todo puede cambiar. Ahora bien, hay que ser conscientes del reto y de las dificultades. Es muy urgente hacer esa organización de base. Si esta organización existe, este cambio social, tanto hacia la independencia como hacia una mayor justicia social, será posible. Y lo primero es eliminar la sensación de que nos tienen que dar el permiso. Nadie nos tiene que dar permiso.

¿Tampoco hace falta permiso para hacer la consulta?

Si aceptamos eso, estamos reconociendo una autoridad. Si nos creemos la democracia, la autoridad es del pueblo, del colectivo. Unas cuantas personas se reúnen, deciden qué quieren hacer y lo hacen. Ahora, eso sí, se tiene que ser consciente que habrá que pagar un precio y se tiene que estar dispuesto a pagarlo. Habrá una lucha. No podemos pensar que porque se decide hacer una cosa se aceptará.

¿Cuál será el precio?

El precio de la lucha social. Eso yo lo he visto en Venezuela de forma muy clara. Es un drama. Y ahora a ver qué pasará con el estado crítico del presidente Chávez. He visto un proceso con una dirección política correcta. Es un país sin casi analfabetismo, donde se reparte mejor la pobreza. Pero también hay corrupción, luchas internas, sabotajes, paramilitares, muertos, grupos pagados por no sé quien que van disparando para generar más violencia. No quiero asustar a nadie. Aquí no estamos allí. En Islandia, por ejemplo, se ha hecho una transición sin sangre en la calle. No se trata de pintar un panorama apocalíptico. En Islandia han sido capaces de vencer el miedo que les pusieron en el cuerpo. Les decían que si abandonaban las políticas de austeridad europeas, nunca levantarían cabeza. Pero lo probaron y ahora parece que les va mejor que a nosotros. Tenemos que hacer el cambio social. Creo que ahora todavía es posible hacer una transición aquí con el mínimo de violencia. Todavía no estamos como en Venezuela respecto a la fractura social, el abismo que separa ricos y pobres, pero de aquí a diez años podemos estarlo.

Usted se dio a conocer en el 2009 por un vídeo contra la vacuna de la gripe A. ¿Ahora, qué le preocupa de la industria farmacéutica?

Creo que hay que detener la campaña de vacunación del papiloma humano. Es muy urgente. He hecho un vídeo. Es una vacuna de la que no se ha probado la eficacia y, en cambio, sí que está demostrado que puede provocar la muerte en niñas sanas. Hace poco, ha muerto una niña en Asturias. He visto los informes. Era una niña que tenía asma, pero nunca había tenido una crisis asmática grande. Tuvo la crisis más grave después de que le dieran la primera dosis de la vacuna. Los padres avisaron. Les dijeron que no pasaba nada. Son gente muy sencilla. Le dieron la segunda dosis y ahora la niña está muerta.

¿Cuál es el problema de esta vacuna?

El problema de esta vacuna es que tiene un sustrato, un adyuvante de aluminio. Hasta ahora todos los estudios que había decían que el aluminio era seguro, pero unos investigadores del Canadá han podido demostrar que los estudios de seguridad del aluminio como adyuvante de una vacuna están sesgados. Los investigadores han demostrado la causalidad. Hasta ahora había habido casos de niñas que estaban bien, los ponían la vacuna y enfermaban. Ha habido miles de casos en todo el mundo. De eso se dice asociación temporal. Es obvio que si tú tienes un patrón temporal que se repite en diferentes países, puedes pensar que hay una causalidad. Pero en ciencia con eso no hay bastante. Ahora, los investigadores han podido probar la relación causal porque han encontrado la partícula de la vacuna en el cerebro de dos niñas sanas muertes de vasculitis cerebral, es decir que la vacuna podría ser la causa de una vasculitis autoinmune que ha llevado a estas dos niñas a la muerte y a muchas otras a parálisis invalidantes. Hay una asociación en España con testimonios aterradores.

