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Reportaje

Festival de les Humanitats de Dénia, una “casa grande” en medio del caos

Dénia ha acogido el Festival de les Humanitats.

Gerard Sánchez

Dénia —

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El Festival de les Humanitats de Dénia vivió su tercera edición, la más participativa y diversa, la que le sirve ya de consolidación, en un marco internacional en el que ya está también más que consolidada la Guerra de Ucrania, la cual se desató unos pocos meses antes de la primera edición y fue protagonista ineludible en la misma. Paradójicamente, la segunda cita de este festival del pensamiento y de la reflexión social, filosófica y política, llegaba pocos días después de que Hamás atacara a Israel y de que este le declarara la guerra, en octubre de 2023.

En este 2024, marcado por estas dos guerras, pero también por las inminentes elecciones presidenciales en Estados Unidos, expertos y expertas de disciplinas tan diversas como la antropología, la biología, la física, la filosofía, el arte e incluso la gastronomía, se dieron cita en una edición que tenía como hilo conductor “los límites” y que pretendía “pensar el futuro desde el presente”. Las palabras “crear, pensar, imaginar, convivir y sentir” se erigían protagonistas en cada una de las charlas y conferencias que se desarrollaban en las dos sedes de este encuentro.

Como enfatizaba la escritora y periodista Nadia Muraveva, disidente y exiliada de Rusia desde 2022, durante el discurso de clausura, la palabra es clave para desafiar las represiones y hacer visibles las verdades que los sistemas autoritarios intentan ocultar. “Los poetas debemos representar la voz de quienes no pueden alzarla ni ejercer su libertad”. Ella ponía en valor esa “casa grande” presente en muchas sociedades del mundo y que es un refugio seguro de cultura y sabiduría. Un punto de encuentro y de unión en medio del caos que es lo que también pretende ser este festival. Pues como decía la propia Muraveva: “Son necesarios estos espacios para meditar y pensar en un mundo tan loco”. Y finalizaba su intervención, en medio del aplauso más largo y sentido, destacando que “sin esperanza no existe ni puede existir el futuro”.

Entre el pesimismo y la llamada a la acción

Enmarcado entre dos grandes guerras, en un contexto mundial con más conflictos armados activos desde la II Guerra Mundial y a las puertas de unas elecciones en Estados Unidos que, ocurra lo que ocurra, parece que van a polarizar todavía más a la sociedad dentro y fuera de las fronteras del imperio norteamericano, este Tercer Festival de les Humanitats de Dénia tenía muy complicado ofrecer una visión optimista e ilusionante del mundo y del futuro más inmediato. De hecho, gran parte de los ponentes mostraron su pesimismo y su temor a que la democracia, en general, de debilite más, a que posiciones extremistas, sobre todo de ultraderecha, se afiancen entre la sociedad y en las instituciones y a que el planeta se acerque más a esos nueve límites ecológicos sin retorno de los que hablaban en su conferencia el antropólogo Emilio Santiago y la doctora en biología, Cristina O’Callaghan.

Ante tantas incógnitas y temores, uno de los mayores es que la sociedad se paralice y piense que no hay nada que hacer y, por tanto, no haga nada. Frente a ello, diversos expertos pusieron en valor el miedo pero no como paralizante, sino como factor de reacción y respuesta activa.

Cacciari y el papel de “puente” de Europa

Una de las primeras grandes ponencias de este encuentro fue la del filósofo y político italiano Massimo Cacciari. Él pidió que ante la situación actual de desestabilización y crisis política mundial, Europa recupere su papel como “puente y mesa de diálogo entre los grandes espacios imperiales”, apelando a un renacimiento de los valores humanistas que, históricamente, han definido al viejo continente. “Nuestra cultura, enraizada en la filosofía y la ciencia, tiene que guiar hacia un nuevo federalismo mundial entre los grandes espacios políticos del planeta”. Un federalismo que para él debe imponerse frente a la tendencia al dominio y a tratar al otro solo como a un enemigo al que dominar o doblegar.

En una línea similar, la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán, recordaba que Europa ya no es vista como una exportadora de democracia ni de sus valores, y que, por el contrario, pretende constituirse como un bloque geopolítico. Una aspiración ante la cual ella se preguntaba si tiene que ser al precio de vulnerar nuestros derechos y principios. Y se cuestionaba si “para preservar nuestros derechos parece que hay que violar los de los demás e incluso poner en juego sus vidas”.

