“Para algunos medios la realidad y la verdad son un estorbo”
Imágenes violentas, sangre y muertos invaden cada día las pantallas de televisión y copan las páginas de los periódicos. Consciente de la importancia de los medios de comunicación en la sociedad, que “cada vez ocupan más el ámbito de la vida diaria de los ciudadanos”, y los debates que se generan sobre el uso de la violencia, el periodista y Doctor en Ciencias de la Información José María Calleja da una clase recomendable con la publicación de 'La violencia como noticia' (Catarata), a la venta a partir de la próxima semana. Una autocrítica a la profesión pensada para todo aquel que “esté interesado en la actualidad, el periodismo y su papel en la sociedad”.
Dice que la violencia está cada vez más presente en los medios de comunicación. Si el público la pide, ¿hay que dársela?
¿Cómo sabemos lo que pide el público? Probablemente por las audiencias, pero a veces eso suele ser una coartada de los programadores: Vamos a poner esto porque es lo que quiere la gente. Pero la gente también pide otras cosas que no son violencia y no se dan. Yo creo que, sobre todo en las televisiones, hay una espectacularización de la violencia que puede traducirse también en una banalización. Parece que más que informar hay que conmover, emocionar, provocar, alterar. Es un mecanismo un poco hipnótico para captar la atención. Es muy curioso que cuando se dieron las imágenes de la caída de las Torres Gemelas sobre todo el público joven pensaba que aquello no era real, que era un juego más. Hasta ese punto esta neutralizada esa imagen de la violencia que hubo que explicar que era en serio, que estaba muriendo gente.
Parece que los sucesos se han convertido en espectáculo.
Claro, según que televisiones puede no haber una noticia nueva que añadir para un determinado suceso y sin embargo se da de forma permanente porque supone una especie de material adictivo que se suministra al espectador y que el espectador acaba demandando, porque da audiencia. Es un juego un poco perverso: se da para buscar audiencia y porque da audiencia se da.
¿Ha habido algún punto de inflexión en España?
El asesinato y violación de las niñas de Alcasser marca un poco el rol de la televisión como elemento de espectacularización de un suceso tremendo, convertido casi en monotema durante días, semanas y meses. Y recientemente, el caso Bretón, que en última instancia es un asesinato de género. Sin embargo eso no ha estado en la agenda informativa, donde contaba más la crueldad de Bretón, lo malo que era, que eran niños, que eran sus hijos, que es evidentemente una cosa brutal. Pero se dice menos que ese señor asesina a sus hijos porque piensa que es la forma que tiene de hacerle el mayor daño a su mujer, como luego se explica en el argumentario de la sentencia.
Da mucho espacio a la violencia de género, ¿es el “terror contra la mujer” el que más cerca tiene la sociedad española?
Desde luego es la más grave. Yo creo que el terror que sufren las mujeres hoy es una de las mayores causas de muerte violenta. Imagínate lo que supondría que cada año murieran 60 periodistas, futbolistas o políticos. Habría una repercusión informativa tremenda. Sin embargo, cada año mueren 60 mujeres asesinadas y no hay esa repercusión mediática porque todavía no se considera un problema gravísimo y tremendo.
Además, los medios de comunicación, en términos generales, no estamos contando las cosas como deberíamos. De la misma forma que el relato sobre el terrorismo tardó mucho tiempo en realizarse desde el punto de vista de la víctima, el relato sobre el asesinato de mujeres no se hace desde el punto de vista de la mujer. Es uno de los problemas más graves que tiene la sociedad española actual y los medios de comunicación no estamos a la altura de lo que se espera. Se dan imágenes de mujeres asesinadas, testimonios de gente que está allí y que son irrelevantes, sin un criterio un poco selectivo de qué damos y qué no damos. Y, en algunos casos, aún pesa sobre las víctimas la idea del “algo habrá hecho” que se aplicaba en los años 80 a las víctimas de ETA. Parece que hay un contexto para medio entender por qué se hace.
Habla también del “lector de periódicos de trinchera”, ¿este lector es una muestra de la polarización de la sociedad?
Sí. Normalmente a la gente le gusta que le cuenten las cosas para reforzar lo que previamente piensa. No es muy habitual que la gente quiera tener un periódico profesional, bien hecho, riguroso, serio, que informe y cuente las cosas intentando acercarse a la verdad. Lo normal es que la gente acuda a los medios para reforzar lo que piensa, que le den munición y que calienten su argumentario. Quizá ahora el panorama radiofónico está menos tenso, pero ha habido momentos en que parecía que las cosas se iban a caer para arriba, que ibas a salir a la calle y no iba a haber aceras. Era extremadamente beligerante y, según que radios, suele coincidir cuando el PP está en la oposición y el PSOE en el Gobierno. Pero aún hoy tenemos algún que otro medio de comunicación que sigue en esas posiciones en las que la realidad y la verdad son un estorbo.
En 2008, con el PP en al oposición escribió “Cuatro años de crispación”, ¿ha pasado ahora la derecha de ser la crispada a ser la que crispa?
Es evidente que tenemos un país muy tocado, machacado. Machacado por el paro, los ataques a la sanidad y la educación pública. Machacado porque se están yendo trabajadores y gente cualificada del país. Es normal que la gente esté irritada e incendiada, pero yo creo que lo está más en las redes que en la calle. No sé qué pasará este otoño, pero hay una indignación digital más que callejera. Es verdad que ha habido muchas manifestaciones y protestas pero parece que hay mas beligerancia y efervescencia en las redes que en la calle.
¿También hay periodistas de trincheras?
