“Pienso en mi padre cada día, a todas horas, está presente en todo lo que hago”
Es curioso que la única descendiente de Enrique Morente y Aurora Carbonell bautizada en honor a uno de los palos flamencos haya sido la componente del clan que más ha tardado en despegar su carrera musical. Tras su colaboración con Los Evangelistas -banda homenaje al autor de Omega que formaron Antonio Arias (Lagartija Nick) y Jota (Los Planetas)- la mediana de los tres hermanos y, según la rumorología, la favorita también del llorado Enrique Morente, se estrena en solitario con Tendrá que haber un camino.
Se trata de un disco que transita un territorio que antes han pisado algunos de sus ilustres invitados: músicos de Los Planetas, Lagartija Nick, La Bien Querida, Grupo De Expertos Solynieve, Lori Meyers o Pájaro Jack, además de grandes del flamenco como sus hermanos Estrella y José Enrique Morente, su madre Aurora o su tío José Carbonell “Montoyita” ayudan a dar forma a unas canciones que se debaten entre tradición y modernidad. Pop psicodélico aflamencado, fandangos “emo”, sevillanas cósmicas,… es el camino que Soleá ha elegido para una carrera artística que da sus primeros pasos tras casi tres décadas a caballo de Granada y Madrid e inevitablemente ligadas a la música, siempre con la imponente figura del eterno Enrique Morente como una suerte de manto protector. Su nombre se repite como un mantra a lo largo de la entrevista y Soleá no disimula la emoción que todavía hoy -cuando ya han pasado cinco años de su muerte- le produce referirse a su padre.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de sí misma cantando?
Tendría yo cinco o seis años, mi padre estaba grabando un disco llamado Misa flamenca. Recuerdo que era muy muy pequeña, apenas llegaba al micro, y fue la primera vez que grabé unos coros. Lo hice con mi hermana Estrella, que tenía cuatro años más que yo. Fue la primera vez que me puse unos cascos y me impresionó mucho... me encantó. Luego salimos fuera de la pecera y mi padre nos dijo: “Ahora os vais a escuchar lo bien que habéis cantado”.
Imagino de todas formas que la música en casa estaba por todas partes y que ya cantaría antes de entrar en un estudio…
En casa se cantaba y bailaba, y se sigue haciendo, como beber agua. Pero yo he sido muy tímida y me costaba arrancar a cantar. La primera vez que recuerdo cantar delante de alguien fue esa. De niña me gustaba más bailar que cantar, estudié danza clásica en la escuela de Victor Ullate hasta los doce años. Entonces dejamos Madrid para irnos a Granada y allí me alejé de la danza. Aunque con el tiempo parece que se me ha dado un poco mejor cantar.
En la nota de prensa que firma Luis Troquel él insiste en que este disco no puede ser propiamente un debut para alguien que lleva toda la vida cantando. De todas formas yo sí que quería preguntarle el por qué de que este estreno discográfico llegue algo tarde, a los 30 años.
En mi casa desde mis bisabuelos se ha bailado y cantado siempre: padres, hermanos,… todos son músicos. Así que siento que es algo que llevo conmigo. Con dieciocho años hice Selectividad y quería dejar los estudios para cantar, porque es lo que hacían todos en mi familia, pero mi padre me animó a hacer una carrera. Me dijo: “Mira, yo sé lo que tú quieres, pero la música la tienes en casa. No dejes pasar el tiempo y vete a la Universidad”. Él se había quedado con muchas ganas de haber estudiado porque fue autodidacta y hasta el último día de su vida estuvo aprendiendo. Y esas palabras son algo que le agradeceré siempre. Así que me metí a hacer filología inglesa, y luego hispánica...
¿Qué le atraía de la filología?
Siempre me han apasionado las palabras. Cuando era niña y no entendía una palabra iba al diccionario a buscar su significado. También me interesaba nuestra cultura, de dónde venimos. Y la literatura, claro.
¿Qué parte de la literatura es la que más le apasiona, la que siente como suya?
Mi padre me inculcó la pasión por la literatura y de hecho él siempre me dejó claro que una canción es cincuenta por ciento música y el otro cincuenta restante letra. A la Universidad le debo el hábito de la lectura, yo ahora siempre tengo que estar leyendo algo, cuando llevo unos días sin leer me inquieta, aunque tengo la manía de no terminar los libros, no sé por qué (risas).
Lo pregunto porque este disco tiene un gran peso literario. Aunque sólo sea por algo tan evidente como las adaptaciones que hace de poemas de Lorca y Machado.