Tanto ella como su compañero de charla, el profesor de Ciencia Política, Luís Ramiro, alertaban del auge de los nacionalismos y de la sensación de que en Europa las fronteras abiertas ya no son vistas como sinónimo de libertad sino como de inseguridad. Y también de que ya no se da esa alianza implícita entre democracia o desarrollismo con bienestar. “Estamos en el camino hacia el autoritarismo”, advertían a lo que añadían que todo ello debía tomarse como “un llamamiento de dos profesores de la universidad pública a que no bajen la guardia”.

Mientras tanto, la periodista Pilar Bonet y la ex secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, Cristina Gallach, también urgían a la necesidad de reconstruir puentes de entendimiento en una geopolítica marcada por divisiones profundas y devastadoras. Bonet alertaba de que “hemos pasado de un proceso que parecía ir hacia una globalitzación más justa o de reducción de desigualdades a una nueva fragmentación”. Mientras que Gallach aseveraba que “estamos en un momento de un orden multiflex y ahí cobra importancia la coherencia. Uno de los elementos que nos ha limitado más es que occidente no es coherente. Por ejemplo, se ve en el apoyo a Ucrania y en cómo responde a la situación de multiguerras en Oriente Medio”. Ellas advertían de que la única salida viable es la de potenciar los consensos y el diálogo frente a la ruptura, la fragmentación o las ansias de dominación. Y ponían de ejemplo casos exitosos en esta línea como la pacificación de Colombia. Aún así, Gallach reconoció que esta política de negociación auspiciada por la ONU logra “cambiar conflictos, pero a un ritmo que no nos cunde”.

La era de la IA o la “invasión algorítmica”

Si las guerras activas o las elecciones norteamericanas fueron protagonistas trasversales en este Festival de les Humanitats, no lo fue menos el impacto de las nuevas tecnologías, especialmente la Inteligencia Artificial, en nuestras vidas presentes y futuras.

La filósofa y escritora, Remedios Zafra, cuestionaba como esta nueva realidad “diluye las fronteras entre lo privado y lo público, potenciando esto último”. Ella resaltaba la erosión de los marcos de fantasía, donde se vuelve cada vez más difícil “situar el contexto que nos permite entender y significar informaciones, más aún con la IA”. El ensayista Alba Rico, por su parte, comentaba la paradoja de que, “mientras nuestras vidas personales se vuelven cada vez más transparentes, las instituciones se vuelven más opacas”. Y lamentaba que “la corporalidad ha perdido la la centralidad en nuestra experiencia humana”. Para Alba Rico, tenemos que ser “revolucionarios en lo económico contra el capitalismo. Reformistas en lo institucional, pues sí que se han conseguido conquistas en lo social y civil que no podemos ceder. Y, finalmente, conservadores en lo antropológico, en la supervivencia de la especie, pero también en nuestros vínculos, en aquellos que merezca la pena mantener”.

Ambos ponían en valor la necesidad de espacios de reflexión que nos permitan comprender estos desafíos, planteando la pregunta de si estamos avanzando hacia un mundo realmente mejor o solo hacia un espejismo de progreso.

Por su parte, el catedrático de Inteligencia Artificial Ulises Cortés señalaba que la Inteligencia Artificial no tiene intencionalidad: “Podemos tener aplicaciones de IA que tomen decisiones basadas en el criterio de un humano, pero la máquina todavía no tiene la capacidad para tomarlas”. Además, afirmaba que “hoy somos capaces de mover los límites de la ciencia” y alertaba sobre el peligro de que los niños estén haciendo uso de unas tecnologías muy potentes sin el necesario juicio crítico.

Finalmente, el astrofísico y filósofo Juan Arnau, especialista en la filosofía hindú, ironizaba al definir la IA como “invasión algorítmica” y advertía de que vivimos en “la era del culto al dato”. Él hacía pensar al público presente, preguntándoles “¿cómo se crea un dato?” y revelando que este es hijo de un instrumento y nieto de una teoría. Para Arnau, “el conocimiento es siempre algo falso, es el consenso de los expertos”. Tras lo cual recordaba que “toda teoría crea su base empírica y toda viene de un experimento de imaginación”. Por tanto, añadía, “el dato es nieto de la imaginación”. Arnau advertía también de que la ciencia es buena “pero puede no serlo”. Tampoco es “universal” ni “única” sino que por el contrario hay muchas ciencias al igual que no existe un “método científico” sino muchos y que pueden crearse nuevos y transgredirse los anteriores.

