Alfonso López, dibujante de cómics: “No recordamos la Barcelona engalanada con cruces gamadas”
Alfonso López (Lleida, 1950) es un autor que lleva décadas dedicado a los tebeos, aunque no siempre con el reconocimiento que merece. Suya fue la iniciativa de fundar la revista Butifarra! en plena transición, y su firma fue habitual en cabeceras como El Papus o El Jueves. En su madurez, y sin revistas mensuales en las que publicar, López está en plena forma y ha realizado interesantes obras, tanto en colaboración con el guionista Pepe Gálvez, en Miguel Núñez. Mil vidas más —Premi Nacional de Còmic de Catalunya en 2011—, como en solitario, en Estraperlo y tranvía (2007) o El solar (2016), cómics en los que explora la historia reciente de España a través de sus icónicos personajes de historieta.
Siempre fiel a su compromiso político y militancia de izquierdas, López acaba de publicar, de la mano de La Cúpula, Una tarde con Himmler, que completa una trilogía oficiosa en torno a los personajes de Bruguera. El autor confiesa que no ha respondido a un plan predeterminado, ya que las ideas se le van ocurriendo a partir de “impulsos”. “Un aniversario de cierto personaje, un acontecimiento o un momento histórico en el que me parece relevante sumergirme y que necesariamente necesitará para su narración de un hilo conductor”, explica el dibujante en entrevista con este diario.
La obra, que reconstruye en clave humorística una visita del jerarca nazi Heinrich Himmler a la Barcelona recién tomada por el fascismo, parte de dos cuestiones diferentes: “Por un lado, la sensación de que aún me quedaba alguna cuenta pendiente con mi deuda a aquellos autores y sus personajes que contribuyeron a que yo tuviera una infancia feliz y por otro, que me apasiona la historia, especialmente la más contemporánea, y un día cayeron en mis manos una serie de fotografías de la Barcelona de la inmediata posguerra, en el periodo más pronazi, donde la ciudad estaba engalanada con cruces gamadas. Y eso es un tema que no hemos retenido en nuestra memoria”.
Para llevar a cabo esta obra, López vuelve a servirse de émulos de algunos de los más famosos personajes del tebeo de humor español, de los que aprovecha “su enorme popularidad, basada en el carisma que supieron darle sus creadores iniciales, que los convierte en referentes de un tiempo y un país”, comenta el autor. “Al menos entre determinadas generaciones de lectores, porque tengo mis dudas sobre si los más jóvenes y con alguna excepción, saben de quién estamos hablando. Aunque, en la práctica, eso no afecta a la narración. De hecho, reconocer a determinados personajes no deja de ser un valor añadido”, indica. Sin embargo, para López, la obra no es un mero ejercicio de nostalgia: “Sería un error intentar clonar esas historias tal cual eran hace 70 años. El reto consiste en no traicionar la esencia del personaje y de su tiempo, pero ampliando su perspectiva histórica a partir de las nuevas posibilidades editoriales actuales y de libertad de expresión”.
En Una tarde con Himmler están muy presentes algunos de los personajes más célebres de Manuel Vázquez. En especial, dos hermanas que viven juntas y que se inspiran directamente en Las hermanas Gilda. “A Vázquez le considero, junto a Escobar, uno de los autores más brillantes de Bruguera, especialmente en el periodo de máxima espontaneidad que para mí va desde mediados de los años 40 hasta bien entrados los 50, aunque Vázquez nos seguiría dando muestras de genialidad”, afirma López.
Pero además del referente de Bruguera, en el cómic está muy presente el humor absurdo del cine clásico: de hecho, unos émulos de los hermanos Marx se pasearán por las calles de una Barcelona bellamente recreada por López. “El humor de la obra responde a la personalidad de los protagonistas y a los propios hechos reales, pues la condición humana es muy suya”, aclara el autor. “También guarda relación con mis gustos personales, con aquellas formas de expresión con las que me siento más identificado y me divierto más, mis referentes”, continúa López, quien ha hecho un inteligente uso de los juegos de palabra, el sinsentido y la charada en su obra que también bebe, como reconoce el autor, del humor de Chumy Chúmez o de Fontanarrosa, “pero sobre todo el humor de los Marx o Woody Allen, sin olvidar a los Monty Python, la narrativa de Ernst Lubitsch y Billy Wilder, los hermanos Coen…”. Gráficamente, el autor afirma no sentirse próximo a la escuela Bruguera. “Estoy más cercano a las escuelas francobelgas o a las americanas como la revista Mad o a autores como Hirschfeld”, explica.
El humor ha sido una efectiva arma de crítica política, como bien sabe Alfonso López, que ha sido viñetista en medios como Avui, La Vanguardia o Público. “El humor puede aportar libertad, frescura e incorrección política. Pero corren malos tiempos cuando vemos que, para ahorrarse el chocolate del loro y problemas con las actuales leyes, muchos medios están eliminando las viñetas de crítica política de sus contenidos. Evidentemente, hay excepciones”, comenta.
En un momento en el que el revisionismo histórico más descarado en torno al golpe de Estado y la Guerra Civil campa a sus anchas por la arena pública, una obra como Una tarde con Himmler puede servir para contrarrestarlo. “El revisionismo respecto a los hechos mundiales del fascismo no me sorprende en absoluto, dado el triste papel, y soy muy piadoso, que ha hecho la izquierda institucional española respecto a la memoria histórica, y a nivel europeo también habría mucho que hablar”, reflexiona López.
Para terminar, le preguntamos al autor qué puede aportar el cómic en la tarea de combatir el discurso fascista: “Su función viene a ser la misma que puede hacer la literatura o el cine. La pregunta es si vamos a llegar a tiempo”.
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