Seis mentiras sobre la bici
- Le hemos pedido a Pedro Bravo, autor del libro “Biciosos”, que nos desmonte seis argumentos que suelen ir asociados a uso urbano de la bicicleta
Los españoles no estamos preparados para la bici.
Salvo cuando hablamos de comer y beber, los habitantes de este pintoresco país llamado España tendemos a tener la autoestima baja. Con la bici nos pasa. En las ciudades en las que su uso no está muy generalizado, se tiene a pensar que eso es cosa de europeos del norte, altos, rubios, cívicos y disciplinados que son. Se olvida la gente, o quizás desconoce, que hay un porrón de ciudades españolas en las que la bici es un vehículo corriente para todos. Barcelona, que fue posiblemente la primera, pero también Córdoba, Zaragoza, Vitoria, Castellón y, sobre todo, Sevilla, que se ha convertido en los últimos años en un ejemplo de buenas prácticas en cuanto a políticas de movilidad y aceptación de las mismas por parte de los ciudadanos. Un ejemplo a nivel mundial, ojo.
La verdad es que los españoles, cuando queremos, somos mucho más cívicos de lo que pensamos. ¿Recuerda el lector lo arriesgado que era cruzar un paso de cebra allá por los 80? Pues resulta que ahora nuestros pasos de peatones están entre los más seguros de Europa. Seguimos sin ser altos ni rubios, pero no estamos tan mal de lo nuestro.
Cada ciudad debe tener su servicio público de alquiler.
La política entendida como el arte de hacerse la foto cortando la cinta ha llenado España de gimnasios, aeropuertos, estaciones, bibliotecas y museos vacíos. Y de servicios públicos de alquiler de bicis. De los alrededor de 600 servicios de éstos que hay en el mundo, en torno a 130 están por aquí. Los hay que han calado y son muy usados como los de Barcelona, Sevilla, Córdoba o Zaragoza. Pero también son muchos los que han pinchado: Dénia, Cáceres, Guadalajara... Hay quien los critica porque son deficitarios pero yo no creo que eso sea un problema. El transporte público no debe buscar la rentabilidad económica, sino la social.
Lo que tampoco me parece necesario es que tenga que haber bicis públicas de alquiler en toda pedanía y que en localidades como Majadahonda era muy fácil prever el fracaso de la idea. Sin duda, es una buena manera de incentivar el uso de la bici, pero no tiene sentido si no forma parte de un plan serio y coordinado en materia de movilidad. ¿Qué pensarían los provos holandeses que tuvieron por primera vez la idea de hacer algo así en el 67, con su plan de las bicicletas blancas, al conocer el proyecto BiciMad en una ciudad como Madrid, con el asfalto lleno de costurones y la larga tradición de ignorar a la bici por parte de la administración? Quizá les parecería que es empezar la bici por el tejado.
La bici es una moda.
Igual que hay que tener mucho cuidado con no dar el mismo significado a los verbos copulativos, a veces hay que pararse a pensar sobre el significado de las palabras y los topicazos que nos acabamos creyendo de tanto repetirlos. Si la bici es una moda, no ha dejado de serlo desde hace dos siglos que se inventó y popularizó. Otra cosa es que la bici esté de moda, que sí que lo está. No hay suplemento de tendencias que no saque modelos en bici ni anuncio —¡hasta de coches!— que no utilice una como reclamo. Parece que la bici está molando pero no creo que haya nada de malo en eso. El error es pensar que la gente ahora va en bici por ese molar pero que luego se bajará y se dedicará a otra cosa. No.
La gente va en bici porque es una forma de moverse muy lógica, muy satisfactoria, muy barata y muy estupenda en general. Y por eso cada vez irá más gente en bici. ¿Que hay un montón de eso que llaman hipsters pegados a una bicicleta? Sí, ¿y? Es bastante curioso cómo nos gusta señalar y ridiculizar lo diferente. Y como nos confundimos con el significado de las palabras. Si la bici está de moda es porque la gente ha decidido utilizarla como vehículo, el proceso de ponerla de moda ha sido de abajo a arriba. No como los deportivos GTi, por ejemplo, que es una necesidad que llega a través de millonarias campañas de publicidad. Pero, claro, eso no es un moda. No.
Para ir en bici hay que ir disfrazado.
Esta corriendo estos días en círculos biciosos un folleto de la DGT en el que se dan recomendaciones sobre la equipación del ciclista urbano: casco, cubrecasco, gafas, guantes, chaqueta reflectante, brazalete y clip, cubrezapatillas, todo bien fosforescente y llamativo. Cada cual es muy libre de vestir como le dé la gana, en bici o en su casa, pero no es en absoluto necesario llevar todo eso encima para usar a bicicleta como medio de transporte.
Si de lo que se trata es de normalizar la bici, lo suyo es que la usemos vestidos normalmente. Igual que no vamos vestidos de marchadores cuando caminamos ni llevamos el mono de piloto de fórmula uno cuando vamos en coche, en la bici deberíamos ser nosotros mismos. Seguro que el lector ha visto muchos ciclistas circulando con chalecos reflectantes incluso de día, pues que sepa el lector que no son necesarios. Con unas lucecitas delante y detrás para la noche, basta. Lo demás, no solo no ayuda realmente a que a uno le vean más, sino que posiblemente espanta a mucha gente que quiere empezar a moverse en bici pero no le apetece vestirse de luces.
Los ciclistas no respetan las normas de circulación.
Claro que no, ninguno. Y, por el contrario, todos los conductores y los peatones sí que las respetan. Nos gusta tanto el maximalismo que somos capaces de decir esta frase mientras cruzamos andando la calle a doscientos metros del semáforo o paso de cebra más cercano. O aparcados en doble fila mientras esperamos a que el amigo saque dinero del cajero. A ver, es verdad que hay bastante ciclista que se salta semáforos y Stops (aunque no sé si tantos como peatones que van por donde les da la gana) y que los motivos justifican poca cosa (que si voy en movimiento y parar me corta el ritmo, que si hace frío, que si veo mejor el tráfico desde la bici...). Y eso está feo. Lo suyo sería que todos respetásemos las normas, una buena manera de generar una convivencia en condiciones. Y los que vamos en bici debemos acostumbrarnos a parar cuando toca. Pero todos, en general, deberíamos también reconocer nuestras faltas antes de ver la paja ajena solo en el otro.
Los ciclistas no pagan impuestos de circulación.
Es bastante frecuente que en un discusión conductor vs ciclista acabe saliendo el primero con el argumento que encabeza estás líneas. Tan ricamente. Y es cierto que las bicis no están sujetas al impuesto de vehículos de tracción mecánica, básicamente porque no son tales, sino vehículos de tracción humana. Por eso, además, sus costes son escasos: no contaminan, casi no afectan al asfalto, etc. En cualquier caso, lo recaudado por ese impuesto no va necesariamente a las carreteras sino donde la administración considera oportuno, que para eso administra. Por lo demás, los que vamos en bici pagamos los mismos impuestos que todos los demás: IRPF, IVA y lo que surja. El conductor que con semejante argumento quiera denegar el derecho a circular por la calzada de las bicis se equivoca. Hacienda somos todos (bueno, casi).