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Reír, flirtear y morir asesinado en películas de campamentos veraniegos

El éxito de 'Los incorregibles albóndigas' impulsó la producción de varias comedias ubicadas en campamentos veraniegos

Ignasi Franch

La generación Nocilla creció viendo películas de jóvenes estadounidenses que iban al instituto en bicicleta, que pasaban días de peligrosas aventuras... y que iban a campamentos de verano. Estas actividades estivales se convirtieron en localización recurrente de un buen número de comedias y películas de terror desde finales de los años 70 hasta el final de la década posterior.

Estrenada en 1979, Los incorregibles albóndigas fue uno de los modelos del humor juvenil localizado en colonias estivales. El realizador Ivan Reitman y el intérprete Bill Murray, que posteriormente trabajarían en El pelotón chiflado o Los Cazafantasmas, eran los cabezas visibles del proyecto. El alocado monitor encarnado por Murray era el centro cómico de la obra. A su alrededor se desplegaban historias de romance adulto y transiciones de la niñez a la adolescencia.

La narración incluía que se convertiría en un tópico del género: la rivalidad deportiva entre los protagonistas y un campamento elitista y mejor equipado. Se presentaba así una especie de lucha de clases, o, al menos, de la creación de un cierto espíritu de colectivo opuesto al grupo de pijos. El protagonista ensayaba una peculiar estrategia motivacional basada en quitar presión a los participantes: no se deben preocupar por ganar o perder las competiciones porque sus adversarios “seguirán teniendo todo el dinero”.

Los incorregibles albóndigas incluía buena parte de los lugares comunes del género: flirteos entre monitores, niños a la búsqueda de la aceptación social, bromas pesadas recurrentes e historias de terror explicadas alrededor de una fogata. Aún así, su ritmo moroso y abierto a algunos momentos de calma empezaría a estar fuera de lugar en el Hollywood hiperjuvenil y más acelerado de los años ochenta. Con todo, el éxito de la película comportó la creación de secuelas escasa o nulamente relacionadas con el original. Los Albóndigas 4: al rescate, que iba a ser una comedia dramática, se redefinió en pleno rodaje como una nueva entrega de la no-saga.

En paralelo, se difundieron producciones televisivas como Movida en el campamento y su falsa secuela Movida en el campamento II. La primera de ellas estuvo interpretada por un Michael J. Fox a punto de consolidar su estrellato mediante Regreso al futuro. En ese festival del oportunismo desatado, las distribuidoras estatales también jugaron su papel. Up the creek, por ejemplo, era una comedia de universitarios desastrados que se involucran (a su pesar) en competiciones interescolares. Para su estreno español, se rebautizó como Los albóndigas en remojo.

En algunas de estas narraciones se filtraban temas característicos del cine de la época. La batalla del campamento incluía una trama de acoso empresarial para clausurar Kamp Kikakee y convertirlo en una explotación minera, en una variación extractivista de las películas de acoso inmobiliario de la época. Y La revolución de las mariposas trataba de chicos justicieros. Fue otra muestra de la atracción-repulsión del reaganismo hacia sus jóvenes violentos, capaces de erigirse en defensores armados de la patria (desde los delirios teen de Amanecer rojo o Rescate en Corea hasta El sargento de hierro) o de convertirse en pandilleros condenados a ser abatidos por Charles Bronson y compañía.

Caer como moscas por el bien de la moral y la taquilla

El mundo de los jóvenes campistas del Hollywood ha tendido al binarismo: los personajes estaban destinados a reír a carcajadas o a ser violentamente asesinados. Ciertamente han existido propuestas algo más dramáticas (como la nostálgica Cuando llega el otoño o I am not a cheerleader) y autorales (Moonrise Kingdom), pero las dos grandes corrientes del cine de campamentos se basaban en el humor y el terror.

Pocos meses después del estreno de Los incorregibles albóndigas, llegóViernes 13. Si La noche de Halloween llevó la inseguridad a los barrios residenciales de padres ausentes y niñeras heroicas, las andanzas de la familia Voorhees convirtieron los campamentos en lugares de gran mortandad. Monitores y campistas de la ficción eran degollados, apuñalados o decapitados para solaz (o no) de los aficionados al género.

Viernes 13 bebía del terror italiano de crímenes violentos (véase Bahía de sangre, de Mario Bava, por poner un ejemplo) y del cine de asesinatos seriados desarrollado en la misma La noche de Hallowen. A diferencia de sus secuelas y de otros títulos, el filme conservaba un cierto componente de misterio al esconder la identidad del asesino durante buena parte del metraje.

La primera Viernes 13 es, de manera explícita, una narración de venganza y de castigo a los jóvenes más preocupados por sus flirteos sexuales que por sus obligaciones como monitores. A través de una anécdota argumental, se dotaba de justificación psicológica a la muy comentada lógica puritana (por horror moralista ante el sexo prematrimonial o por resentimiento del nerd excluído) del denominado cine slasher: abundaban las escenas de cama o litera violentamente abortadas con cuchillos, machetes y hachas. Como decían los personajes de Scream o Sé lo que hicisteis el último verano, los coitos se pagaban con la vida.

Viernes 13 ha conocido nueve secuelas, un crossover con Pesadilla en Elm Street (Freddy vs. Jason) y un remake homónimo. A esto hay que sumar un buen número de películas de terror que llevaban diversas amenazas a cabañas y paisajes parecidos a los de la infame campamento Crystal Lake. Una de las imitaciones más conocidas, Campamento sangriento, generaría hasta cuatro secuelas.

La quema y Madman coincidieron en llevar un asesino de leyenda urbana a un campamento de verano. La primera de ella ha conseguido un cierto estatus de película de culto. Menos fortuna tendrían Animadoras asesinas, Campamento infernal y Camp Slaughter. Entre los títulos más recientes, cabe destacar Las últimas superviventes, una resultona comedia de terror cuyos personajes caen accidentalmente dentro de una vieja película slasher. Los responsables ponen en común La rosa púrpura del Cairo y el día de la marmota de Atrapado en el tiempo.

Dentro de este goteo (sangriento) de ficciones violentas contra sufridos monitores y campistas, los autores de Bloody bloody bible camp optaron por la provocación al presentar un campamento religioso bañado en sangre (y con cameos de actores pornográficos). La parodia palidece en comparación con la realidad retratada en el documental Jesus Camp, que trata de las actividades veraniegas para hijos de cristianos renacidos. Las miradas extáticas de niños rezando y bendiciendo a una figura de cartón de George W. Bush demuestran que la realidad puede superar a la ficción. Y dar mucho más miedo que los machetazos de Jason Voorhees.

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