Albany, la voz 'triste' del trap español que canta al amor y a la salud mental
Trabajar duro, cantar al desamor y darlo todo en cada concierto. Esta suma de factores que definen a Albany están peligrosamente cerca de los tópicos que se repiten sobre artistas de todas las épocas y géneros; y sin embargo, son una singularidad en la escena donde se mueve la voz sad del trap español. Así fue bautizada Albany, uno de los referentes de la música urbana, hace ya cinco años: “sad” por sus canciones tristes y “trap” porque era la palabra fetiche con la que la prensa etiquetaba a cualquier artista que utilizara el autotune en sus composiciones. Y así lo hacía Alba Casas (1997) –nombre detrás de Albany– y lo sigue haciendo, aunque ni entonces ni ahora se siente cómoda encorsetada en un estilo que, más bien, existe solo como estrategia de marketing.
“Creo que lo que funciona para hacer música es no agobiarse, ir con calma, trabajar al ritmo que uno quiera y sobre todo, sentirse libre en esta industria, aunque es difícil, de otra forma no tiene sentido hacer arte”, resume Albany, hablando del que ya es su único oficio y cómo se siente frente a él. “Para mí la música ha pasado de ser un hobby a ser un trabajo y tengo suerte de que mi trabajo me guste”.
Antes de hablar de su nueva mixtape, Se trata de mí, parece obligado preguntar todavía por cómo ha modificado su vida el estado de alarma: “Realmente creo que la pandemia no ha sido buena para nadie, es una situación que desgasta muchísimo”, expone Albany. “A mí me ha afectado a nivel psicológico sobre todo en estos últimos meses, se hace eterno, se me ha olvidado lo que es dar un concierto y también siento que estoy perdiendo mis mejores años en cuanto a vida social”.
Pero si tiene que buscarle el lado positivo, Albany cree que también ha supuesto un “tiempo para pensar y tomar consciencia, para madurar”. Una reflexión que termina en un tono más ácido al aclarar que se refiere, en parte, a que en este tiempo ha tomando conciencia de cómo era la gente que la rodea, especialmente sus compañeros de profesión: “La verdad que siempre pensé que sí que estaba arropada por otros artistas incluso en un nivel más personal, de tener una amistad, pero conforme ha pasado el tiempo me he dado cuenta de que cada uno tiene su vida y mira por su intereses propios, y que quizás ese cariño y lo que me unía con esas personas era totalmente irreal y superficial”.
Porque cuando las ayudas estatales no llegan al sector cultural, quizá lo más obvio hubiera sido esperar solidaridad, al menos, entre los protagonistas de una escena que de cara a la galería parecen mantener buenas relaciones; sin embargo, lo que ha ocurrido, según Alba Casas, es más bien lo contrario y pone de manifiesto una situación de individualismo en la industria que va más allá del periodo pandémico. “Me encantaría ver a nuestra escena unida, es uno de mis mayores deseos, pero creo que falta muchísimo para que eso ocurra. De cara al público siempre se puede hacer ver y parecer lo que uno quiere, pero en la realidad creo que nos falta un buen trecho”, comenta Albany, a la que no se le caen los anillos por hablar con claridad, aunque sin rencor, de la necesidad de unas redes de apoyo mutuo y cuidados que vayan más allá de las colaboraciones puntuales o del apoyo en redes sociales.
Para Alba Casas, la cuarentena supuso además de la pérdida de ingresos por la cancelación de los directos, el retraso en un trabajo que llevaba preparando desde hace casi tres años y en el que ha puesto ilusión y esfuerzo a partes iguales. “Hacer esta mixtape ha sido un proceso muy largo, además casi todo el trabajo me lo he comido yo sola. Elegía los ritmos que tenía en el correo, escribía el tema, pensaba los coros, las melodías y cuando los tuve todos fui a grabarlos al estudio. Fue un trabajo muy intenso conseguir el sonido que quería. La COVID interrumpió el lanzamiento y tardó tanto en publicarse que hasta pensé en no hacerlo”.
