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Krazy Kat, las aventuras del/la gato/a que influyó a Walt Disney

Ilustración en color de Krazy Kat del 28 de agosto de 1938

J.M. Costa

Hay exposiciones cuyo contenido es magnífico y, sin embargo, no son exposiciones logradas. Esto le sucede a la recién inaugurada en el Reina Sofia de Madrid sobre el gran historietista norteamericano George Herriman (1880-1944). El fallo que devalúa esta muestra, como ocurre en la que aún permanece sobre la Nueva Cultura Eslovena, tiene que ver con una palabra: contexto.

La exposición de Herriman entra en un lugar como el Reina Sofía por su alta consideración entre las artes visuales como versión de alta cultura. El problema es que no se muestran antecedentes y coetáneos como Winsor McCay (Little Nemo in Slumberland, 1905-1926) O Bud Fisher (Mutt an Jeff, 1907) en la llamada Edad de Platino del cómic, que abarcaría casi medio siglo, desde los 1880 hasta la Segunda Guerra Mundial.

Por el otro extremo, tampoco se visualiza su influencia en la historia de los cómics y sobre otras artes. Si se tiene en cuenta que Herriman es un lugar común en la cultura general estadounidense pero que en España apenas es conocido, lo de la contextualización no parece un detalle menor, sino algo que daría pleno sentido a la exposición.

Algunos textos del catálogo parecen escritos con cierto apresuramiento e incluyen afirmaciones como que “Krazy Kat, la tira cómica que creó George Herriman entre 1913 y 1944, nunca cosechó un gran éxito comercial”. La realidad es que hasta los años 30 Krazy Kat fue muy popular, aunque dicha fama iría decayendo. Fueron nada menos que 31 años de publicación y lógicamente en los últimos tiempos fue superado por nuevas tiras y artistas. Eso no quiere decir que “nunca” tuviera éxito.

Estos textos se salvan gracias al artista Francesc Ruiz, quien lleva utilizando en su trabajo el cómic o los tebeos, como mejor parezca, de forma absolutamente decidida. También por Chris Ware, una de las estrellas del cómic actual, fanático absoluto de Herriman y que pone en primer plano las cuestiones étnicas y de género que contiene la tira. A pesar de esto, la exposición de Herriman, llamada Krazy Kat is Krazy Kat is Krazy Kat (disponible hasta el 26 de febrero) es estupenda, aunque tal vez demasiado centrada en el gato/a enamorado/a por los ladrillos que le lanza una y otra vez el ratón Ignatz.

Gilbert Seldes y la democratización de la cultura

Eso sí, la ausencia de datos no se soluciona con la continua y casi única referencia a The Seven Lively Arts (1924), el libro clásico de Gilbert Seldes. El autor fue uno de los primeros críticos en proclamar la plena validez de nuevas artes populares como el cómic, el cine, el jazz o las variedades. Además, creía en la democratización de la cultura que traía la industrialización, pero también asistió a su transformación en cultura de masas. En la edición de 1957 de The Seven Lively Arts, Seldes advertía de que “hemos sido engullidos por una mediocridad producida en masa”.

Este primer reconocimiento crítico (Seldes ya había escrito sobre Herriman unos años antes) sería luego acompañado por obras como el Classic Comics And Their Creators (1942) de Martin Sheridan, por la investigación histórica de David Kunzle en The Early Comic Strip: Narrative Strips and Picture Stories in the European Broadsheet from c. 1450 to 1825 (1973) y más tarde el fundamental Theory of Comics & Sequential Art (1985 y 1990).

En esta última, Will Eisner, creador de Spirit, analizaba en tono didáctico la estructura de la historietas, desde los egipcios hasta los ordenadores, realizando una obra aplicable a casi cualquier arte secuencial, sea cine, drama, infografía o juegos digitales.

Más tarde aún aparecería el Undestanding Comics (1993) de Scott McCloud. En Europa los referentes suelen ser Roland Barthes y Umberto Eco. Mientras, en España destaca el trabajo pionero y competente de Román Gubern en El lenguaje de los cómics (1972) y, un poco más tarde, el de Javier Coma en Los cómics: un arte del siglo XX (1978). La afirmación del catálogo sobre que el interés en los cómics solo revivió en los años 80 no puede ser tomada en serio.

El nacimiento de las viñetas en la prensa

Estas referencias vienen a cuento porque en todas ellas aparece Herriman como uno de los primeros ejemplos del cómic en prensa periódica tal y como aún lo entendemos. Herriman nació en Nueva Orleans, hijo de una familia mulata.

La cuestión es que, aunque inscrito en su partida de nacimiento como coloured, Herriman pasó toda su vida dando a entender que era blanco. Esto pudo suceder porque su familia se trasladó a la expansiva Los Ángeles cuando George tenía apenas diez años y, como su único rasgo distintivo era un cabello muy rizado que solía tapar con una gorra o sombrero, pudo dar el pego hasta su muerte simplemente por facilitarse las cosas.

