Neutralidad de carbono
Qué podemos hacer para que las emisiones totales sumen cero
Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano que causan el cambio climático se ha convertido en la prioridad para asegurar nuestra supervivencia en las próximas décadas.
Pero aunque es la más importante, esta es solo parte de la ecuación. El objetivo de la ONU para 2050 es la neutralidad, es decir, que aunque todavía haya algunas emisiones, sean compensadas con la captura de carbono por otros medios.
La mayor parte de nuestras actividades en la sociedad moderna emiten CO2. La producción de energía eléctrica representa casi dos tercios de las emisiones totales, y siguen la agricultura, el transporte en todas sus formas y la industria. Estas actividades forman nuestra huella de carbono, el total de las emisiones de gases de efecto invernadero de una persona.
Pero al igual que hay fuentes de emisiones, también hay sumideros de carbono, es decir, actividades o elementos que retiran el CO2 de la atmósfera. Esta es la clave del concepto de la neutralidad de carbono.
La captura de carbono y los sumideros de carbono naturales
La neutralidad de carbono también llamada emisiones netas cero, se alcanza cuando la huella de carbono total es nula. Es decir, cuando la suma de las actividades que emiten CO2 y las que lo capturan dan como resultado cero.
A menudo se citan las distintas técnicas para capturar CO2 y enterrarlo, por ejemplo, usando plantas de procesado del aire que retiran el CO2 de la atmósfera, o bien capturando el CO2 directamente de las chimeneas de la industria y las plantas de generación de electricidad que lo emiten.
Pero según reconoce la IPCC, sin descartar que hay que seguir intentándolo, estas tecnologías se quedan cortas, son muy caras, y seguramente no lleguen a tiempo para evitar lo peor del cambio climático.
Los sumideros de carbono más importantes son los océanos. Aunque antes se contaba con que los océanos absorben una cuarta parte del exceso de emisiones de CO2 , aunque esta cifra podría ser aún más alta, y absorber hasta la mitad de las emisiones.
El CO2 disuelto en el agua forma sales, y además, las plantas microscópicas que forman el fitoplancton y las algas absorben dióxido de carbono mientras hacen la fotosíntesis.
Este favor que nos hacen los océanos tiene un precio muy alto: el CO2 disuelto en el agua es responsable de la acidificación, que mata a los corales y otros seres vivos con conchas formadas de carbono y calcio.
Esto modifica los ecosistemas y reduce muy gradualmente la capacidad del océano para retener CO2. Una gran parte de estos procesos están ya fuera de nuestro control. Sin embargo, la otra mitad de las emisiones de CO2 son capturadas por la tierra, es decir, el suelo y las plantas. Y sobre esto sí tenemos capacidad de influir un poco.
Los árboles y las cosechas
Un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Science calculó que plantando un billón de árboles (lo que supondría incrementar en un 25% la superficie de bosques del planeta) se podrían compensar una cuarta parte de las emisiones globales.
Aunque la capacidad de absorción de carbono puede variar, en general se considera que un árbol puede almacenar unos 22 kg de CO2 al año. Es decir, para absorber una tonelada de CO2 al año es necesario plantar 45 árboles maduros.
En comparación, en España, una persona emite una media de 5 toneladas de CO2 al año (la tercera parte que un estadounidense). Aunque plantar árboles es una estrategia imprescindible para la neutralidad de carbono, no es suficiente, y los árboles tardan décadas en madurar, un tiempo que no tenemos.
Otros estudios afirman que es mucho más importante conservar los bosques que ya hay, ya que los árboles más viejos capturan mucho más CO2, hasta 150 kilos por año. Por desgracia, liberan mucho más cuando se queman, lo que acentúa el valor de su conservación.
Se calcula que desde el inicio de las civilizaciones humanas el planeta ha perdido un 45% de los árboles que tenía originalmente. En España, este año ya se han quemado 290.000 hectáreas, en el peor año de incendios hasta la fecha, de las cuales 112.000 son de superficie arbolada, lo que equivale a unos seis millones de árboles.
En otros lugares del mundo la situación es mucho más dramática. En Brasil, durante el mandato de Bolsonaro, se calcula que se perdieron más de tres millones de hectáreas de bosque tropical.
La otra estrategia para aumentar la captura de carbono es mejorar la agricultura. La mayor parte de las cosechas actuales emiten carbono a la atmósfera en lugar de capturarlo. Una nueva forma de explotación llamada “carbon farming”, basada en la agricultura regenerativa, propone hacer lo opuesto: optimizar los cultivos para que capturen CO2 al mismo tiempo que producen alimentos.
Esta modalidad de agricultura usa las plantas para atrapar el CO2 y, a continuación, aplica estratégicamente prácticas como la reducción del laboreo, la plantación de cultivos con raíces más largas y la incorporación de materiales orgánicos al suelo para fomentar que el carbono atrapado se traslade al suelo y permanezca en él.
Por ejemplo, al roturar la tierra se liberan grandes cantidades de CO2, algo que se puede evitar con nuevas técnicas agrícolas que plantan semillas sin arado. La agricultura regenerativa también implica un uso combinado del suelo, con árboles, cultivo y ganado.
El fin consiste en asegurarse de que se atrapa la biomasa en el mismo lugar, algo que no ocurre con las macrogranjas, donde muchas veces el valioso estiércol se vierte a los ríos.
Qué hacer individualmente para capturar carbono
Según la IPCC, alcanzar la neutralidad de carbono en el año 2050 es posible, pero requiere cambios sociales y políticos sin precedentes. Implicaría una política transnacional para la agricultura y los bosques, y fijar precios de emisiones de carbono para financiar los cambios.
En el mundo solo hay dos países por el momento que hayan alcanzado la neutralidad de carbono: Bután y la Ciudad del Vaticano. También hay algunas regiones y ciudades que ya tienen emisiones netas cero o negativas con una combinación de reducción de emisiones, energías renovables y reforestación.
Entre ellas se cuentan la ciudad de Alberta en Canadá, las islas Orkney en Escocia, y en España, la isla del Hierro en Canarias, y la ciudad de Logroño-Montecorvo. A nivel doméstico, nuestra capacidad de influencia es limitada, pero no menos importante.
Cada vez que evitamos emitir carbono, lo estamos capturando. Por ejemplo, reutilizar objetos o comprarlos de segunda mano ahorra al mundo la fabricación de uno nuevo. Esto se extiende a todos los objetos de usar y tirar que consumimos, como vasos de plástico o maquinillas de afeitar.
Comprar la comida local también tiene un gran impacto. Un filete de un pollo criado en tu provincia genera muchas menos emisiones que los aguacates importados de Colombia o los espárragos de Perú, que tienen un inmenso coste en transporte.
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