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El Viña Rock que no va de conciertos

Viña Rock 2019 / eldiarioclm.es

Fidel Manjavacas

La celebración de un festival de música de la envergadura que ha alcanzado el Viña Rock -240.000 asistentes en su última edición- produce un intenso movimiento económico que, según los organizadores, este año ha logrado generar un impacto de 22 millones de euros en la provincia de Albacete, creando unos 2.200 puestos de trabajo directo y otros 3.000 indirectos.

Vigilantes de seguridad, controladores de accesos, hosteleros, feriantes, puestos donde recargar la batería de teléfonos móviles o el negocio que emprenden los vecinos con los baños de sus casas son solo algunos ejemplos de las oportunidades laborales que se desarrollan en Villarrobledo durante casi cuatro días, en los que se intercalan decenas de conciertos que no todos aprovechan de la misma manera.

Para muchos jóvenes, trabajar en un evento de este tipo supone un atractivo por el ambiente festivo que se vive y la oportunidad que encuentran de ingresar algún dinero. Verónica -nombre ficticio-, es una joven de 19 años de Valencia que ha acudido por primera vez en su vida a un festival, y lo ha hecho para trabajar como controladora de accesos a una de las zonas de viviendas que el festival protege en el amplío perímetro de vallado que establece en este municipio de 23.000 habitantes. Comenta sonriente que tiene una jornada de 12 horas, de ocho de la tarde a ocho de la mañana, por la que cobra unos 56 euros al día -unos 4,5 euros a la hora-. Su función es habilitar el paso a vecinos, y vehículos, que tienen su vivienda dentro de este perímetro.

“Nos dan un sitio para dormir y también cubren los gastos de comida. Apenas he gastado 10 euros al día estando aquí”, señala satisfecha esta joven al tiempo que afirma que, a pesar de las largas jornadas, le ha resultado un trabajo cómodo en el que no ha tenido ningún altercado. Sin embargo, otros empleados no comparten esta opinión. Es el caso de Víctor -también un nombre ficticio-, uno de los controladores de acceso al recinto de los conciertos, que ha trabajado unas 14 horas diarias -a “unos 4 euros la hora”- y que lamenta el salario que tienen desempeñando estas labores “con todo el dinero que genera el festival”.

También nos transmite su experiencia una mujer que trabaja como feriante y que ha instalado por cuarto año, junto a otros tres compañeros, un puesto de camisetas, bisutería o marchandising extraoficial. “Hemos pagado 420 euros por instalar este puesto de 5 metros de largo. Abrimos de 10.00 a 4.00 am y podemos ganar hasta 5.000 euros durante el festival”, explica María, que también prefiere mantener en el anonimato su identidad real, al igual que el resto de protagonistas de este artículo. Lamenta “falta de seguridad” para “dormir tranquila” cuando cierran el puesto y que tenga que acudir “tres o cuatro días antes” de que comience el Viña Rock para poder instalarlo ya que asegura que no les asignan el espacio en el que han de hacerlo.

“Hasta 15.000 o 20.000 euros al día” en algunos establecimientos hosteleros

Samuel y Víctor aguardan a la salida del recinto de conciertos con dos carritos llenos de botellas de agua que venden en apenas una hora. Ambos forman parte de un grupo de feriantes que este año cuentan con un puesto de comida y otro en el que venden globos o juguetes. “Tenemos un bar y hemos pagado 5.000 euros en permisos”, dice uno de ellos, que, al contrario que María, afirma que sí tenían establecida la zona en la que tenían que instalar sus puestos.

“Se gana bastante, por eso nos da igual soltarlos -los 5.000 euros-. Con un puesto bueno, si se da bien, puedes ganar 4.000 o 5.000 euros al día, pero hay algunos que incluso hacen una caja de 15.000 o 20.000 euros”, explica Samuel, que afirma que echan jornadas de “hasta 20 horas” los días que dura un festival en el que “conoces a gente de muchos sitios”. “Por una parte está bien, socializas, pero también vienen los que han consumido demasiado alcohol y empiezan con las bromitas o te piden un bocadillo y echan a correr sin pagar”, agrega sobre una de las situaciones que dice haber vivido en estos días y por las que también reclaman “mayor vigilancia cerca de los puestos”.

Manolo, empleado de un puesto de comida situado también en el recinto exterior, explica a eldiarioclm.es que, en su caso, trabaja unas 8 o 10 horas diarias y cobra 70 euros por cada jornada, algo menos de lo que ganan Susana y Marta -100 euros al día por unas 10 o 12 horas de trabajo- en otro puesto similar en la zona de restauración interior del Viña Rock, donde destacan “el buen ambiente” que se vive estos días. “Hemos tenido cero conflictos. La gente es muy amable”, remarcan ambas, que, como el resto de entrevistados, no tienen tiempo de poder disfrutar de algunos de los conciertos que se han llevado a cabo este año.

Es probable que ninguno de todos estos empleados que contribuyen al desarrollo del festival haya bailado 'El vals del obrero' de Ska-P, grupo que volvía al Viña Rock presentando nuevo disco tras varios años de ausencia y que es conocido por sus canciones reivindicativas a favor de la clase obrera y en contra del capitalismo: “Somos los obreros, la base de este juego. En el que siempre pierde el mismo ”pringao“', cantaban ante el fervor de miles de asistentes a este festival.

“Al Viña Rock se lo ha comido el capitalismo salvaje”

En este sentido, la sección de la Confederación General de Trabajadores (CGT) de Villarrobledo ha denunciado a través de sus redes sociales, unos días después de la celebración del festival, “las condiciones precarias” de trabajadores como con algunos de los que hemos hablado u otros que se dedican a tareas de limpieza o trabajan en las barras del recinto de concierto, así como del personal sanitario que afirman que “se ha quejado de las condiciones infringidas por una subcontrata”.

“Denunciamos igualmente la permisividad del Ayuntamiento que se lava las manos externalizando absolutamente todo lo referido al festival -lo rentable- quedándose con la seguridad y acondicionamiento y recogida de basuras, que cuestan un dinero extra al Consistorio, que se atreve a declarar pérdidas en bolos donde se genera un impacto de más de 22 millones de euros -según organización y alcaldía- para gloria, suponemos, de un grupo de empresarios principalmente de Paterna, Valencia”, señalan la CGT en su escrito.

Así, lamentan que, por ejemplo, muchos de estos controladores pasen horas “sentados en piedras si están en un camino, o bordillos de la calle, en condiciones climáticas adversas: calor durante el día, frío nocturno e incluso lluvias la primera noche”. No obstante, reconocen también que, de los testimonios anónimos que les han trasladado han sido “muchos los agradecimientos a gente del pueblo o acampada, que les han ofrecido agua, crema solar o un paraguas, a falta de una mayor atención que un paseo en moto de un supervisor cada mucho tiempo, en el que incluso se los amenazaba ante sus demandas”.

“El lugar de descanso para los trabajadores de fuera de Villarrobledo era la pista de un pabellón polideportivo dentro del recinto del festival, compartido por más de 300 compañeros. Cuando se marchan habrán de esperar un par de meses para cobrar, según ediciones pasadas. Es insostenible física y ecológicamente, también en términos de seguridad y salubridad, a un recinto de unas pocas decenas de hectáreas, con falta manifiesta de servicios a las personas asistentes. Al Viña Rock se lo ha comido el capitalismo salvaje”, añade este sindicato. “No odiamos este tipo de eventos y la diversión, pero que esto no es el festival que fue, no tragamos con lo que representa hoy: un ocio sin más sentido que la ganancia de ingentes cantidades de dinero a costa de quienes lo hacen posible”.

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