Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La cruzada del juez Peinado: de una denuncia a la citación del presidente
La tarea colosal de reconstruir la naturaleza
OPINIÓN | 'Puigdemont: Todo está en las manos del TSJ de Catalunya', por Pérez Royo

A lomos de una 'Potra salvaje': el fenómeno social de la canción del verano

Isabel Aaiún canta su canción 'Potra salvaje' durante la celebración de la victoria española en la Eurocopa

Susana Monteagudo

1

Ni apostado en un búnker. La canción del verano alcanzará al más cauto en algún momento entre junio y septiembre. Al menos en este hemisferio. Un flashazo, una mínima escucha y se activa su proceso de autoinstalación. Es el Veni, vidi, vici de la industria musical: su melodía está diseñada para conquistar mentes. Con suerte, también corazones. El mismo encantamiento que surtió efecto con Un rayo de sol, La barbacoa, La bomba, Yo quiero bailar o Despacito, cabalga a lomos de una Potra salvaje desde hace semanas. De batir a sus directas rivales (La reina de Lola Índigo, Si antes te hubiera conocido de Karol G y Goteras de Omar Montes), logrará alzarse con el trofeo veraniego e inscribirá su nombre en la memoria colectiva de toda una generación. Pero, ¿de dónde surge este fenómeno tan arraigado socialmente en el estío español? ¿Y cómo ha conseguido cabalgar a ese ritmo la canción de Isabel Aaiún?

Antes de que 'la canción del verano' fuese la institución que hoy conocemos, previo incluso a la popularización del vinilo y a la hegemonía de la radio, ya hubo precedentes documentados. The Coney Island Girl, por ejemplo. Este festivo ragtime que amenizaba los carruseles de finales del siglo XIX se convirtió en una de las partituras más vendidas durante aquellos meses estivales. Eran los años del Tin Pan Alley neoyorquino, germen del actual negocio de la música.

No obstante, fue el establecimiento del periodo vacacional, la llegada de la radio a los hogares, la creación de listas de éxitos tipo Billboard y la implantación de concursos musicales como el italiano Un disco per l’estate, lo que medió en la definitiva popularización del fenómeno. El despegue llegó ya en los 60, también en la España tardofranquista de guateques y chiringuitos. Jóvenes con tiempo y dinero, ávidos de diversión, eran suculento objeto de deseo para la maquinaria discográfica. Apelando al goce por el que todo veraneante suspira les lograron colocar ingentes cantidades de sencillos. Surfin’ U.S.A. de The Beach Boys, María Isabel de Los Payos, Il Mondo de Jimmy Fontana o Aline de Christophe fueron el preludio al torneo mediático que, desde entonces, se reproduce cada verano.

En busca de la receta perfecta

Una melodía sencilla, un buen ritmo y una letra pegadiza que llegue fácilmente” son, según el productor Luis Martínez de Little Canyon Studios, los ingredientes habituales en este tipo de composiciones. Pero no basta con eso. El músico y profesor Paco Tamarit (Cápsula de sueños, La Casa Azul) apunta uno más. Y determinante. “Todas tienen un estribillo algo pegadizo pero el resto creo que es trabajo de difusión externa como, por ejemplo, un evento deportivo que encienda la llama. Estoy totalmente convencido de que, con un poco de buen trabajo promocional, podrían convertirse en hits veraniegos, canciones de Leonard Cohen o Elliot Smith”, asegura.

Similares argumentos refiere el crítico musical Luis Moner, quien también insiste en la necesidad de diferenciar entre ellas. No todas son iguales: “Canciones del verano ha habido de toda índole, desde las muy ramplonas hasta las más elaboradas, por lo tanto, no podemos comparar una canción de King Africa o Rebeca con otra de, por ejemplo, Rosalía o Bad Bunny”. Apreciación no sustentada en términos de calidad, resbaladizo concepto al que se aferran quienes desdeñan estas composiciones. “La calidad es un término muy subjetivo –defiende Moner– pero es que entre la mentalidad rock sigue existiendo el fantasma de la música de ‘calidad’ en detrimento de otras, una alteridad que desconocen y les da miedo hasta tocar con un palo selfi. Y es algo que se sigue asociando a una supuesta ‘alta cultura’ y al ‘buen gusto’. ¿Qué es el buen gusto? ¿Lo que yo escucho? En fin, el sempiterno debate que siempre genera likes o dislikes en las redes sociales”, arguye.

La calidad es un término muy subjetivo pero es que entre la mentalidad rock sigue existiendo el fantasma de la música de ‘calidad’ en detrimento de otras. ¿Qué es el buen gusto? ¿Lo que yo escucho? En fin, el sempiterno debate

Luis Moner Crítico musical

También hay quién cae en el cuñadismo del “todo tiempo pasado fue mejor” como si la música actual fuera poco menos que un horroroso engendro en comparación con las tonadas de hace cuarenta o cincuenta años. “El tiempo añade solera a las canciones y parece que sean más buenas de lo que son –apunta Tamarit– la calidad de la canción del verano depende de las experiencias de cada cual. Para un veinteañero el Despacito de Luis Fonsi puede significar lo mismo que el Me colé en una fiesta de Mecano para un cincuentón como yo”.