El lector de trincheras y el periodista de trincheras tienden a retroalimentarse. Hay una especie de oferta y demanda que casa perfectamente.
Guerra civil en Siria, golpe de estado en Egipto, protestas en Turquía... parece que se retransmite todo en directo, ¿la prisa es un lastre para el periodismo?
Yo recuerdo el lema de CNN+, “está pasando lo estás viendo”. Contar las cosas según están pasando no necesariamente tiene que ser periodismo. Es un mecanismo para enganchar a la gente. Para hacer periodismo tiene que haber un espacio temporal entre el hecho y el relato del hecho. En ese espacio el periodista tiene que jerarquizar, organizar, seleccionar y estructurar la información. Puedes dar en directo una sesión del Congreso de los Diputados, pero para eso no hace falta ser periodista. Hay un trabajo periodístico cuando acaba la sesión de 12 horas y un periodista te la resume en dos folios.
¿Cuál es la noticia peor contada que recuerda?
Un asesinato de una mujer en Cuenca. Aparecía con un pantalón de cuadros blancos y negros, tendida en un banco con un charco de sangre, en la máxima indefensión. Este es otro debate. Las imágenes terribles muestran el mal, por lo que hay que darlas para que se vea lo malos que son los que hacen el mal, pero tiene que haber un límite. En los vídeos de terroristas que cortan la cabeza a sus rehenes, ¿dónde te paras? ¿un frame antes de que le corten la cabeza? ¿das como le cortan la cabeza para que se vea lo malos que son? ¿cómo hacemos? Estamos otra vez en el mismo debate sobre si convertirlo en un espectáculo gore en el que la gente se sienta a comer palomitas y dice: “Uy, como me está emocionando”. Es un debate que hay que ver en cada caso, como en el de víctimas de atentados.
Las víctimas del 11-M pidieron que se dejaran de emitir imágenes del atentado.
El debate sobre que imágenes se dan de los atentados surgió a raíz del 11-M. Es muy curioso, porque antes aquí hemos visto muertos de todos los colores, de todas las formas. Pero a raíz de que aparece un tipo de víctima masificada y no seleccionada se plantea el debate y se pide que por favor no se vuelvan a dar las imágenes donde aparece la gente o las de las cámaras del metro en los aniversarios. Es curioso que ese debate se haya abierto un minuto después del 11-M, pero no antes.
Sin embargo, habla del “inmenso poder” de la imagen. ¿Es lo mismo ver una masacre a que te la cuenten?
La imagen tiene un poder imbatible, para bien y para mal. Es complicado encontrar un relato que sea más contundente, más eficaz, que llegue más que la imagen de la masacre en Siria. La imagen tiene un poder universal frente a algo que hay que leer y dedicarle otro tipo de atención. Las imágenes son imbatibles en el panorama informativo, que además tienen consecuencias políticas innegables. Se ha debatido que EEUU interviniese en Siria después de que apareciesen unas imágenes devastadoras de personas que tienen todos los indicios de que han sido asesinadas con armas químicas.
El libro parece una autocrítica a la profesión.
Si, es que si no somos autocríticos… Yo creo que hay un defecto del periodista convertido en noticia, en primera persona del superlativo, en singular y protagonista del relato, un tanto narcisista. Incluso se seleccionan los mejores planos para ofrecerse en un reportaje como si él fuera la noticia. Eso no es nuestra profesión. Tenemos que contar las cosas que pasan e intentar contarlo desde el punto de vista del que peor lo pasa. Oriana Fallaci o Manu Leguineche hacían unos reportajes buenísimos sobre la guerra de Vietnam y sabíamos que eran Oriana Falacci y Manu legineche, pero ellos no aparecían en primera persona. No decían “voy por la jungla”, contaban lo que veían, pero no eran los protagonistas.
¿Y qué se está haciendo bien?
Se está haciendo bien un periodismo con capacidad para contar las cosas, de buenos reportajes, en medios digitales, muy crítico, muy ágil y muy rápido. Yo creo que se sigue haciendo buen periodismo. Hay, evidentemente, amarillismo, sensacionalismo, egocentrismo, pero al lado de todo eso también hay periodistas razonablemente buenos que hacen las cosas bien, pensando en el lector. Uno se equivoca mucho menos si cuando hace su trabajo piensa en los ciudadanos. Esa es la gracia de esta profesión, contarle a los ciudadanos lo que pasa en el mundo y ayudarles a interpretarlo.
Además, aquí hay un fenómeno bien relevante. Hemos pasado un poco de ese papel jerárquico y vertical, en el que el periódico en papel ordenaba la agenda y decía de lo que había que hablar, a un periodismo en el que casi según se emite la noticia en un medio digital hay un aluvión de ciudadanos que leen esa noticia y empiezan a intervenir sobre ella. En segundos ya hay lectores que se convierten en creadores de opinión, que interactúan. Eso ha cambiado radicalmente el papel de la profesión
¿Ayuda a pulsar lo que la gente quiere?
Ayuda a pulsar lo que quiere la gente, a dar voz a la gente. También es verdad que a veces tiene algún elemento perverso. Pero en cualquier caso yo creo que la profesión periodística sigue siendo necesaria, imprescindible. Cuanto más y mejores medios de comunicación haya, mejor será la democracia de un país. Cuanto peores y más restringidos, peor. Procuro no ser pesimista, porque frente a estas cosas que hemos denunciado hay gente que sigue haciendo periodismo bueno, que informa, que denuncia los abusos del poder, comprometido y que mira a los problemas de la gente.