A mí me interesa todo, desde los clásicos griegos a las vanguardias. Y me interesa mucho fusionar. En realidad busco la emoción, la verdad, lo que me llega, y eso puede ser tanto Lope De Vega como Borges, que me apasiona. El Aleph de Borges ha marcado mi vida. Recuerdo que termina con algo así como: “Cuando vi el Aleph vi tu cara, vi mi cara, vi nuestras vísceras y lloré”. Creo que en esas palabras se resume toda la literatura. Lorca lógicamente me interesa muchísimo, mi padre nos hablaba de Federico como si fuera uno más de la familia (risas). La literatura flamenca, las letras populares del flamenco, esa fuerza que tienen, contar una historia en tres versos en un fandango, una soleá o una bulería, esa brevedad me encanta. Con el tiempo también ha llegado a interesarme mucho el haiku, la microliteratura,...
Pero estamos perdiendo el hilo...
Sí. El caso es que terminé la carrera y le dije a mi padre que quería cantar. “No se le ha olvidado a la niña...” me respondió con sorna (risas). Me preguntó qué quería hacer, y yo no lo tenía claro: me interesaba el soul, el flamenco,... Así que acordamos seleccionar unas canciones que me gustaran para trabajar en ellas. Los dos coincidimos en que la primera sería Palabras para Julia que era una especie de amuleto para los dos: Paco Ibañez era muy amigo de mi padre y esa canción siempre sonaba en casa. Recuerdo además el día que escuché con él la versión de Mercedes Sosa: mi padre era una persona que solía controlar sus emociones, y escuchando esa versión fue una de las pocas veces en mi vida que le vi llorar. El caso es que empezamos a seleccionar canciones y nos pusimos a trabajar pero desgraciadamente hizo un viaje a Madrid y nunca... nunca más... volvió.
Poco después surge la colaboración con Los Evangelistas. ¿Es ahí cuando se introduce de verdad en el universo del pop y el rock?
Sí. La primera vez que escuché el disco de Los Evangelistas en el estudio de Jota me emocionó muchísimo y me llamó la atención esa forma de hacer música. Aunque yo ya había escuchado Omega, pero no estaba tan metida, no terminaba de entender aquellas maneras como ahora.
Antonio Arias, miembro de Lagartija Nick que participó en Omega, fundador de Los Evangelistas y también partícipe en este disco, supongo que es casi como parte de la familia para usted.Omega
Sí, es como mi hermano mayor. Y Jota también, aunque no le conocía tanto entonces. Recuerdo la primera vez que canté con ellos una canción de mi padre, no sé si fue “La estrella”. Yo iba nerviosa, con miedo, y cuando esa pedazo de banda, Los Evangelistas, empezó a sonar detrás mío generando todo ese ruido, me sentí súper segura, cómoda, libre. A raíz de eso he escuchado muchísima música que era nueva para mí, aunque sigo buscando.
¿Qué ha cambiado en estos dos años desde que empieza a colaborar con Los Evangelistas hasta Tendrá que haber un camino?Tendrá que haber un camino
Muchas cosas. He trabajado intensamente, soy más consciente de lo que quiero, tengo más seguridad y también disfruto más. Aunque todavía dudo en exceso cuando estoy componiendo...
Es curioso que hable de inseguridades, porque precisamente imagino el proceso de creación y grabación del disco, con canciones firmadas por diferentes autores, una gran cantidad de músicos,... y tuvo que resultar caótico, un trabajo que habría sido muy complicado incluso para alguien que no se enfrentase a su primer disco.
Ahora que está terminado lo pienso y no sé cómo me he atrevido. Ha sido un proceso de año y medio... Inicialmente intenté retomar el proyecto que había empezado con mi padre, pero me costaba, no podía hacerlo sin él, lo intentaba, iba tocando a diferentes productores,...
¿Llegó a hacer alguna grabación para aquel proyecto inicial de disco?
Con mi padre sí que llegué a grabar... Después empecé a trabajar con Isidro Muñoz, hermano de Manolo Sanlúcar y uno de los grandes productores del flamenco. Estuve en Sanlúcar trabajando con él, y de hecho sigo trabajando en ese proyecto, pero de pronto decidí relajarme y surgieron estas canciones de forma natural. De repente un día La Bien Querida me decía “Mira Soleá, tengo esta canción que a lo mejor te gusta” y me pasaba una nota de voz por el móvil. Me gustaba, me ponía a trabajarla con la guitarra, y se la enseñaba a Jota. “Venga, vamos a hacerla”. Otro día surgían los tangos populares de mi padre, en los que él se inspiraba muchas veces. El cuerpo me pedía estar muy abierta a lo que surgía: otro día conocía a Pájaro Jack y les proponía tocar Nochecita Sanjuanera, el tema de La Bien Querida. De alguna manera ha sido sencillo hacerlo así, lo que me resultaba difícil era centrarme en un concepto concreto.