¿Y los médicos que ponen la vacuna por qué no avisan?

La mayoría no lo saben, como no lo sabría yo si no hubiera tenido tiempo de investigarlo. Y es de suponer que también hay unos pocos que tienen interés y que son corruptos.

Usted también es muy crítica con la distribución de las coberturas sanitarias mundiales. Generan desigualdad.

El 90% de los recursos sanitarios están al servicio del 10% de la población, y el 10% de los recursos son para el 90% de la población. Es una desigualdad brutal. Éste es un estudio que hizo la ONG Médicos Sin Fronteras. Eso significa que muy pocos recursos se destinan a investigar, por ejemplo, la enfermedad de Chagas (una enfermedad parasitaria tropical) o la leishmaniasis. Se trata de enfermedades que tienen unos tratamientos que son antiguos y no funcionan. ¿Por qué? Pues, porque la investigación sanitaria se ha dejado en unas manos privadas que siempre buscan un beneficio económico. ¿Y qué beneficio económico privado tendrá descubrir un medicamento contra la enfermedad de Chagas que causa miles de muertos pobres? Ninguno. Entonces, lo que se hace es no investigar. Y en cambio sí que se investiga la impotencia masculina, los problemas de obesidad y el insomnio. Se trata de problemas que afectan en la parte más rica de la población, a la que podrá pagar los precios de los medicamentos más abusivos.

¿Qué opinión tiene de los recortes sanitarios?

Una cosa es la corrupción y otra, los recortes. Pero creo que son cuestiones que se tienen que tratar juntas. Dicen que se hacen recortes porque no hay dinero, pero el caso es que Cataluña sí que dispone de dinero para cubrir las prestaciones sanitarias. Lo que sucede es que millones de euros han ido a bolsillos privados. Hace falta que la ciudadanía sea consciente de la corrupción existente y que sepa que no son casos aislados. Si pudiéramos recuperar el dinero de esa corrupción ya no habría que hacer más recortes. Tampoco es cierto que no haya dinero para los presupuestos en sanidad. La sanidad es un derecho. Lo que pasa es que ese dinero se está utilizando para otra cosa. Se ha priorizado la deuda que se tiene que pagar a los bancos. Eso de que entre todos nos tenemos que estrechar el cinturón no es verdad. En los últimos meses ha aumentado la venta de artículos de lujo en España. ¿Quién los ha comprado? He oído decir al economista Arcadi Oliveres que el fraude fiscal en España es de unos 90.000 millones de euros. Si se recuperara ese dinero no habría que hacer recortes en sanidad. Ahora mismo se están privatizando hospitales porque se supone que son deficitarios. ¿Si es así, quién los compra? En realidad, se hace ver que son deficitarios porque hay un negocio montado.

Una curiosidad. ¿Nunca ha recibido un toque de atención por la claridad con la que habla?

Cuando critiqué la vacuna de la gripe A, en 2009, la entonces consellera de Sanitat de la Generalitat, Marina Geli, telefoneó al Abad de Montserrat. Le dijo que mis declaraciones iban en contra de la política de la consejería. Yo estaba en Berlin y me llamó mi abadesa para explicármelo. También me he encontrado con que dos laboratorios retiraron la financiación de unas jornadas de medicina preventiva en las que participé. El presidente de las jornadas, siguiendo un criterio científico, me invitó porque consideraba que mi opinión sobre la gripe A podía ser interesante. Cuando llegué a Murcia, donde se hacía la reunión, el presidente me dijo que otro año no me podría invitar. “¿Y eso?”, le pregunté. “Cuando dos farmacéuticas se enteraron de su presencia retiraron la aportación económica”, me respondió. Lo que más me escandalizó es que me confirmó que estamos ante una dictadura financiera, en el sentido que las decisiones no son libres. Si en sanidad se depende tanto de los intereses económicos, no se puede investigar con libertad.

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