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Felipe VI: al Sáhara lo que es del Sáhara

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Casi 30 años luchando para poder votar, arrancadas de sus tierras, en campos de refugio. Toda una generación, en términos demográficos, es apátrida en el Sáhara Occidental. Lo es porque en la modélica transición española, el aún aspirante al trono Juan Carlos de Borbón abandonó a la colonia saharaui, obviando toda responsabilidad sobre un territorio que debía descolonizar.

Y así es como Hassan II tuvo un puente de plata para invadir y anexionarse ilegalmente un territorio sobre el que en los años 80 levantó un muro de 2.720 kilómetros, con la inestimable colaboración de Israel y Estados Unidos. No en vano, el Sáhara Occidental, esos más de 200.000 kilómetros cuadrados de gran importancia geoestratégica, ricos en fosfatos, hierro, petróleo y gas, suponían un suculento bocado que Washington no iba a dejar pasar.     

Juan Carlos I y Hassan II, retirado uno a sus labores en Arabia Saudí y fallecido otro en 1999, pertenecen al siglo pasado. Pero sus hijos, Felipe VI y Mohamed VI, reinan hoy con la terrible herencia de sus respectivos padres sobre sus espaldas.

Si a Felipe de Borbón le preocupa algo la reputación de una monarquía cada vez más puesta en entredicho por las presuntas tropelías que cometió su progenitor durante su reinado sabiéndose inviolable, e incluso después de él presumiéndose impune, debería empezar a tomar decisiones diametralmente opuestas a las que protagonizó su padre. Hacer pública la asignación de recursos de la Casa Real, desterrar las futuribles prácticas corruptas y, sí, también permitir referéndums. En su papel de jefe de Estado, Felipe VI tiene la oportunidad de hacer que España asuma sus responsabilidades como potencia administradora del Sáhara Occidental. Como más alto representante del estado español en las relaciones internacionales, Felipe VI debe hacer los esfuerzos necesarios para que se ponga en marcha de forma definitiva lo previsto en los acuerdos de paz vigentes entre el Reino de Marruecos y la República Saharaui que marcaban la realización inmediata de un referéndum de autodeterminación tutelado por las Naciones Unidas. Sería una buena manera de empezar a desmarcarse de las actuaciones de su predecesor en el cargo, aquel príncipe heredero que en los estertores de Franco dio el primer paso para abandonar al pueblo saharaui.

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