“Livia era una malvada por envenenar a diez personas pero su marido era un héroe por sus genocidios”
Declara esta historiadora especialista en el mundo antiguo que en Roma encontramos nuestros orígenes porque se trata de una civilización “lejana y cercana a la vez que nos permite reflexionar sobre aquella sociedad y sobre la nuestra”. A Patricia González Gutiérrez, máster en Historia Antigua y en Estudios de Género, siempre le atrajeron aquellas épocas porque, a su juicio, allí hallamos muchas claves de nuestro presente. A partir de esa intención acaba de publicar Soror. Mujeres en Roma (Desperta Ferro), un ensayo con enfoque transversal y no cronológico sobre aquella situación femenina, desde las emperatrices a las esclavas o las prostitutas pasando por las sacerdotisas o las gladiadoras. “Estudiar a las mujeres romanas”, afirma, “nos ayuda a descubrir qué es una mujer o qué se espera de una mujer. Hay que tener en cuenta que, pese a los 2.000 años transcurridos, algunos debates como el aborto, la anticoncepción, el adulterio o la igualdad jurídica han pervivido hasta nuestros días”.
La autora aclara que investigar en la situación de las romanas tropieza siempre con el sesgo de las fuentes históricas, en la inmensa mayoría de los casos opiniones masculinas, y con la invisibilidad de las mujeres. De hecho, los varones ocupaban el espacio público, mientras ellas estaban relegadas al espacio privado y doméstico. No obstante, González Gutiérrez alega que además del estudio de obras de grandes escritores como Suetonio, sus pesquisas se han dirigido también hacia los papiros, la arqueología o la epigrafía. “Mi apuesta ha sido”, comenta, “indagar en los detalles de la vida cotidiana que suelen proporcionar mucha información. Es indudable que hay que bajar al barro para ver cómo vivían las romanas porque ellas tenían que romper muchas normas para acceder al espacio público o para trabajar fuera de casa”.
A lo largo del libro se muestra que a las mujeres les hubiera gustado ejercer el poder igual que a los hombres, aunque la autora denuncia un doble rasero a la hora de enjuiciar el papel de unos y de otras. “Es cierto que el poder tiene sus propias reglas”, explica esta joven historiadora, “al margen del género. Ahora bien, la cuestión principal radica en por qué las mujeres no ocupan posiciones de poder y en la visión histórica tan discriminatoria que ha permanecido. Es decir, Livia pasa por ser una malvada por envenenar a 10 personas, y su marido, el emperador Augusto, es un héroe por sus genocidios de pueblos enteros”. El caso de Livia (58 a.C-29 d.C), utilizado por la escritora de Soror, resulta muy significativo porque fue esposa, madre y abuela de emperadores y ha pasado a la Historia y al cine (Yo, Claudio) como una mujer despiadada capaz de las mayores crueldades con tal de que sus hijos heredaran el Imperio. Augusto y Livia no tuvieron descendencia y reinaron durante medio siglo.
Está convencida González Gutiérrez de que, del mismo modo que los orígenes nacionales de muchos países hay que buscarlos en la Edad Media las bases sociales y las raíces de nuestra civilización occidental debemos rastrearlas en Roma. “Al final”, apostilla, “siempre volvemos a Roma porque aquella sociedad da mucho juego y permite que todo el espectro político pueda reconocerse en algunos episodios, desde los izquierdistas que reivindiquen a Espartaco y su rebelión de esclavos hasta los conservadores que se identifiquen con la mano dura y el despotismo de tantos emperadores”. La historiadora aclara que el título de su libro apela al concepto de soror-hermana y a la sororidad, es decir, a la solidaridad entre mujeres más allá de su clase social o su procedencia geográfica y este enfoque justificaría la visión transversal y no cronológica del ensayo. “Resulta evidente”, manifiesta la escritora, “que la situación de una patricia romana era mucho mejor que la de una campesina británica o una obrera hispana. Pero algunas líneas comunes las unían como los peligros del parto, el sometimiento a las leyes, la visión masculina sobre ellas o las normas morales o sociales que las constreñían”.
En los últimos años la literatura y el cine han reavivado el interés por Roma, una república y un imperio que dominaron casi todo el mundo conocido en la Antigüedad, en especial en las riberas mediterráneas, y que llevó el Derecho romano, el concepto de ciudadanía o los avances técnicos y científicos a regiones muy remotas. Los ensayos de la historiadora británica Mary Beard, una especialista en la época romana; el eco de películas como Gladiator y otras que han recuperado el péplum o cine de romanos; o el éxito en nuestro país de un autor como Santiago Posteguillo que ha convertido en best sellers sus novelas sobre el Imperio, demuestran que en efecto Roma y sus personajes siguen vigentes. En cualquier caso, Patricia González Gutiérrez cree que “el cine ha creado un imaginario colectivo de falsa realidad sobre la historia de Roma”. “En un relato como el de la película Gladiator”, añade, “se han invertido los términos porque el bueno era Cómodo y el malo debía ser el general Máximo si nos atenemos al rigor histórico”.
La autora de Soror ha participado como asesora histórica en la serie de Movistar El corazón del Imperio, que se estrenará en breve y donde el protagonismo lo asumen sobresalientes romanas como Livia, Julia Mesa o Fulvia, pero también mujeres anónimas como las que desfilan por las páginas del libro. “Merece la pena”, sostiene González, “volver a poner por escrito los nombres de esas mujeres que no cambiarían la historia ni desafiarían los roles de género ni fueron grandes reinas o guerreras, pero sí fueron hijas, madres, amigas, hermanas o amantes que alguien recordó con ternura. Ellas son mucha más historia, en realidad, que Cleopatra o César, aunque sobre ellos corran ríos de tinta”.
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