“Es una injusticia que en las elecciones americanas solo voten los americanos”

Una de las sesiones más esperadas de este festival llegó en la mañana del jueves, día 24 de octubre. En ella, el periodista y director de contenidos del evento, Josep Ramoneda, conversó con el periodista norteamericano John Carlin en una ponencia titulada “Los límites de la política” y donde las elecciones en Estados Unidos fueron claramente protagonistas, así como las guerras en Ucrania y Oriente Medio. Carlin, siempre polémico y provocador, no dudó en tildar la guerra de Ucrania como fruto de la locura y obsesión de Putin al que definió como “el Hitler del siglo XXI”. Para él esta guerra solo puede acabar con negociación porque “nadie la va a ganar”. Y auguró que lo más probable es que Rusia se quede con los territorios ya ocupados del Dombás de algún modo a cambio de dar seguridad a Ucrania de que su invasión no irá más allá. Luego añadió que entonces ambos pueblos se preguntarán “¿tanto sufrimiento para qué?” como ha pasado ya en tantas otras guerras en el pasado.

Sobre la guerra en Oriente Medio advirtió de que “es imposible hablar de Israel o Palestina sin ofender a alguien” y dijo que le “irrita” la centralidad que tiene este conflicto en el panorama político internacional al tiempo que se olvidan otros mucho más graves y atroces como el que afecta actualmente a Sudán. Para él “el conflicto de Israel y Palestina me desespera porque no le veo solución alguna ni creo que la vean mis nietos. Es la eterna venganza”, sentenciaba.

Por último, sobre las elecciones en su país natal, Estados Unidos, dijo que no lograba apostar en estos momentos por quién iba a ganar, pero sí que advirtió de la polarización cada vez más extrema y de que hay un aumento de una reacción de las clases populares y rurales ante un discurso demócrata condescendiente, moralizante y paternalista. Es más, llegó a afirmar que allí conviven “dos especies diferentes. Una que vive en la costa y en las grandes ciudades, y el resto del país”. Para él, Trump es “el descaro más absoluto y la mentira continua”, pero pese a todo ello no descarta que pueda volver a ser presidente en pocos días.

Carlin reflexionaba sobre el enorme peso que Estados Unidos ejerce en la política exterior mundial, llegando a señalar con ironía que “es una injusticia que en las elecciones americanas solo voten los americanos, debería votar todo el mundo”. Aunque no se mojó sobre el ganador, sí que dijo que “apuesto todo lo que tengo a que Kamala Harris ganará en votos” lo que no supone, añadía, ni mucho menos, que llegue a ser la presidenta.

Esperanza sí, pero sin perder el tiempo

Esta tercera edición del Festival de les Humanitats de Dénia dejó en los asistentes cierta sensación de pesimismo y de miedo ante la crisis de democracia, ecológica, de polarización política internacional, rearme y auge de los extremismos fruto del delicado contexto nacional e internacional en el que se producía. No obstante, también hubo momentos y mensajes para la esperanza, la reacción, la resistencia y la valentía.

Para Cacciari, la mediación europea debe ser y será vital para evitar un enfrentamiento político entre los grandes agentes mundiales. Él aseguraba que ese era el gran desafío de nuestro continente. Eso sí, advertía de que “el tiempo es corto”.

Algo similar ocurría al hablar de los limites ecológicos de nuestro planeta. Los biólogos presentes alertaban de que ya se habían superado seis de los nueve límites planteados, pero explicaban que todavía no es tarde para revertir estos y para evitar que el resto siga creciendo hasta llegar a los temidos como “puntos sin retorno”. Eso sí, advertían de que en dos o tres generaciones nos podemos jugar el destino de milenios. Para evitarlo será clave “pensar globalmente y actuar localmente”.

Ellos alertaron de que estamos entrando ya en la “sexta extinción masiva de la tierra” y que esta, al contrario que las anteriores, no está ocasionada por causas naturales, sino por el ser humano y que es la más rápida de todas. Aún así, indicaron que las soluciones están ahí, que pasan por proteger y restaurar los ecosistemas naturales.

“Hay que pensar que somos naturaleza, no controlamos la naturaleza. La salud humana y la del planeta están interrelacionadas”. A lo que añadían que “hay espacio para el optimismo, pero este es cauteloso”. Y auguraban que “el colapso humano no es inevitable, pero requiere una acción rápida, ambiciosa y transformadora”. Para ellos hay señales para la esperanza como que estamos cerca del pico global de emisiones contaminantes. Esto se une a la la revolución de las energías limpias o al hecho de que la cuestión climática ya está en el centro del debate político.

“La experiencia del COVID nos enseña que tenemos una capacidad de transformación brutal y rápida, también institucional y estatal”, recordaban y dejaban una reflexión final. “Hay que incidir en un discurso del ecologismo no sólo desde el sacrificio, sino desde el placer y la calidad de vida que nos puede aportar”.

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