València: Plaza de ¡España!
Si decides que el salón de tu casa es demasiado grande y las habitaciones de tus hijos son demasiado pequeñas, puedes iniciar una reforma para repartir mejor el espacio… o dejarlo como está. El salón se usa poco, porque 'hacemos vida' en la cocina y en cambio, los niños necesitan más espacio para sus cosas en sus cuartos.
Cambian las tipologías de vivienda, ahora se supone que son más 'funcionales'. También los edificios de oficinas y equipamientos. Detengámonos en esta palabra. Funcional, según el diccionario, en una de sus acepciones, quiere decir “eficazmente adecuada a sus fines”. Es decir, que cumple la función para la que se diseñó. La forma sigue a la función, reza la biblia del llamado urbanismo funcional o moderno, y no al revés.
No más cubiertos de diseño que ni pinchan ni cortan, no más zapatos para presumir pero que provocan malformaciones en el pie y dolores en la espalda, y así vaya el lector mirando a su alrededor y poniendo más ejemplos de 'vida no-funcional'. Mire también a las calles y adivine para qué funciones han sido diseñadas.
La foto que les presento corresponde a la denominada plaza de España en València. Hacía tiempo que andaba buscando un punto de vista adecuado para mostrar todo su esplendor, así que gracias a nuestro amigo Adolf Beltran, aquí la pueden ver.
Espero que algún lector reconozca el lugar porque lo siente como suyo, porque lo usa a diario, como una prolongación de su casa, a fin de cuentas, eso es la calle. En cuanto a los demás, dediquen unos minutos para ponerse en la piel y en los zapatos de alguno de esos minúsculos seres que aparecen en la imagen. Intenten ir de un punto a otro caminando, sobre todo si van un poco con prisas (hay una estación de metro). O si vienen de la calle de Albacete, pletórica de arbolado, y quieren ir al centro... Averigüen cómo están repartidos los tiempos de los semáforos, no intenten ir por el camino más recto, no lo intenten. Si usted tiene cierta dificultad para caminar, ni le cuento.
Y recuerden que a eso le llamamos en València la plaza de España, con el Cid presidiendo la escena. No hace falta que busquen en el diccionario el significado de ese vocablo. Pero sí les invito a visitar algunos de los espacios urbanos que, en otras ciudades, llevan esa misma denominación, por ejemplo, Roma o Madrid… o Mostar.
Volvamos al funcionalismo e imaginemos que el cambio de modelo de movilidad que el Ayuntamiento de València parece impulsar va en serio. De hecho, algunas reformas van en esa línea. Si convenimos en que hay que priorizar otras funciones -las habitaciones de los niños- habrá que cambiar la forma de las calles y plazas, y no estaría mal abordar también la de España. Y así, calle por calle, plaza por plaza, hasta recuperar las funciones para las que se crearon estos espacios públicos: pasear, caminar, relacionarse, manifestarse, jugar, disfrutar…
¿Que eso cuesta mucho dinero?... Pues claro, pero más cuesta, aunque no lo percibamos, mantener esta absurda y dañina situación, tanto para nuestra salud física y psíquica como para una economía urbana de calidad.
Leo estos día que hay pequeños cambios en el cruce de Russafa con Gran Vía (donde Marqués del Turia sigue por Germanías) solo para coches y leo también que ya se está montando (mejor, lo están montando) un pequeño follón contra el ataque sistemático que el malvado concejal mantiene contra los respetables coches. Se trata de un enclave parecido al de la imagen anterior.
Aquí desaparece el arbolado en la Gran Vía. La más civilizada del Reino de València también ha sufrido uno de esos ataques, con un carril bici que continua luego por Russafa hasta el anillo de la Ronda. Pero en ese cruce de calles caminan a diario miles de personas (que no medimos, por cierto, ocupados en contar solamente el paso de los coches). Muchas de esas personas van caminando a diario a trabajar o a llevar a sus niños a los colegios, por ejemplo, de la calle de Cirilo Amorós, y de momento merecen poca atención.
Echen una última mirada a la imagen de la avenida de Victoria Eugenia, que es como se llamó en su momento la actual del Reino de València, mismo espacio, otros tiempos. No se trata de una mirada melancólica al pasado como un tiempo siempre mejor, sino de pensar respuestas contemporáneas a los retos actuales, a ser posible, ligando con su historia: nuestra historia urbana y social.
Por cierto, algunas ciudades europeas han desandado el camino, han coloreado imágenes antiguas y les han dado vida urbana actual abriendo paso a la gente. Imaginemos, poco cuesta, hacer algo parecido con este endemoniado cruce. Y de paso, pintemos de gris rancio la imagen en colores que les presenté al principio de la plaza de España.
Supongo que la mayoría de la ciudadanía ha interiorizado de tal modo la percepción rutinaria de la calle, que en su deambular solo la sienten como lugar de tránsito, puesta su mirada real en los problemas que les acucian, el destino inmediato que les aguarda, o el retraso que llevan en alcanzar una cita. Esta aceptación pasiva de la realidad es la que, en el fondo, favorece la inactividad de los gobiernos locales para promover cambios. Que no seamos plenamente conscientes y críticos con la situación del espacio público no exime a los gobiernos de la responsabilidad que les atañe.
Joan Olmos es profesor de Urbanismo.