Violencia y género
El jueves 19 de septiembre fue un día nefasto para la lucha contra la violencia de género. Ese día había una concentración en el Ayuntamiento de Madrid: una mujer había sido asesinada por su expareja el martes anterior, en presencia de sus dos hijas. Y lo peor de todo es que lo recordamos por ser el día de confrontación entre las pancartas de Vox y del resto de partidos políticos, que salieron a la calle para demostrar su repulsa por estos crímenes machistas que se suceden día a día en nuestra sociedad, y que no somos capaces de atajar. Todos los grupos políticos se congregaron para unir su rechazo a esta lacra, mostrándolo con pancartas. Frente a todas ellas, la de Vox, en la que se leía: “La violencia no tiene género. Contra todo tipo de violencia intrafamiliar”. Tras ella, Ortega Smith y cuatro personas más.
Por supuesto que hay que actuar en contra de cualquier tipo de violencia. Faltaría más. Desde la sociedad, desde el ámbito policial, desde la justicia. Creo que esto queda fuera de toda duda. Sin embargo, sí me gustaría hacer una precisión. O varias, ya puesta. Es conveniente, en la vida en general y en la violencia de género en particular, no mezclar conceptos, a fin de evitar confusiones.
Situémonos. Más de mil mujeres víctimas mortales a manos de sus (ex) parejas o (ex) maridos desde que comenzaron los registros, en 2003. Sin contar todas las mujeres (miles) que están sufriendo en vida esta lacra. Y los cientos de hijos e hijas huérfanos/as asesinados/as en el contexto de esta violencia. Es ya sabido la necesidad social de mostrar el rechazo por este tipo de violencia.
Un tipo de violencia, por cierto, reconocido no por cuatro grupos feministas, como parecen, en ocasiones, hacernos creer a la ciudadanía: la violencia de género es un delito reconocido en la normativa interna e internacional.
Desde que en 2004 se publicó la Ley Orgánica contra la violencia de Género, de 2004 -que reconoce y recoge la normativa internacional al efecto-, se han sucedido un conjunto de leyes, normas, convenios internacionales (como el tan nombrado Convenio de Estambul), y pactos nacionales y autonómicos, que otorgan a la violencia de género carta de naturaleza, considerando estas manifestaciones de violencia como delitos propios, autónomos. Reconocen todos ellos que la violencia de género otorga un plus de desvalor al delito cometido en sí, pues estos tipos de delitos afectan a la mujer por el hecho de serlo, o se trata de delitos que les afectan de manera desproporcionada a las mujeres.
Por supuesto que la violencia es inaceptable en cualquier entorno y en cualquier forma: violencia sexual, física o psicológica. Contra cónyuges, parejas, familiares o extraños. Y así lo reconoce nuestro Código Penal y nuestras leyes.
Sin embargo, lo que el jueves se reivindicaba en el Ayuntamiento de Madrid hace referencia a una lucha internacional, a un tipo de violencia concreta: la de género. La ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo. Si no quieren participar, que no participen. Pero la actuación de Vox pretendió confundir conceptos.
Que se actúe en contra de la violencia de género no significa que se deje de perseguir, ni que se justifique de ningún modo, otras manifestaciones de violencia. Y de la misma manera que hay reivindicaciones contra la violencia hacia personas refugiadas, inmigrantes, de colectivos minoritarios a los que tratan de manera desigual, también puede haber (y hay) manifestaciones contra la violencia familiar, es decir, la cometida contra ascendientes, descendientes, hermanos/as y (ex) maridos o (ex) novios.
Por el contenido de la pancarta de Vox, parecía que quería inducir a la ciudadanía a creer que si estás en contra de la violencia contra las mujeres no puedes estar en contra del resto de tipos de violencia. Y esta conclusión es absurda. Cada violencia tiene su campo de acción.
Y contra este tipo de conductas, que tienden a confundir a las personas, debemos ser claras y contundentes: la lucha contra la violencia de género es una lucha reconocida nacional e internacionalmente, en normas y convenios, que implica a toda la sociedad. Y esta lucha ni desmerece ni desprotege la persecución de cualquier otro tipo de violencia, familiar o hacia extraños, reprochable igualmente y digna de persecución.
Contra la oscuridad, claridad. Contra la ambigüedad, objetividad. Y contra la ignorancia: lectura.
*Lara Esteve, jueza experta en violencia de género
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