Aunque abandonara aquel proyecto inicial que había arrancado con la ayuda de su padre, Enrique Morente, entiendo que su presencia sigue siendo esencial para entender Tendrá que haber un camino.Tendrá que haber un camino
Yo pienso en mi padre cada día, a todas horas, así que él está presente en todo lo que hago. A veces es un poco preocupante porque todo el rato pienso en cómo lo haría él, qué pensaría, qué le gustaría y qué no le gustaría. Él está vivo dentro de mí. Mi padre me ha enseñado el flamenco y la Granaína que canto, Eso nunca lo diré, es suya. Los fandangos también. Él me lo ha enseñado y ahora yo lo hago a mi manera, como yo sé y se lo puedo transmitir a la gente. Tal vez no sea un disco cantado de una manera perfecta conforme a la tradición del flamenco pero mi idea es que todo el mundo puede cantar, todo el mundo lo puede hacer aunque no sea un virtuoso. Eso también me lo enseñó él, que las cosas cuando se hacen con pasión, de verdad y con el corazón, da igual que no cumplan los patrones. Así que mi padre está presente en todo el disco. Luego hay una vertiente más pop, más moderna, en las canciones de La Bienquerida o La Estrella de David que no sé qué pensaría él... yo creo que le gustaría (risas).
En cualquier caso ellos también han adaptado su manera de hacer canciones a unas formas de corte más tradicional, ¿no?
Sí. Yo les iba visitando en su casa y les iba manteniendo al día del disco, mientras que ellos iban proponiendo cosas. Recuerdo el día que David me puso “Tonto”, con esas bases electrónicas tan fuertes... ¡y me encantó! Le dije a mi hermana Estrella que si quería hacerme unos coros y se quedó escuchando la canción... Pensé que me iba a decir que no era para ella, y de repente... “¡Es genial! Me encanta, yo también me meto”. El día que la grabamos se lo pasó bomba. Con esa canción en concreto yo estaba flipando porque hacían los coros Estrella y La Bien Querida y para mí, junto a Lole de Lole y Manuel, ellas son mis dos voces femeninas favoritas.
¿Llegó a sentir vértigo en algún momento por estar metiéndose en estilos que no tenían nada que ver con su bagaje musical?
Sí, claro que he sentido ese vértigo. Pero justo eso es lo que me hace sentirme viva. Me gusta el riesgo y sobrepasar límites. No sé qué será lo próximo, porque después de esto... En cualquier caso yo me he intentado llevar los temas a mi terreno, y después de haber ido con un productor y con otro, lo único que al final me ha funcionado es hacerlo yo. La verdadera libertad es elegir lo que uno necesita para ser feliz y esa ha sido la clave para este disco.
Esto que comentaba de cómo la libertad lleva a la felicidad me sirve para hilarlo con el título del disco: “Tendrá que haber un camino”.
Es un disco de búsqueda personal y artística, he ido buscando el camino que me lleve al lugar donde pueda expresarme y ser yo misma. Incluso el orden de las canciones… arranca con el poema de Machado: “Yo escucho los cantos / de viejas cadencias / que cantan los niños / cuando en corro juegan”; es un homenaje a la infancia, la tradición y la poesía. Continúa Oración, con letra de Manu Ferrón, que es una llamada a la libertad: todo el mundo tiene derecho a equivocarse, celebremos cada mañana… Después llegan una serie de canciones que a través del amor que siempre se escapa se convierten en una búsqueda de lo imposible.
¿Hay que buscar la metáfora de esas canciones o se trata de una referencia explícita al amor como un imposible?
Ambas cosas. Por un lado hace referencia a una búsqueda personal. Y, claro que sí, que estoy hablando del amor, pero también de la situación actual en la que me encuentro yo y muchas otras personas. Pero hay que seguir avanzando con ganas y con ilusión. Después el disco continúa con las versiones de Winter Lady y Hey, That’s No Way to Say Goodbye de Leonard Cohen, que mi padre hizo para Omega pero no llegaron a entrar, de hecho ni siquiera se llegaron a grabar, aunque después las tocaba con Lagartija Nick en los conciertos y yo las he llegado a cantar con él. Él me decía que a ver si las hacíamos para mi disco, o para Estrella o Quique, mi hermano pequeño. Así que se lo propuse a Lagartija Nick y las trinqué (risas).
Y el disco se cierra con Todavía, otro tema que firma Ana Fernández Villaverde, La Bien Querida.Todavía
Sí, es una esperanza, una ilusión. Sigo buscando.
¿Qué ha aprendido de todo el proceso que ha rodeado a Tendrá que haber un camino?Tendrá que haber un camino
Muchas cosas. He aprendido a producir un disco, he conocido a mis compañeros en profundidad, valoro mucho su generosidad conmigo. Y he aprendido muchas cosas en el estudio de grabación, las mezclas, el máster... Recuerdo que mi padre se preocupaba mucho cuando llegaba el momento de mezclar un disco. Yo pensaba, “si tampoco es para tanto…”. Y él me respondía que ese es el momento en el que te la juegas con una canción. Por último, el que todas esas responsabilidades pasaran por mí ha servido para que haya aprendido a tomarme un poco más en serio a mí misma, para a sentirme a gusto con lo que hago.