Finalmente lo hizo, junto al sello de música Labradora –integrado únicamente por mujeres–: el resultado es la segunda mixtape de su carrera, nueve temas con una gran variedad de sonidos que recuerdan a los comienzos de Albany, a lo que venía haciendo en los últimos años y, también, a algo cualitativamente nuevo, que nunca le habíamos escuchado. Se trata, por supuesto, de un efecto buscado: “El disco ha pasado por varios ingenieros de sonido, con productores de distintos países para cada tema”, comenta al respecto.
También hay dos sorpresas: una colaboración con Yung Beef y otra con C. Tangana, los dos nombres más sonados de esa ya inabarcable escena a la que se refería antes ella misma. En Se trata de mí se hace patente el crecimiento de Albany como artista: con él ha conquistado una identidad musical al margen del nebuloso fenómeno de lo urban. Aunque el primer tema de su carrera, Nadie, fue la banda sonora de la película La hija de un ladrón, premiada en los Goya de 2019, y su colaboración con La Zowi, Sugar Mami, tiene más de seis millones de visitas en YouTube, en este trabajo Albany encuentra la seguridad que buscaba, unidad melódica y un camino por donde seguir avanzando.
“Se trata de mí marca un antes y un después en mi carrera”, afirma con seguridad, “porque aparte de tener esas dos colaboraciones tan importantes, tengo un sonido bastante bueno que es el resultado de miles y miles de horas de trabajo. Y sobre todo tiene un punto muy personal de introspección. Es un paso adelante también en esa madurez que te comentaba antes, aprender a aceptar que los problemas o las cargas que tenemos son nuestras, afrontarlas y dejar de echarle la culpa a todo lo demás. La respuesta a todo este proceso me lleva al título de la mixtape: Se trata de mi. En total, el disco representa una metamorfosis en la que cada canción tiene que ver con varias etapas consecutivas por las que pasan las personas”.
Quizá lo más idiosincrático de Albany, y donde queda patente este proceso de autoconocimiento, está en las canciones sobre amor y salud mental. Que No estoy bien fuera el título del primer adelanto del disco no fue una decisión anecdótica, más bien sirve de recordatorio sobre lo que la artista representa desde sus inicios: cuando Alba Casas trabaja apelando a lo personal, significa que vuelve al modo sad, a una melancolía que es más generacional que invidual, a la precariedad afectiva. “La felicidad no está en el escaparate. A veces fumo porque si no creo que voy a matarme”, canta junto a Yung Beef en el que define como su tema preferido de esta mixtape, Chica fantasma.
También hay mucho de su generación cuando la artista recurre al imaginario de las redes sociales en las letras de sus canciones; sin embargo, estas referencias no son buscadas ni exóticas, sino que deben entenderse, como le ocurre a muchos otros artistas de su edad, como parte de la cotidianidad: es lógico que aparezcan si el objetivo aquí es autodefinirse. “A mí las redes sociales me han aportado más bueno que malo durante toda mi vida. Es verdad que ahora al tener un volumen alto de seguidores me cansan un poco más y hay días que no las quiero ni mirar, porque siento que no tengo privacidad”, confirma. “Ahora mismo lo resumiría en una relación de amor odio, prefiero tomarlas como un medio de trabajo y ya veremos en el futuro”.
Sin embargo, en una estrategia que parece casi buscada, Albany, al mismo tiempo que comienza a problematizar la exposición de su vida personal en redes, saca una mixtape que pone en evidencia lo que ocurre de puertas para adentro, en su casa y en su mente. Pero de manera controlada y con las riendas en sus manos. El último detalle que evidencia este juego de autoexposición consciente es que su hermano ha diseñado todos los visuales de Se trata de mi. “Me gusta mucho su arte y quise que estuvieran en una mixtape que habla sobre mi vida personal. Creo que fue buena idea colaborar con alguien tan conocido como mi propio hermano, me enorgullece muchísimo”, cuenta Albany, para quien su vida familiar es también una referencia constante en sus temas. “Es la única persona que podría haberlo hecho, además también algunos dibujos infantiles los hicieron mis hermanos pequeños con él”.
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