Debate sobre el estado de la zozobra
Lo reconozco. En mis tiempos de escolar tenía una extraña afición. De jovenzuelo me gustaba coleccionar palabras. Sí, elegía palabras eufónicas, llamativas, que me parecían bellas por su sonido. Era un niño. No valoraba tanto como ahora el significado de las palabras. Me embargaban palabras como cocodrilo, camaleónico o diplodocus. Tenía una libreta llena de ellas. Me encantaba leerlas en voz alta, gritarlas. La ignorancia de las implicaciones de su significado era la base de mi felicidad.
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Muchas de aquellas palabras no representaban objetos sino sensaciones. Algunas palabras, por su significado se mostraban decrépitas, esos estados de ánimo que pueden sumirte en el más salvaje de los paroxismos.
No era tanto que en aquella época ignorara los significados de estas palabras como que la vida aún no me había persuadido de la sutileza de matices que me proponían. En su mayoría estas palabras definían ambientes. Temperatura y clima social. Estados del alma.
Una de mis palabras favoritas por aquel entonces era zozobra. Sonaba muy bien. Además era poco común. Conocer la palabra zozobra ofrecía grandes posibilidades para poder ganar en una partida de Scrabble.
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Pasado el tiempo, fui paladeando el placer de los significados. Pero con los años muchos de los significados se volvieron áridos, probablemente por haberlos vivido en primera persona. Eso precisamente le ocurre a la palabra zozobra.
Según la RAE, zozobra implica el acto de mostrarse inquieto o desazonado por la inseguridad respecto de algo o por la incertidumbre sobre lo que conviene hacer.
La situación de nuestro país produce zozobra. Nuestro cuadro macroeconómico a mí me produce zozobra.
Mundos paralelos (y para lelos)
Y entre tanto, ahí estaban sus Señorías en el Congreso de los Diputados, debatiendo sobre el Estado de la zozobra.
La propuesta estelar del Gobierno pasaba por un hattrick económico basado en menos impuestos para los mileuristas, menos cotizaciones para las nuevas contrataciones y un paquete de medidas para mejorar la financiación de las empresas.
El establecimiento de una renta exenta de 12.000 para la tributación por IRPF, según anunció el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, es sin duda una buena noticia, aunque debamos hacer notar que actualmente los contribuyentes que obtienen rentas menores a 11.000 euros tampoco pagan el IRPF, por lo que la medida sólo ofrece una ‘mejora’ en la base que no tributa de un importe de 1.000 euros. En todo caso, está por llegar una importante reforma fiscal, lo que en la práctica dificulta la comparación entre escalas tributarias. Mucho me temo que este anuncio forma parte de dicho proceso de reforma.
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La oposición, liderada por Alfredo Pérez Rubalcaba, reivindicaba por su parte el derecho al pataleo, en este caso ante la reforma de la ley del aborto. Y así siguió el pleno. Mis números son muy buenos. Retroceso en derechos fundamentales. Ya hemos atravesado el cabo de Hornos. No le he oído. El problema es de ingresos. No le he oído. Renovables y la herencia recibida. Sigo sin oirle. Efectivamente, el problema es de ingresos. Debate sobre el sexo de los ángeles. El problema es de ingresos.
Una presión punzante me atravesó el estómago. El problema de España es de ingresos. Temblor y escalofrío a lo largo de la espalda. El problema de España es de ingresos, coincidieron ambos líderes en medio del diálogo de besugos. Zozobra.
Difícil hacer un diagnóstico acertado si la interpretación de la realidad es sobrevenida y desenfocada.
El déficit y el paro son, en este orden, los problemas de nuestro país. Pero la solución llegará (en su caso) en el orden inverso. Creando empleo reduciremos el gasto. Nuestros estabilizadores fiscales automáticos llevarán a cabo su importante función restrictiva (menos pagos por prestaciones y subsidios), y la recaudación del Estado aumentará (vía impuestos directos e indirectos y cotizaciones a la seguridad social). El problema de España es de gastos, no (sólo) de ingresos.
En el informe del Banco Mundial Doing Business 2014 que analiza la facilidad de 189 economías para hacer negocios, emprender y garantizar el cumplimiento de obligaciones contractuales a las contrapartes, España cae hasta el puesto 52, por detrás de países como Colombia, Armenia, Omán o Macedonia.
Para crear empleo necesitamos agilizar la creación de empresas (eliminar la densa maraña normativa) y simplificar las formas de contratación. Del contrato único no hablaron en sede parlamentaria. La sensación de zozobra no cesó.
Todo muy bonito e insuficiente. De bajada (real) de impuestos, reducción de cuotas de autónomos (acaban de subir, ver aquí), facilidad administrativa para crear empleo nos olvidamos y atacar gasto agresivamente (leer aquí el buen análisis de Daniel Lacalle, aún vigente un año y medio después).
Bien parecía que sus Señorías estaban realizando un falso documental, al más puro estilo de Jordi Évole. Alentando un pasado extinto con la inercia de las rentas obtenidas o construyendo una realidad de gominolas, en el teatro de las apariencias. Siempre lejos de la realidad de los emprendedores, empresarios y ciudadanos en general.
En el Congreso de los Diputados hubo un debate, sí, sobre el estado de la zozobra. Y no ganó ningún grupo parlamentario, hubo un empate técnico.