Cuatro directoras para renovar el cine independiente español
Han tenido que pasar dos años porque descubrir talento lleva su tiempo. Simplemente, a veces pasa por delante de nosotros y cuesta reconocerlo, como a un viejo amigo que hace años que no ves y se ha dejado barba y una barriga tranquila. Han pasado dos años desde que cuatro jovenes amigas de la universidad decidieran hacer juntas un trabajo, hasta que hoy, ese trabajo se proyecta en salas de toda España.
Las amigas de Ágata llega a los cines españoles tras pasar un tiempo siendo poco más que un Trabajo de Final de Grado de unas alumnas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Un día, alguien se percata de que el Grado de Comunicación Audiovisual de esa universidad tenía en su haber una película que había recorrido festivales de medio mundo: Sobre la marxa, un trabajo de Jordi Morató. Y ese día, decide interesarse por nuevos proyectos de los alumnos hasta que cae en sus manos una película, aún por terminar, llamada Las amigas de Ágata.
De pronto esa persona se da cuenta de la calidad de lo que tiene entre manos y decide programarla en el Festival Internacional de Cine de Albacete, Abycine. Y allí gana un premio que lleva la película hasta otro festival, y luego a otro. Y sigue ganando premios en el Festival de Cinema d'Autor de Barcelona o en el Festival de Cinema de Tarragona hasta que, por fin, una distribuidora como Avalon decide que merece ser estrenada.
Así hasta hoy: las cuatro directoras desayunan cookies y café en un bar. El miércoles preestrenaron la película en la Cineteca de Madrid, con notable éxito entre el público. Ayer estrenaron la película en toda España y sí, a pesar de llevar dos años de festival en festival, están nerviosas.
“Nos han sacado de nuestro mundo de repente”, cuenta Alba Cros, una de las responsable de la obra. Para ellas, en cierto modo, esto sigue siendo el trabajo que realizaron al terminar su carrera. “Decidimos que dedicaríamos un año a hacer nuestro trabajo juntas”, cuenta Marta Verheyen. “Teníamos ganas de aprender todas las fases de hacer una película y era una oportunidad para experimentar: ahora el guión, ahora las cámaras, ahora las actrices, y todas pasamos por cada fase”, dice la joven.
De un experimento a la película low cost de la temporada
low costEn la película, las ganas por probar se transmiten en cada fotograma. Si algo se puede decir de Las amigas de Ágata, sin temor a exagerar, es su total sinceridad: es la historia de cuatro amigas de la infancia en su primer año de universidad. Cuatro personajes que hacen lo que se hace el primer año de universidad: se juntan para beber, planean viajes, conocen a gente nueva, siguen saliendo con gente vieja...
“Tampoco teníamos un guión cerrado que tuviera unos diálogos clarísimos”, cuenta Laia Alabart, otra de las directoras de la película. “Íbamos más a conseguir una idea, a un sentimiento. Y, en base a eso, podemos decir que hemos transmitido lo que queríamos. Todas las escenas han ido cambiando en la medida que nosotras experimentábamos”, dice con seguridad.
Al ser una película dirigida por cuatro personas, uno se pregunta si el rodaje fue fácil. Porque, siendo sinceros, unir cuatro voluntades con distintos referentes y objetivos, puede ser una locura. “Qué va”, exclama Laura Rius, otra de las directoras, quitándole hierro al asunto. “No hubo piques porque fue un rodaje con cero presión. No teníamos storyboard y hacíamos los planos según el sitio en el que nos encontrábamos. Íbamos planificando en el momento”.
“No teníamos la presión de hacerlo mejor o peor, así que lo hacíamos como más cómodas nos sentíamos”, defiende Marta. Para la joven realizadora, parte de la naturalidad que destila la película se debe a que transcurre en ambientes reconocibles. “Tampoco teníamos dinero así que grabábamos que si en la fiesta de casa de un amigo, que si en el bar de aquel otro amigo..así todo el rato”, cuenta.
Aunque el trabajo estaba ahí. “La historia era de las cuatro, pero llevaba un trabajo previo de conversaciones entre nosotras para definir la base del proyecto” cuenta Alba Cros. “Así que dedicamos los primeros meses a quedar todos los días y hablar, hablar y hablar. Así definimos qué queríamos hacer, hacia dónde queríamos ir... y el resultado es de todas” defiende.
Las amigas de Ágata es experimento colaborativo que cuajó. Partieron de 3.000€ que consiguieron organizando una campaña de crowfunding mediante Verkami y sufragaron así los gastos más básicos. Con poco más que eso, el talento que transmite la película, y la energía de todas las implicadas, estrenan hoy. Para Alba todo se resume en algo simple: “No teníamos que ganar o perder dinero. Con lo que teníamos; hacíamos. No pretendíamos ir más allá de nuestras posibilidades”.
Retrato de un universo femenino
Hay algo que resulta muy revelador en La amigas de Ágata, te olvidas de que estás viendo una película a los cinco minutos, entras compeltamente en su ficción por la naturalidad con la que se narra. Aunque es imposible negar la tremenda veracidad con la que actúan sus protagonistas que, claro, parece que no actúen. En parte, esa era la filosofía: “Nosotros describíamos las situaciones y el objetivo de cada situación, pero la palabras las ponían las actrices. Es decir, era como una improvisación guinoizada”, cuenta Laura.
Las cuatro actrices se ponían delante de la cámara con indicaciones de las cuatro directoras. Ocho mujeres jóvenes con talento, pocos medios y muchas ganas. “Teníamos muy claro que si les dábamos unos diálogos escritos, no saldría natural”, asegura Marta Verheyen.
¿Cuatro actrices dirigidas por cuatro directoras? Uno puede suponer rápidamente que se están retratando a ellas mismas y cada actriz corresponde a cada una de las directoras. Pues mal. “Realmente no hay un perfil de nosotras reconocible en cada personaje”, explica Marta. “Unimos todas nuestras experiencias en el personaje de Ágata: es ella la realmente es un mix de todas nosotras”, puntualiza Laura. Y en cuanto a los secundarios se refiere “responden a modelos que todas conocemos. Son alguien reconocible en nuestros grupos de amigos”, finaliza Laia. Cuando charlas con ellas destilan complicidad, todas hablan a la vez pero, extrañamente, se interrumpen muy poco.
Ocho jóvenes con talento que han conseguido retratar un universo femenino a medio camino entre la Girls de Lena Dunham y la versión castiza de Mustang. Hasta se podría decir que transmite una hermandad estilística y rítmica cercana a las españolas Los ilusos o Las altas presiones. Siendo como es, el retrato de un universo femenino particular, simple y muy contemporáneo.
“Realmente no queríamos hacer una historia de chicas, ni nada parecido. No era el objetivo”, cuenta Marta, pero ha salido de manera natural. “Es la historia de un grupo de amigas, simplemente”, defiende. Aunque según Laura, “que todas fuéramos mujeres ayudaba a crear un clima particular durante el rodaje” porque “más que el sexo era el estado de comunión que se creaba”.
Marta Verheyen, Alba Cros, Laura Rius y Laia Alabart estrenan una película auténtica y original que habla sobre una generación de jóvenes como ellas. Porque Las amigas de Ágata no es más que eso: un sincero retrato de amistades que ofrece buenas e inesperadas dosis de inspiración. Ellas son el ejemplo del talento que recorre algunas facultades de nuestro país. Aunque hay que tener la iniciativa y la valentía de hacerlo, claro.