Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

CV Opinión cintillo

Feijóo y la teocracia en Europa

Natxo Serra

0

Una de las imágenes que más me impactó en mi infancia fue ver al Caudillo de España en una procesión, bajo un dosel sostenido por varales portados por los sacerdotes que le rodeaban a modo de cortejo. Como ni llovía, según se veía, ni era verano, no se justificaba por nada climático. Luego, era un elemento propio de esa ceremonia el ser agasajado, como veía en las procesiones que se hacía con las imágenes de santos y vírgenes. En mi ingenuidad pensaba que ese señor era el jefe de los curas. Eso daba que pensar: el hecho de que, también en las monedas de la época, figurara la leyenda de “Caudillo de España por la Gracia de Dios”.

Franco era todo en uno, como el Espíritu Santo. Todos los poderes del estado convergían en él. Recuerdo que en la catequesis se nos explicaba que el misterio de la Santísima Trinidad era tan complicado que los niños no eran capaces de entenderlo. Se nos pedía que creyéramos sin pretender entender el porqué. Eso es, y no otra cosa, la fe.

El misterio de por qué Franco iba bajo palio no era tan complejo de explicar. Lo hacía porque podía, quería y le convenía. Consolidaba su poder: había ganado una guerra de exterminio del enemigo. Era el Dictador responsable del mayor número de desaparecidos a nivel mundial, solo la Camboya de los Khmer tenía más ejecuciones sumarias y asesinados sin localizar en fosas comunes. Necesitaba elementos que le blanquearan.

No me es ajeno el hecho religioso. Algunas personas claves en mi vida, empezando por mi propia madre, eran creyentes católicas. Y eran buenas personas. También, eran lo bastante inteligentes para saber que todo tiene un límite. Y que un Dios misericordioso no podía desear el dolor. La filosofía de la transcendencia de Jaspers define bien como el lugar donde me sitúo en el hecho religioso.

Lo inconcebible, pasados los años, lo realmente inexplicable, es como la Iglesia concedía honores, reservados al Papa, a un genocida. Ponía de manifiesto una simbiosis absoluta, en esa época, con un poder antidemocrático. De esa etapa abyecta ya han pasado 50 años. Y la situación es muy diferente. Hoy, España es uno de los estados más respetuosos del planeta con la libertad para elegir de cada persona cómo vivir su propia vida. No hay apenas países más libres en el mundo que la España de 2023.

En España no hubo, a diferencia de otros estados europeos que salieron de dictaduras igualmente atroces, una ruptura con el pasado. Incluso Ayuso, cuando habla de la libertad en Madrid para vivir y opina sobre el aborto, y lo considera un derecho de las mujeres, sabe que su principal antagonista y adversario está en su propio partido: nadie está más capacitado que Feijóo para arruinar la ambición de Ayuso. En cualquier otro país, Ayuso y Feijoo liderarían partidos diferentes y enfrentados. La anomalía española, el hecho de que el neoliberalismo y el neonacionalcatolicismo estén bajo un mismo paraguas, o palio, solo se explica por la herencia de la dictadura franquista. Una herencia que nunca ha sido negada por sus herederos directos.

Ayuso se mira en Macron, Thatcher, Reagan, Aznar. En el neoliberalismo que provocó la mayor crisis económica en un siglo. Feijoo lo hace en Orbán, Erdogan, Meloni o Morawiecki, los responsables del mayor retroceso en los Derechos Humanos en Europa desde 1945. Y en Zemmour. Parémonos en este último. Zemmour es un político francés que se presentó a las pasadas elecciones presidenciales francesas, sobre todo, porque sin la religión determinando la ideología, cualquier proyecto político era, es, para él, una herejía.

Las religiones con mayor influencia en las decisiones políticas en los estados europeos tienen incorporada históricamente la persecución del hereje; la intolerancia. Si la discrepancia, el debate y la aceptación del cambio son esenciales en una Democracia, al mismo tiempo, también son los peores enemigos para un orden confesional. La ultraderecha confesional no admite la libertad de elección. Lo condiciona todo a su fe. Es excluyente. No puede admitir que nadie piense por sí mismo. Solo se admite un pensamiento: el que profesan los que mandan en la derecha confesional. Así, se niega el derecho al aborto, se impone la tortura vital, que es obligar a una persona a vivir una vida que no desea. Y, a partir de esa negación de derechos fundamentales, la democracia, de facto, desaparece.

La España de Feijóo se mira en Hungría, Polonia, Turquía. Feijoo ha decidido que va a acabar con Abascal por la vía de hacerlo superfluo: vaciando de contenido el programa electoral de VOX: el PP ha decidido ser VOX. Ahora, las personas que añoran el nacionalcatolicismo tienen dos partidos idénticos a los que votar. En estas elecciones, los votantes de Ayuso se han quedado sin partido al que apoyar.

En la Comunitat Valenciana es especialmente evidente que el PP ha desaparecido como partido autónomo en las elecciones del próximo 23 de Julio. Sólo una persona con poder en el PP ha protestado por esa desaparición. La líder del PP de Extremadura, María Guardiola, se negó a pactar con Vox, precisamente, por no querer aplicar un programa, que entendía, vulneraba su programa electoral. Entre los populares valencianos, silencio. ¿Dónde se ha quedado González Pons? ¿En Bruselas? ¿O teme a Vox? Al final, María Guardiola cedió. Negó sus propias palabras y ha acabado corrigiéndose a sí misma: los hombres de Feijóo no le han dejado ninguna otra opción. La han dejado sola ante el partido que niega la violencia machista convirtiéndose en lo mismo.

El PP, una vez más, ha decidido sacrificar a la ciudadanía valenciana para conseguir sus objetivos en España. Volvemos a ser moneda de cambio. El primer lugar, de las nueve comunidades autónomas que gobernará el PP, donde ha habido un pacto de gobierno entre PP y VOX es aquí. Un pacto, además, de mucho mayor alcance que el anunciado hoy en Extremadura. No es casual. Es la reaparición del expolio continuado a los valencianos y las valencianas. Es el resultado de la falta de respeto y de aprecio: se sacrifica más lo que menos se valora y se aprecia. El PP, por una silla en la Moncloa, desprecia a una sociedad entera. No es novedad. Pero deberíamos hacer que fuera la última vez.

Etiquetas
stats