Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El aval del PPE a la ofensiva contra Ribera aboca a la UE a una crisis sin precedentes
Sánchez impone al PSOE evitar el cálculo partidista en la crisis valenciana
OPINIÓN | El extraño caso del doctor Óscar y el señor Puente, por Enric González

'Cara de pan', la turbadora historia de una adolescente y un cincuentón llamada a ser el libro del año

Portada de 'Cara de pan'

Carmen López

Tiene 13 años y va para 14, ya roza la entrada triunfal a la adolescencia, el fin absoluto de la infancia, y su vida no es fácil. De hecho, es fea, incómoda y agotadora: no soporta el ambiente del instituto, ni su cuerpo ni a ella misma por esa incapacidad para encajar en el sitio que le ha tocado vivir. Y es la coprotagonista de Cara de pan, la novela de Sara Mesa (Anagrama, 2018) que tiene todos los puntos para convertirse en el libro del año.

Viejo, un hombre que supera la cincuentena y siempre va con traje aunque no trabaja, le da la réplica. Entra en su vida por casualidad, porque también se cobija en ese parque en el que casi pasa los días en lugar de ir al instituto. Y en ese espacio propio detrás de un seto, en el que no entran más personas, crean su propia realidad. Confortable para ellos, pero cada vez más turbadora para el lector según va pasando las páginas.

Aunque la novela se desarrolla en la actualidad, la autora no hace referencia a elementos básicos en la vida de un adolescente de hoy en día, como las redes sociales. En un personaje casi, inadaptado y vulnerable, serían importantes tanto por lo que le ocurre en ellas tanto por no estar presente, lo que también indicativo de algo. Mesa lo explica a eldiario.es por e-mail: “La novela se desarrolla en una especie de limbo, o como ellos lo llaman, en un refugio, donde los personajes pueden tener una vida paralela. Cara de pan plantea el problema de la privacidad, así como las perversiones del grupo. Las redes sociales aquí no tienen cabida. Si existen, es fuera del parque”.

La escritora escoge a dos personajes muy lastimados para que protagonicen su libro. Ambos generan sentimientos que se mueven en un arco que va de la pena al enfado. “Como a muchos otros escritores, me interesan los antihéroes. No es una premisa que me ponga de partida, pero cuando ves a ciertas personas y atisbas en ellas una herida ¿Acaso no te preguntas cuál es la historia que llevan detrás? Eso para mí es también una forma de escritura”.

No es fácil identificarse con los protagonistas - “Está claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años”, como dice Cecilia Lisbon en Las vírgenes suicidas- aunque el lector o la lectora hayan vivido alguna situación parecida o haya sentido algunas de las emociones que se cuentan ¿No hay nada de la escritora en ellos? “Todos mis personajes tienen algo autobiográfico, incluso aunque yo no sea consciente de ello. Este autobiografismo tiene poco que ver con los hechos narrados. Es algo más relacionado con la forma de mirar, de actuar. No puede racionalizarse”.

Una manera de ver el mundo

Mesa nació en Madrid en 1976, aunque pronto se mudó con su familia a Sevilla, donde sigue viviendo. Empezó escribiendo poesía y ganó el Premio Nacional Fundación Cultural Miguel Hernández con su primer poemario Este jilguero agenda en 2007. Desde entonces ha ido acumulando galardones, entre ellos el de finalista del Premio Herralde de novela por Cuatro por Cuatro en 2013. Cicatriz (Anagrama, 2015) le valió el premio  Premio Ojo Crítico de Narrativa y el beneplácito de la crítica, que ya se ha rendido a los pies de su prosa con su último trabajo.

“No me esperaba esta acogida. Pero no por el tipo de novela que es, sino por el tipo de escritora que soy yo”, dice. Cara de pan no es una novela fácil: una relación íntima entre una adolescente y un hombre adulto lleva casi implícito un problema -aunque no tenga nada que ver, es imposible no pensar en Lolita de Nabokov- pero lo perverso está en la mente de quien la lee, que constantemente está esperando a que pase algo malo, algo sexual.

La escritora no empezó a serlo hasta que llegó a la treintena, una edad tardía en una época en la que la industria está perpetuamente a la busca de nuevos (y jóvenes) autores. “Mi escritura parte de un proceso que tiene mucho de intuición, búsqueda interna, memoria y onirismo. Jamás podría decir que escribo historias que se me ocurren. No confío en la imaginación, como si las historias estuviesen ahí fuera esperando que lleguen a nosotros. Así que antes de los 30 supongo que acumulaba material vivencial, simplemente”.

Sus últimos trabajos han llegado en un momento en el que el movimiento feminista está en plena ebullición y desde el ámbito cultural se está luchando por dar visibilidad a las autoras. Considera que estas acciones son necesarias: “Se están recuperando figuras fundamentales que la historia literaria había dejado fuera. Y se está apoyando a nuevas voces, un apoyo también necesario porque aún no hay igualdad real”. 

De hecho, en un artículo sobre la mujer en las letras publicado en este medio con motivo del Día de las escritoras el 15 de octubre, señaló la diferencia entre la percepción que se tiene del tema y la realidad: “Estamos todavía tan desacostumbrados a ver a mujeres en ciertos ámbitos que, cuando están, saltan mucho a la vista”.

Cuando una ola toma tanta fuerza como la que ha alcanzado el feminismo en los dos últimos años se somete a la mirada exhaustiva de los críticos que buscan el fallo. Por supuesto, el mundo de la literatura no iba a librarse del escrutinio y la pregunta sobre si se está encarando de manera correcta aparece intermitentemente. Sara Mesa responde con seguridad: “¿Se está haciendo bien? En líneas generales, sí. Claro que puede haber errores, nombres que se destaquen y en realidad no sean tan destacables, pero esto ha pasado también con los hombres y no se ha puesto tanto la lupa sobre ello”.

Etiquetas
stats