“¿Quieres copia, corazón?”, me dijo hace unos días la dependienta de un puesto del mercado de Pacífico, en Madrid, tras pasar yo mi tarjeta bancaria por su TPV (siglas, sí: de Terminal Punto de Venta). Me sorprendió lo de “corazón” porque compro de ciento en viento en ese puesto de variantes (DLE: “Fruto o verdura que se encurte en vinagre”), pero apenas cruzo con la tendera otra conversación que no sea la referente a mi pedido. En la pescadería, en la carnicería o en la frutería del mismo mercado nadie usa un apelativo tan cariñoso, y por lo general a los clientes de mi edad nos tratan con cierta distancia y de usted.
Cuando digo que me sorprendió no digo que me sorprendiera para mal, entiéndaseme. En el mundo del comercio hay mucha variedad de trato entre dependientes y clientes, y unas veces nos sorprende el tuteo y otras el ustedeo; unas el “corazón” o el “cariño” o el “amor” y otras el “señor” seco y distanciador.
Una vez, en un supermercado muy conocido, con muchas tiendas en toda España, pregunté a una cajera si tenían instrucciones claras de la empresa sobre cómo dirigirse a los clientes, unas normas inequívocas y universales, y me dijo que no, que cada cajera o cada cajero se dirigía a cada cliente como considerara, y no necesariamente a todos por igual.
Lo del tú y el usted va en profesiones. En las redacciones periodísticas, por ejemplo, lo primero que se suele enseñar a un becario recién llegado es que internamente se tutea a todo el mundo, incluido al director, y que externamente, en una entrevista para publicar, por ejemplo, hay que dirigirse al entrevistado siempre de usted aunque se tenga mucho trato y confianza con él.
Hace muchos años, asistí a una escena muy curiosa en la redacción central del diario alemán Bild, entonces en Hamburgo. Se incorporaba por primera vez a la reunión de jefes uno recién nombrado, que -según me fue contando en directo mi intérprete- se dirigió de usted al director, entre el jolgorio y las chanzas del resto de asistentes. El director, que era un lince, ni se lo aplaudió ni se lo corrigió al novato, sino que reaccionó con celeridad encargando un reportaje sobre el uso del tú y el usted en los aspectos más variados de la vida alemana: el comercio, la enseñanza, las empresas, los estadios deportivos, los templos… Salió publicado al día siguiente, y se titulaba algo así como “¿Por qué trato de usted al jefe si trato de tú a Dios en el padrenuestro?”.
En el español peninsular, apelativos como corazón o cariño o amor los reservamos para nuestras parejas. Ninguno de ellos, sin embargo, figura en ese sentido en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) de las academias. Sí viene cielo. “m. U. como apelativo cariñoso para dirigirse o aludir a una persona. Mi cielo. Cielo mío” dice la acepción 7 de esa entrada.
Leí hace mucho tiempo no recuerdo dónde que Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, amantes durante cincuenta años y una de las parejas intelectuales más fecundas de todos los tiempos, se trataban de usted. No he podido ahora confirmarlo. Sí he visto que él se dirigía a ella con el apelativo Castor, haciendo un juego de palabras entre el apellido de ella y el término inglés beaver, castor en francés y en español.
Castor suena bien, vale como apelativo afectuoso para hombre y para mujer. Para una pareja o para el cliente de una tienda y para una pareja. Ojalá se ponga de moda, darlings.
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