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La búsqueda del 'tamayazo' como hazaña patriótica

Alberto Núñez Feijóo (i), en la ofrenda al apóstol en Santiago de Compostela, el 25 de julio pasado

Javier Pérez Royo

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El lector recordará, sin duda, que en la última investidura de Pedro Sánchez Inés Arrimadas se desgañitó literalmente en el Pleno del Congreso de los Diputados pidiendo que hubiera algún socialista “valiente” que se atreviera a no votar al candidato socialista, haciendo inviable de esta manera que se convirtiera en presidente del Gobierno. También recordará la protección que se tuvo que dispensar al diputado de Teruel Existe ante las amenazas “creíbles” que recibió desde el momento en que se supo que iba a votar a favor de Pedro Sánchez. La traición de algún diputado del PSOE o la alteración forzada de la voluntad de un diputado independiente fue la estrategia de las derechas españolas en la primera investidura propiamente dicha de Sánchez, ya que su primer acceso a la presidencia se produjo a través de una moción de censura.

Parece increíble que el fracaso de aquella operación no haya conducido al abandono de la estrategia de la búsqueda del traidor. Pero no es así. Fernando Savater le daba voz en su columna de contraportada de El País de este pasado sábado, 29 de julio, titulada 'Avanzar', que concluía con las siguientes palabras: “Sánchez ha perdido las elecciones: por mucho que salte y vocifere, no está vivo, sino mal enterrado. Basta para avanzar que un puñado de socialistas decentes apoyen a quien ha ganado y rematen la tarea patriótica, difícil pero inaplazable.”

Lo que Espinosa de los Monteros había planteado de manera irónica a la dirección del PP, Savater lo ha convertido en una suerte de imperativo categórico dirigido a los “diputados decentes” del PSOE. Los “decentes” de Savater son los “valientes” de Inés Arrimadas. Dado que el proceso de investidura es posible que se prolongue durante bastante tiempo, es más que probable que se ponga en marcha una campaña continuada de presión sobre los diputados socialistas para hacer imposible la investidura de Pedro Sánchez y forzar la repetición electoral. 

Es lo que ha ocurrido en la legislatura que acaba de concluir a partir de la convalidación del Decreto-ley de renovación del estado de alarma y en alguna otra votación clave como la de la aprobación de la reforma laboral, en la que la “compra” de los dos diputados de UPN no dio resultado por el error de un diputado del PP. La derecha española no soporta el Gobierno de Pedro Sánchez. Lo ha calificado de “ilegítimo” a lo largo de la pasada legislatura y, en poco tiempo, volverán a hacerlo en esta.

Esta búsqueda de un nuevo tamayazo ilustra de manera insuperable el progreso de la derecha española en su proceso de degradación. Esperanza Aguirre fue presidenta de la Comunidad de Madrid por la “traición de Tamayo”, pero nunca presumió de haberlo sido de esa manera y jamás se le ocurrió calificar a Tamayo de “socialista decente”, protagonista de una “tarea patriótica”. Todavía daban un poco de vergüenza determinadas operaciones. Eso ya se ha acabado. Hacer descansar la investidura propia en la “traición” en las filas ajenas no es un mal necesario, sino un bien deseable. En esto ha desembocado el sistema político español. La democracia a beneficio de inventario, es la única forma de democracia aceptable para la derecha española. 

El 23J, decía The Guardian, se juega en España el avance o el freno de la extrema derecha en Europa. Hasta que se haya producido la investidura con base en los resultados de estas elecciones, no podremos dar una respuesta a esa disyuntiva. La búsqueda expresa del tamayazo como hazaña patriótica es una “originalidad” española que lo condiciona todo. Y lo peor es que me temo que va a ser así de manera indefinida.  

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