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La confluencia que yo quiero

Ignacio Blanco

“La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa” (Karl Marx)

“El pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad” (Antonio Gramsci)

Repetición de elecciones. Lo que nadie quería o decía querer. Lo que ya ha generado decepción y puede provocar abstención en el electorado más crítico y decente. Lo que podría dar como resultado mayoría de derechas o un nuevo empate técnico resuelto en forma de gran coalición. Rajoy presidente. Horror. (El pesimismo de la inteligencia).

Repetición de elecciones. Inteligencia política para corregir errores y hacer realidad la confluencia, ese anhelo profundo de la gente de izquierdas, de los de abajo. Unidad para acabar con la resignación. Podemos, Izquierda Unida, Compromís, las Mareas, En Común... Suma y multiplicación. Un gobierno del pueblo. (El optimismo de la voluntad).

Me gustaría que, por una vez, hiciéramos honor a la cita de Gramsci y le lleváramos la contraria a Marx. La historia se repetirá dos veces y tendremos la oportunidad de convertir la farsa post-electoral en avance social. El 20D demostró que se puede resquebrajar el bipartidismo pero también que la unidad de las fuerzas del cambio es el único camino para romperlo. El 26J es el momento.

La legislatura más corta de la historia se nos ha hecho larga. Durante estos cuatro meses la nueva política ha sufrido resbalones y zancadillas, mientras la izquierda clásica recobraba el aliento y se empezaba a levantar. Alberto Garzón, el político más valorado del momento, ha sabido combinar firmeza en los principios y flexibilidad en las formas, ganando un crédito que puede ser decisivo para el desempate electoral siempre que se invierta en confluencia. Él lo sabe y por eso propone “marchar separados y golpear juntos”; yo voy más allá. Creo que tenemos que caminar hombro con hombro para recorrer el trecho que va del deseo a la realidad, de la oposición al gobierno. Porque se trata de ganar para transformar.

Reconozco que no nací confluyente. Me hice confluyente a fuerza de asumir la realidad. La realidad de unos resultados dolorosamente injustos con IU. La conclusión de que solos no podemos. La realidad de coincidir políticamente con gente de otras tradiciones ideológicas y que milita en otros partidos: toda una legislatura en las Cortes Valencianas votando lo mismo que Compromís, una campaña electoral haciendo piña con Esquerra Republicana, el reencuentro con antiguos compañeros que ahora están en Podemos... Por supuesto que hay discursos, gestos o actitudes que no me gustan, aquí y allá, pero las diferencias son secundarias y las prioridades compartidas. La unidad popular es el único camino para derrotar al bipartidismo y transformar la sociedad.

La confluencia que yo quiero va más allá de una coalición electoral, tiene un pie en el parlamento y otro en la calle, aúna partidos de izquierda y sindicatos de clase, movilización social y agitación cultural. La confluencia que yo quiero se basa en la fraternidad y el aprendizaje mutuo, que sólo es posible compartiendo espacios de reflexión y acción, de trabajo y vida. La confluencia que yo quiero elige mediante primarias abiertas las mejores candidaturas para un tiempo nuevo, que no acaba en junio de 2016 sino que se proyecta hacia el futuro. La confluencia que yo quiero respeta la pluralidad de identidades y se cohesiona en un programa común alternativo al dictado por los mercados. La confluencia que yo quiero es plurinacional y se expresa, también, en un grupo valenciano propio. Ho volem tot.

Lo queremos todo. Y para empezar yo quiero confluencia, que no es poco.

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