El País Valenciano visto de muy cerca
Bien se puede decir que Nèstor Novell (Gandia, 1953) y Josep Sorribes (València, 1951) conocen el País Valenciano de primera mano. Especialistas en lo que podemos llamar economía territorial, han dedicado sus trayectorias profesionales al estudio de la dinámica comarcal y urbana. Pero son, además, dos intelectuales activos de un valencianismo que se apoya en el estudio y el conocimiento.
Es esta polifacética caracterización personal la que hizo posible que emprendieran una indagación a fondo sobre la sociedad valenciana cuyo resultado es una especie de retrato interdisciplinario y en profundidad de su realidad actual. Nou viatge pel País Valencià, el libro que acaban de publicar es una obra de 1.600 páginas en dos volúmenes editada gracias a la colaboración de la Universidad de Alicante con la Universidad de Valencia y la Institució Alfons el Magnànim-Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació.
“Se han recorrido el país y han hecho una aportación enorme al autorreconocimiento de los valencianos”, comenta el escritor Gustau Muñoz para abrir una conversación relajada, celebrada un mediodía de este mes octubre en La Marina de València, de los autores con media docena de periodistas valencianos, el catedrático de geografía humana Joan Romero y el director estratégico del Consorci València 2007, Ramón Marrades.
“Una radiografía del País Valenciano”
“Han hecho una radiografía del País Valenciano desde todos los puntos de vista”, prosigue Muñoz, al dejar caer una primera constatación que el libro destila: “El impacto de la crisis ha sido durísimo”. Entre otras cosas, este impacto se plasma en que “el binomio turismo-construcción ha dejado de funcionar”.
“Hay mucho de geografía humana y de economía territorial o economía política”, comenta Gustau Muñoz, para indicar acto seguido las “muchas referencias a Cavanilles, Fuster o Lluch” recogidas en un ensayo que Joan Romero califica como “un libro fuera de catálogo, un libro extraordinario hecho por unos autores con perfiles también fuera de catálogo que han coincidido para producir una obra fantástica”.
En opinión de Romero, el trabajo de Novell y Sorribes “sirve para ubicar los retos de este país en un mundo donde todo va rapidísimo”. La vertiginosa evolución del contexto en que se produce sería una diferencia crucial de este “viaje” con sus ilustres precedentes: las Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, que Josep Antoni Cavanilles escribió en el siglo XVIII, y El País Valenciano, que Joan Fuster publicó en 1962.
“¿Es un país? ¿Quiere serlo?”
El Vinalopó, la ciudad de Alicante, el Valle de Ayora, La Ribera y Los Serranos, el área de Valencia y el apartado dedicado a Oropesa son los capítulos que Romero destaca como “piezas fundamentales” de este “nuevo viaje”. Le sugieren una pregunta crucial sobre el territorio de los valencianos: “¿Es un país? ¿Quiere serlo?”.
Declive, crisis, estancamiento... son términos que emergen a menudo de las conversaciones con los interlocutores sobre el terreno y de los datos y estadísticas que los autores utilizan. En opinión de Romero, el viaje de Novell y Sorribes describe la situación “de una región económica de la vieja periferia europea con dificultades de encaje importantes”.
Se trata de una situación causada por el impacto de la globalización que apela al papel de unas élites que “no tienen visión estratégica”. Por otro lado, como ya señaló Juan Linz en los años setenta, el trabajo de estos dos autores detecta que, entre las comarcas del norte y del centro y el sur del territorio “hay algo que no está acabado de coser”.
El “gobierno del territorio” aparece como uno de los grandes problemas, según Romero, que señala el hecho de que alcaldes de pueblos vecinos no se hablan entre ellos, que hay un área metropolitana de Valencia que podría funcionar, pero no lo hace, y que la cultura de “pensar juntos para ganar todos” no se acaba de hacer presente.
“No obstante, el país funciona”, apunta Romero, que cita como ejemplos las experiencias en agroindustria, en altas tecnologías o en materia de turismo“. ¿Qué habría sido de este país con unas élites a la altura de los tiempos, buenas plataformas de cooperación y coordinación, un impulso en investigación y desarrollo y un esfuerzo decidido en formación?
“Cadenas de valor de geometría variable”
“El país ha estado muy mal gobernado”, dice Gustau Muñoz“, que apunta la existencia de un poder político débil y el ”maltrato por parte del Estado“ y manifiesta su esperanza en que el cambio político en la Generalitat favorecerá unas expectativas mejores. Pero Sorribes enlaza con la reflexión de Romero para constatar que la sociedad valenciana ”funciona, a veces, inexplicablemente“, si se tiene en cuenta ”la cantidad de oportunidades que se pierden por no hablar“. Y pone como ejemplo el área metropolitana de Valencia.
Nèstor Novell destaca que a lo largo de la geografía valenciana “hay gente muy creativa, pero con problemas de cohesión”. La apuesta por un modelo basado en la especulación inmobiliaria ha llevado, comenta, a la crisis de sectores económicos como el calzado en Elche, con un 35% de paro oficial y un retorno evidente a la economía sumergida. “¿Qué relación hay entre los distritos industriales?”, se pregunta. “¿Cómo se puede sobrevivir cuando no hay una política industrial desde hace años?”.
Novell pone La Foia de Castalla y la reconversión del sector del juguete como “paradigma de lo que podría ser en otras zonas del país”. Con una intervención activa del Instituto Tecnológico del Juguete, allí se han sabido crear “cadenas de valor en función de la demanda”. En los años 70 y 80 el proceso de industrialización valenciano se basó en “microempresas y micropueblos”, recuerda Novell. “Fue una cultura emprendedora basada en la imitación”. Ahora, en cambio, “hay que generar redes de colaboración, entrar en cadenas de valor de geometría variable”.
“Si la política no se hace territorial, es menos eficiente”
Pero todo eso pide una “permeabilidad” y una “agilidad” que dependen de la estructura administrativa. “Si la política no se hace territorial, es menos eficiente”, indica Sorribes, que añade: “está fallando la arquitectura territorial”. Hay coincidencia en destacar la importancia de la comarcalización y la adaptación al territorio de las políticas públicas y en considerar que “las diputaciones son elementos de atraso objetivo”.
“Habría que ser un poco radical en este tema de las diputaciones”, concluye Sorribes, que se pregunta, junto con Novell, después de haber observado el País Valenciano muy de cerca y haber levantado acta de sus fracasos recientes: “¿Hemos aprendido algo?”.