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Gonzalo Boye: “En este país no somos capaces de asumir nuestra historia”

Francesc Miró

La vida de Gonzalo Boye es tan sorprendende que sin duda merecía un documental. El editor de la revista Mongolia fue condenado a 14 años de cárcel, acusado de colaborar con ETA en el secuestro del empresario Emiliano Revilla como militante del MIR chileno, que combatía la dictadura de Pinochet. Cumplió seis años de prisión, que aprovechó para sacarse  la licenciatura de Derecho. Al salir de prisión, en 2002, empezó a ejercer como abogado con unos primeros casos, mal o poco pagados, al mismo tiempo que se ganaba la vida repartiendo hielo cada noche por los bares de Madrid. Su carrera profesional desde entonces ha sido meteórica e incluye casos tan trascendentales como los juicios de del 11M, el caso Bárcenas, su defensa del ex asesor de NSA Edward Snowden o la querella que lideró contra la administración de George W. Bush, por la existencia de la cárcel de Guantánamo, entre otros muchos.

El jueves por la tarde, eldiario.es organizó un preestreno para socios del documental Boye, dirigido por Sebastián Arabia. La película repasa su trayectoria, detalla cómo fue el juicio por el que fue condenado y sorprende por su capacidad de conectar con el espectador. En el documental, Boye defiende su inocencia frente a la condena que recibió en la Audiencia Nacional; fue setenciado con la única prueba del testimonio de uno de los acusados, que ni siquiera se presentó al juicio porque se fugó del país.

El documental se estrena en cines el 29 de julio pero ahora ya está disponible en Filmin, dentro de la programación del Atlántida Film Fest, el mayor festival de cine online del mundo.

Boye nace casi de manera natural, como una casualidad que no lo parece. “Cuando me plantean el proyecto yo tardo poco en decir que sí, pero es que llega un momento en la vida que dices, ¿por qué no hablo de mi vida en lugar de que lo hagan los demás por mí?”, dice el abogado. “Creo que tengo que decir algo de mi vida, así que ¿por qué no hacerlo? Si un día me pasa algo, tendré un instrumento con el que la gente pueda entender mi trabajo”.

Para el director del documental el nacimiento de la película fue más bien por intuición. “Nosotros estábamos grabando una serie documental cuando entrevistamos a Boye. Pero cuando lo conocimos... nos quedamos bastante enganchados”, cuenta Sebastián Arabia. “Así que, con el tiempo, empezamos a fantasear con una película sobre él. Y cuando nos documentamos a fondo sobre él, vimos más real la posibilidad de hacerla”.

El principal problema que se le planteaba a su equipo era cómo lidiar la visión del documental con la del propio Boye. “Entendimos que era razonable que quisiese controlar el enfoque de ciertas partes de su vida, como la de su sentencia, y que quizás había algún límite”, reflexiona el realizador. “Me acuerdo que se levantó y se fue. A los cinco minutos volvió y me dió la sentencia para que me documentase. Para mí fue una forma tácita de decir que nos daba total libertad”.

Arabia dice que las limitaciones para llevar a cabo la realización del documental “son las mismas para la producción que para la distribución: hay poco dinero. Pero es algo que asumimos y no nos quejamos”. “Lo más difícil era encontrar un enfoque claro a todo esto”, confiesa Arabia. Al final encontraron un punto de vista: derrocar la cuarta pared y dejar que la pantalla interpelase a quien la viese. “Pensamos que si Boye miraba directamente a cámara, yo desaparecía y él conectaba con el espectador. Así era un sujeto activo y no pasivo”, explica el realizador.

Un camino minado

La trayectoria de Boye está plagada de charcos, surcos enormes y etapas duras, pero sin asomo alguno de normalidad. Es una persona que no sabe estar quieta. Su padre, el periodista y profesor universitario Gustavo Boye, también era  “un poco hiperactivo”. Como abogado, no ha tenido una carrera exenta de peligros. “En posición de riesgo estoy desde hace tiempo, pero la exposición y el hecho de actuar transparentemente, me permite estar un poco más tranquilo”, explica sobre su oficio el mismo Boye. “Un día van a por ti y punto. Es inevitable. Pero si no quisiera exponerme o meterme en charcos, no sé a qué me dedicaría. Tal vez debería hacer derecho canónico y seguro que incluso así tendría problemas”, confiesa el editor de Mongolia.

La revista de humor Mongolia también salió a relucir durante el debate, no en vano es uno de los pasos más interesantes de su carrera, el abogado de casos mediáticos que decide convertirse también en editor. “Ahora nos encontramos empujando cada vez más la línea de averiguar dónde están los límites del humor”, dice sobre la revista satírica.

Desde un punto de vista legal “algunas portadas han sido más complejas, sobretodo lo que afecta a temas religiosos. Creo que el día que le pase algo a Mongolia va a ser por algo relacionado con la religión”, asegura Gonzalo Boye.

Después de sufrir en sus propias carnes el peso de la ley, su trayectoria se ha dedicado a utilizarla para cambiar la realidad de la gente. “Los litigios son estrategia. No podemos parar, de repente, lo que pasa en la valla de Melilla. Lo que podemos hacer es coger uno o dos casos buenos a través de los cuales intentar cambiar la realidad de lo que se vive en la valla de Melilla”, cuenta el abogado. “A través de esta manera de entender los procedimientos, podemos utilizarlos como un instrumento de cambiar la realidad y defender los derechos humanos”.

Derechos que él ha defendido dentro y fuera de las fronteras de nuestro país. Desde querellarse contra el ex-ministro de Defensa israelí por el bombardeo del barrio palestino Al Daraj, cobrando un plátano y una manzana que era lo único de los familiares de las víctimas podían pagar, hasta defender a Edward Snowden. Sobre éste, Boye cuenta que “en estos momentos estamos intentando meter su nombre en la lista de indultos del mandato presidencial Obama. No creemos que vaya demasiado lejos, pero existe una posibilidad”. Aunque el tiempo corre en su contra, “los americanos se han puesto burros con este tema pero tenemos que actuar en los próximos meses. No me veo debatiendo esto con Hillary Clinton y mucho menos con Trump. Sería como negociar con Fuerza Nueva el cambio del nombre franquista de una calle, algo que no va a pasar”, opina Boye.

Según él, estamos a las puertas de una época dura. “Corren malos tiempos. Después del 26J han salido reforzados y crecidos, así que cuidado con el recorte de libertades que puede venir en los próximos años”, dice de los ganadores de las pasadas elecciones. “Parecía que empezaban a ponerse de perfil, pero ahora vuelven a ponerse de frente. Aún faltan muchas cosas por ver y creo que los periodistas van a tener problemas en esta legislatura”.

Boye, que cumplió una condena de seis años por una condena que considera injusta, cree que en algún momento iniciará un procedimiento para revisar su sentencia. “Me lo he planteado, pero vengo de una formación en la que hay que ver cuándo se da la correlación de fuerzas y circunstancias. Ese momento llegará, estoy seguro”, dice. “En este país no somos capaces de asumir nuestra historia. En otros países se han ido aclarando temas de este tipo con comisiones de la verdad o medidas legales. Pero aquí no”.

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