La odisea de Witold Pilecki, el soldado polaco que fue a Auschwitz por voluntad propia
“Polaco. 4859”. Con esos distintivos fotografiaban en el campo de concentración de Auschwitz a Witold Pilecki en su primeros días allí. Nadie sabía que Pilecki no era un prisionero cualquiera. Era un espía.
Junto al oficial polaco Jan Wlodarkiewicz, Pilecki formó tras la invasión de Hitler de 1939 el Ejército Secreto Polaco (TAP). Esta fue una de las primeras formas de resistencia que se enfrentaron a la ocupación del III Reich en suelo polaco. Juntos, Wlodarkiewicz y Pilecki, organizaron una operación que requería un coraje extremo. El objetivo era infiltrarse en el campo de exterminio de Auschwitz. Pilecki lo logró. Trató de alertar al mundo sobre lo que ocurría allí. Pero sus esfuerzos fueron vanos. De hecho, su historia no se dio a conocer al mundo hasta bien entrado este siglo.
Estos días marcados de ceremonias y actos conmemorativos por el 75º aniversario de la liberación de Auschwitz coinciden con la apertura en Berlín de la exposición El voluntario: Witold Pilecki y la infiltración de Auschwitz. En ella se cuenta la historia de este militar polaco que estuvo durante años olvidado.
Es precisamente un instituto que lleva su apellido, el Instituto Pilecki, cuya oficina berlinesa abría sus puertas a finales del año pasado, el encargado de contar la extraordinaria historia de este resistente. La muestra no sería una realidad sin la implicación del periodista y ex reportero de guerra británico Jack Fairweather. Él es autor del libro El Voluntario: la verdadera historia de resistencia del héroe que se infiltró en Auschwitz (Ed. Custom House, 2019).
El volumen de Fairweather, gestado a partir de una visita a Auschwitz en 2011, ha servido para dar a conocer más allá de Polonia la figura de Pilecki. En Berlín, este héroe de la resistencia polaca es el protagonista de una exposición situada frente a la emblemática Puerta de Brandeburgo. La muestra está al servicio “de un conocimiento más profundo de la visión polaca” de los totalitarismos del siglo XX, según los términos de Rolf Brockschmidt, periodista cultural del diario berlinés Der Tagesspiegel.
La idea de infiltrarse en Auschwitz surgió poco después de que Wlodarkiewicz tuviera conocimiento de que las tropas alemanas iban a realizar arrestos de hombres polacos en edad de tomar las armas en 1940. El 19 de septiembre de 1940, Pilecki se dejó arrestar en una redada nazi bajo el nombre Tomasz Serafinski. Tres días más tarde, estaba en Auschwitz. Nunca hubiera podido imaginar lo que allí le esperaba.
Mucho de su trabajo consistió en recabar información sobre las prácticas de maltratos, torturas, asesinatos y genocidio para luego tratar de darla a conocer al mundo libre. Pilecki “fue afortunado por sobrevivir” nada más llegar a Auschwitz, según se cuenta en la muestra berlinesa. En Auschwitz, como funesto centro industrial para la muerte que era, se podía perder la vida por cualquier motivo. Allí los había “que perdían hasta el deseo de vivir”. Se esfumaba el instinto de supervivencia. Este instinto y algo que iba más allá de la valentía nunca abandonaron a Pilecki.
En Auschwitz, “un sistema diseñado en favor de poner a los fuertes sobre los débiles, compartir un trozo de pan con un prisionero que moría de hambre ya era algo de significado revolucionario”, explican en la exposición. Gestos así hicieron ver a Pilecki que se podía resistir incluso en el “centro del mayor crimen nazi”, según ha definido Fairweather el tristemente célebre campo de exterminio.
Operaciones de resistencia
Junto a otros, Pilecki pudo organizar operaciones de la resistencia en Auschwitz que facilitaron el acceso a provisiones y alimentos procedentes del exterior del campo. A menudo contaban con la complicidad de los detenidos del campo de concentración que eran utilizados como personal por las temibles Schutzstaffel (abreviado como SS).
La primera célula de Pilecki en Auschwitz se formó en septiembre de 1940, poco después de haberse dejado fotografiar de frente y de perfil con los distintivos “Polaco. 4859”. Su primer reclutado fue el también prisionero Wladyslaw Dering, un ginecólogo al que las SS destinaron a trabajar en “el hospital” del campo. Era un supuesto centro médico “sin medicinas”. “Las SS solo aparentaban dar un cuidado a los prisioneros”, se lee en las explicaciones de la muestra.
En uno de los espacios secretos del “hospital”, Dering logró instalar para la “resistencia” una radio con la que mantener informados a los prisioneros de lo que pasaba fuera del campo y seguir, por ejemplo, la evolución de la II Guerra Mundial. Tratando de alterar el curso de la guerra contra el III Reich, Pilecki y compañía lograron dar cuenta de las actividades genocidas de los nazis al Gobierno polaco en el exilio a partir de 1941.
En 1942, cuatro presos polacos de la resistencia escaparon de Auschwitz vestidos como miembros de las SS en un vehículo nazi robado. Uno de ellos llevaba un detallado informe sobre lo que estaba ocurriendo allí, incluidas las operaciones de exterminio de los judíos en las cámaras de gas. Ese documento pedía, como anteriores mensajes de Pilecki, un ataque urgente de los aliados sobre Auschwitz.
Pero ese ataque nunca se produjo. Así, el 26 de abril de 1943, tras semanas de preparación, Pilecki y otros dos prisioneros polacos lograron escapar tras integrarse en el grupo de trabajo nocturno en la panadería de Auschwitz. Tras encontrar refugio fuera del campo, Pilecki siguió escribiendo informes sobre el campo de exterminio.
Informes sobre Auschwitz desatendidos
En la muestra berlinesa se expone la primera página que escribió tras su fuga. También hay objetos procedentes del Museo Memorial de Auschwitz-Birkenau. Por ejemplo, puede verse en Berlín el número y triángulo rojo atribuido al preso polaco Konstanty Jagiello, otro integrante de la resistencia organizada por Pilecki. También hay expuestas listas de prisioneros, cuencos, cucharas y zapatos en su día utilizados por las víctimas del III Reich en Auschwitz.
Los informes sobre Auschwitz de Pilecki fueron mayormente ignorados. Si llegaron a altas instancias gubernamentales polacas o aliadas, se toparon con incredulidad o con otras prioridades que marcaba el curso de la guerra. “Hubo un choque de dos lógicas: la de Pilecki, guiada por su moral y que llamaba a la destrucción de Auschwitz; y la de los aliados, centrada en otros objetivos militares y políticos”, ha explicado el sociólogo Mateusz Falkowski, uno de los responsables del Instituto Pilecki en Berlín.
Los testimonios de Pilecki en forma de mensajes, informes y otros textos aparecieron publicados, en polaco, en el año 2000. Al inglés fueron traducidos en 2012. Esas traducciones fueron la base para los trabajos de investigación de Jack Fairweather, hoy corresponsable de la exposición. Con esta, existe la “esperanza de que se escuche por fin” a Pilecki, según el biógrafo del “voluntario de Auschwitz”.
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