Qué podemos aprender de las ciudades europeas con más árboles
Los espacios verdes y los árboles en las ciudades ofrecen numerosos beneficios probados, entre ellos, capturar parte del CO2 que emiten a la atmósfera los coches, casas e industrias, mejorar la calidad del aire absorbiendo contaminantes, reducir el ruido del tráfico y refrescar la temperatura de la ciudad.
Los árboles contribuyen a mitigar el efecto isla de calor urbano, que se produce cuando las ciudades son significativamente más cálidas que las zonas rurales circundantes debido a las actividades humanas.
Los árboles proporcionan sombra y protegen el asfalto de la radiación directa del sol, con lo que la temperatura en la superficie es menor. Esto a su vez ayuda a reducir los costes energéticos de refrigeración de los edificios.
Pero también hay beneficios para la salud y la vida de las personas. Los estudios han demostrado que las personas que tienen fácil acceso a espacios verdes gozan de mejor salud y reducen las tasas de mortalidad a causa de la hipertensión, el estrés, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la obesidad.
Además se produce un efecto sociocultural en el que los espacios verdes proporcionan oportunidades para la actividad física, para estar en contacto con otras personas, reducir el aislamiento social, y mejorar la salud mental, reduciendo la incidencia de la depresión y la ansiedad.
En un estudio reciente publicado en la revista Health & Place se comprobó que usar los espacios verdes como tratamiento para las enfermedades mentales consigue mejorar los síntomas gracias factores psicológicos que interactúan entre sí: la sensación de evasión y escape, disponer de un espacio para reflexionar, la actividad física, afrontar dificultades, tener un propósito, interactuar con otras personas y compartir experiencias.
Es algo que los japoneses practican con esta intención desde hace mucho tiempo, y se llama shinrin-yoku o baño de bosque. La terapia del shinrin-yoku no es una novedad reciente, aunque tampoco una tradición milenaria.
Proviene de Japón, donde en 1982 la Agencia Forestal Nacional comenzó a promoverla entre los ciudadanos de las grandes ciudades con el fin de que retornaran a la naturaleza en una sociedad fuertemente urbanizada.
La idea era propiciar el conocimiento del entorno natural a la vez que se contribuía al mantenimiento de los bosques mediante un aumento de impuestos. La iniciativa tuvo gran éxito y pronto fue exportada a Corea del Sur, donde también fue adoptada como propia.
En general, los árboles en las ciudades no son un gasto, sino una inversión que permiten ahorrar dinero indirectamente en todos los aspectos que afectan a los ciudadanos.
Por este motivo es incomprensible que haya ciudades que han emprendido una guerra contra los árboles, arrancando especímenes de cientos de años que son insustituibles. Aunque se replanten árboles jóvenes, los árboles grandes capturan CO2 de forma más eficiente que los pequeños, lo que sugiere que tienen un efecto desproporcionado en la captura de carbono. Los árboles viejos almacenan más carbono en proporción a su tamaño.
Ciudades campeonas del arbolado
Según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, las cinco ciudades con más árboles y zonas verdes en Europa son Oslo (Noruega), Berna (Suiza), Liubljana (Eslovenia), Berlin (Alemania) y Madrid (España).
El Índice de Ciudades Verdes de Treepedia, un mapa interactivo creado por el MIT y el Foro Económico Mundial, permite comparar algunas de estas ciudades en un mapa con las áreas verdes marcadas, y permite comprobar que, por ejemplo, Frankfurt tiene casi el triple de zonas verdes que París, aunque queda lejos de Singapur o Tampa, en Florida.
En bastantes de estas ciudades se cumple que los índices de calidad del aire, medidos por el Índice de Calidad del Aire de la UE, están relacionados con la cobertura verde, como entre Frankfurt y Paris, aunque hay otros factores que hacen que, por ejemplo, Liubljana, a pesar de su arbolado, tenga una mala calidad del aire.
Para incrementar la densidad de árboles, varias ciudades europeas han implementado programas de reforestación. Por ejemplo, el proyecto “Green City Plan” de Hamburgo tiene como objetivo plantar más de 100.000 árboles en la próxima década. Madrid, por su parte, anunció en 2022 la “Estrategia de Infraestructura Verde y Biodiversidad”, que busca plantar un millón de árboles en los próximos años.
El impacto de estas iniciativas sobre la captura de CO2 y la calidad del aire es aún más significativo. Un solo árbol puede absorber hasta 22 kg de CO2 al año como media a lo largo de su vida.
Usando la calculadora del proyecto 8billiontrees.com, un árbol de unos 50 cm de circunferencia y cinco años de edad almacena casi una tonelada de carbono, produce tres toneladas de oxígeno y evita que se evaporen más de 2.200 litros de agua.
En cuanto a su efecto sobre la temperatura, este árbol equivale a cinco aparatos de aire acondicionado funcionando durante 100 horas. Pero si el árbol tiene 20 años y 1,5 metros de circunferencia, el efecto se multiplica, por ejemplo, hasta las 60 toneladas de carbón.
Los árboles y el bienestar
En cuanto a los beneficios sociales y psicológicos de los espacios verdes, es fácil entender cómo pueden fomentar la convivencia y el bienestar. Una extensa revisión de estudios comprobó que los árboles en zonas urbanas fomentan la convivencia entre distintas comunidades étnicas y culturales de la ciudad, así como entre distintas generaciones y niveles socioeconómicos.
Los árboles incrementan el valor de los inmuebles de una zona y mejoran la actividad para los negocios cercanos, así como fomentan la conciencia cívica y el cuidado del medio ambiente en esas áreas.
Diferentes estudios, como este publicado en la revista especializada en urbanismo Cities, han comprobado que los ciudadanos que participan voluntariamente en programas de plantación de árboles tienen mayor satisfacción vital y conciencia medioambiental.
Además, las zonas arboladas incentivan la actividad física, que a su vez es un factor fundamental para la salud mental y la calidad de vida en las áreas urbanas. Un estudio reciente en Portland (Oregón, EE UU), comprobó que por cada 100 árboles plantados se evitaba una muerte prematura, y que producían beneficios económicos que superaban en 1.000 veces el coste de mantenimiento de esos árboles.
Los árboles son esenciales para nuestras ciudades. No solo mejoran la calidad del aire y ayudan a combatir el cambio climático, sino que también benefician nuestra salud y economía.
La adopción de programas de reforestación en las ciudades europeas es un paso en la dirección correcta y es imperativo que continuemos estas iniciativas para construir un futuro más verde y sostenible. Como dijo Jorge Luis Borges, nunca podremos prescindir de los árboles.
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