Herriman comenzó pronto a trabajar en la industria editorial en el departamento de grabado del Los Ángeles Herald. No obstante, con veinte años dio el salto a Nueva York, donde tras unos meses de supervivencia precaria consiguió publicar en el periódico Judge en Octubre de 1901 y casi de forma inmediata un contrato de colaboración con la cadena Pulitzer.

Sus trabajos de entonces ya eran a menudo historietas secuenciales y en una de ellas, tan temprana como el Lariat Pete de 1902, aparece por primera vez un gato/a negro/a que en unos cuantos años se convertiría en las tiras cómicas de Krazy Kat. Lariat Pete era un vaquero y esta es buena excusa para mencionar la fascinación de Herriman con los paisajes de Arizona o Utah, que tendrían un gran protagonismo en Krazy Kat.

Su primer éxito reseñable y serializado sería Major Ozone's Fresh Air Crusade (1904, una tira proto-ecologista que no figura en la exposición). Posteriormente pasó al New York Daily News, donde trabajó en diferentes secciones pero de forma muy notable en la de deportes en la que ilustró al legendario boxeador y primer campeón mundial de raza negra Jack Johnson.

Con todo, su primer toque de verdadera originalidad, ya con el imperio de Randolph Hearst, llegó con The Family Upstairs (1910-1913). Se trata de una tira en que la familia de marras no aparecía nunca a pesar de hacerle la vida imposible sus vecinos de abajo, los Dingbat. Además, solía complementarse con una más pequeña por debajo con las primera aventuras de Krazy Kat e Ignatz, las cuales fueron ganando espacio hasta independizarse en 1913.

La tira es genial. Se trata de una especie de triángulo amoroso entre Krazy Kat,enamorada/o del ratón Ignatz, que suele lanzarle ladrillos para rechazarle con el resultado de enamorarle aún más. Luego está el perro policía Offissa Bull Pupp, vagamente enamorado de Kat y una pata puritana siempre dispuesta a denunciar los desmanes de Ignatz y Kat. El lenguaje utilizado es muy interesante porque mezcla lo popular con lo cultivado, a veces aparecen otros idiomas y muchas veces están escritos fonéticamente.

La huella de Kat e Ignatz en el arte

Los paisajes son los ya mencionados del Far West, esos espacios casi vacíos que conocemos por las películas y guardan una relación con los de surrealistas como Dalí, Tanguy o el mismo Miró. En estos aparecen de vez en cuando construcciones propias de los indios navajos, pero curiosamente jamás aparece un nativo americano.

Las peripecias de Kat e Ignatz beben directamente del nonsense victoriano que a través de Alicia a través del espejo (1871) influyó de forma decisiva en el ya mencionado surrealismo o en el Finnegan’s Wake (1939) de James Joyce. A veces esto resulta tan extremo que en la última viñeta cabe preguntarse: ¿y qué? Pero funciona.

Como destacan en su texto, aspectos como Chris Ware, la negritud de Kat, o en el de Ruiz y su ambivalencia sexual, contribuyen a la complejidad de lo que son dibujos muy sencillos. A estas ilustraciones se incorporó el color desde casi los comienzos, aunque no de forma dominante hasta los años 30. Aunque en este terreno no es que Herriman fuera un enorme innovador, sí que sabía aprovechar el color para acentuar sobre todo el carácter de los paisajes.

En lo que sí destacaba era en la puesta en página, sobre todo cuando tenía una entera, como en diferentes dominicales. Ya en 1916 se produjo el primer corto de dibujos animados sobre Krazy Kat, aunque el que se proyecta en la exposición es Li'l Ainjil (1936), dirigida por Charles Mintz para Columbia. Por alguna razón, y aunque el corto apenas dura 5.30 minutos, la versión que se proyecta en el Reina parece estar editada. A pesar de ello, en YouTube podemos encontrarla en su integridad.

Queda por señalar la influencia de Herriman. En la pintura aparece de forma explícita en la segunda etapa de Philip Guston, en Öyvind Fahlstrom, mencionado por Willem De Kooning, por Picasso… No cabe la menor duda de que su huella en el llamado gran arte ha sido importante, pero donde fue fundamental es en el terreno del dibujo, animado o no. Herriman es una de las fuentes declaradas de Walt Disney, pero también de dibujantes que estarían en cualquier olimpo del género, desde los mencionados Will Eisner o Chris Ware hasta Robert Crumb (Fritz the Cat, 1965), Gilbert Shelton (Fat Freddy’s Cat, 1969) o Art Spiegelman (Maus, 1977).

Uno de los últimos grandes creadores de tiras cómicas seguidores de Herriman ha sido Bill Watterson con su Calvin and Hobbes (1985). También en España, los Garriris (1974) de Javier Mariscal bebieron en forma muy obvia y declarada de la misma fuente. Podríamos seguir, pero estos nombres, todos ellos de primerísima fila, sirven para hacerse una idea. Es una lástima que estos u otros ejemplos de la importancia de Herriman, nada difíciles de conseguir, no acompañen a Krazy Kat. No pasa nada, todo se puede buscar y encontrar. Pero habría sido una bonita reunión familiar.

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