La memoria indulgente

Si el roce hace el cariño –habiendo mucho de lo primero en este asunto–, es fácil que algunas de estas melodías acaben indultadas por la memoria. Cosas de la nostalgia, tan engañosa como antojadiza. Entre las favoritas de Tamarit se hayan, por ejemplo, Kumbo de Georgie Dann o Funky Town de Lipps Inc.,“las viví de niño y me siguen encantando”. Añade La bomba, Aserejé y La Macarena y, de las antiguas, las de Fórmula V, Sapore di sale de Gino Paoli o Un rayo de sol de Los Diablos. Coincide con Moner en Aserejé, aunque en el inventario personal del último también aparezcan DESPECHÁ, Que la detengan y el Waka Waka.

¿A quién no le gustaría que le pasara algo así?

Isabel Aaiún Cantante

“Todas ellas posiblemente no sean grandes temas, pero han funcionado a las mil maravillas para hacerme bailar, reírme o simplemente escandalizarme por su éxito y tener charlas de bar con las amigas para tratar el tema. El pop tiene muchas funciones a desempeñar, y todas o casi todas son igual de dignas”, comenta Moner. Hasta Martínez, quien reconoce no identificarse mucho con el fenómeno, se fija en ellas debido a su profesión. “La de Shakira con Bizarrap (Bzrp Music Sessions, Vol 53) me gustó mucho, tal vez la letra sea un poco infantil, pero aún así me parece muy buena canción”, explica.

“¡Anda que no he bailado yo con Merche, con Sonia y Selena, con David Civera, con Raúl y con Lorca!”, apunta Isabel Aaiún, artífice de Potra Salvaje, firme aspirante a convertirse en la canción del (presente) verano. “¿A quién no le gustaría que le pasara algo así?”, exclama entusiasmada al otro lado del teléfono. “Te da mucha exposición y llegas a más gente. Habrá quien esté de paso y se quede solo con Potra salvaje pero habrá quien investigue y descubra mi disco [La potra salvaje, 2024] y sea otra canción la que pase a ser su favorita”, explica.

El verano de 'Potra salvaje'

Aaiún es de Madrid pero se ha criado en Segovia. Antes de todo este revuelo se dedicaba a –oh, sorpresa– la equitación. Nunca ha pisado la ciudad del Sáhara Occidental de la que toma su apellido artístico: “Solo me gusta como suena”. Y no tenía experiencia musical previa hasta que Pablo Mora de El Lagarto Amarillo la animó a participar en uno de sus temas, Mano rota, en 2017. “A la gente le gustó y reclamaban escucharme en solitario. Me alucinó bastante porque no pensaba dedicarme a la música, no era cantante ni nada. Hice la colaboración y no esperaba nada más. Pero viendo esa respuesta pensamos en hacer algo juntos, mano a mano”, dice Aaiún.

Grabó Potra salvaje en 2021. Tenía 34 años. Pero el éxito, caprichoso, se haría esperar. Cristalizó hace unos meses gracias al remix del dj turolense Fernando Moreno, quien la transformó de una power ballad de regusto hispano a una rompepistas hard dance. “La canción original está muy bien construida –opina Martínez– tiene esa armonía musical de raíz española típica de las canciones clásicas de copla, pero con un ritmo más moderno”. Tamarit, por su parte, la califica como “un buen ejemplo de neo-folk castellano con una voz y una producción que podrían ser la banda sonora de la España vaciada”, a lo que añade: “Hay un momento que me gusta mucho que es el acorde de LA 7ª que suena durante la frase ‘No quiero riendas ni herrajes y en los homenajes me pongo un vestido’. Es justo ahí cuando la canción se convierte en una especie de himno épico”.

'Potra salvaje' un buen ejemplo de neo-folk castellano con una voz y una producción que podrían ser la banda sonora de la España vaciada

Paco Tamarit Músico y profesor

Moner, quien la tilda de “pop de radiofórmula resultón sin demasiadas pretensiones”, dice preferir la versión nueva: “Con esas bases makineras me resulta más entretenida, por aquello de que me recuerda a una ‘cantadita’ de la época”, comenta. “El truco –apunta Martínez– es usar la canción original y añadir más ritmo, más pegada y algún momento épico para que el público se anime a bailarla y cantarla. El éxito de la remezcla viene dado por eso y por la estética adoptada de Flying Free de Pont Aeri, la canción electrónica con sabor a mákina de los 90 que es un verdadero hit entre la juventud”.

Así lo confirma Aaiún: “Con el remix se ha conseguido llegar a un público más joven que es el que viraliza las cosas”. Y es que desde que Moreno lo subiera a TikTok en octubre del pasado año, el tema ha ido saltando de móvil en móvil y, de ahí, al mundo del deporte, su principal valedor. Ha sonado en la celebración de la 15ª Champions League del Real Madrid, en algún partido de Carlos Alcaraz, en las fases de ascenso de Córdoba y Espanyol y en el vestuario de la selección española de fútbol durante la Eurocopa, lo que supuso su espaldarazo definitivo (acumula ya 28 millones de reproducciones en Spotify). Para Isabel Aaiún han sido meses de absoluto vértigo. Pasó de apenas haber cantado a hacerlo frente a miles de personas: acompañada por los jugadores de La Roja, interpretó una enardecida Potra salvaje sobre el escenario de la madrileña plaza de Cibeles en que se celebraba el título. Mientras, las masas la coreaban. “Fue muy emocionante la energía de toda esa gente. Hasta que no me vi ahí no fui consciente de todo lo que me estaba pasando”, rememora.

Poderoso mensaje

Dice Aaiún que Potra salvaje es una canción autobiográfica. “Viene de varias experiencias de mi vida y de cómo me he sentido en ocasiones. Tiene un mensaje muy positivo, de empoderamiento, de perdonar, de avanzar, de fuerza. No está hecha para una persona concreta ni para un género concreto. ¿Quién no necesita sentirse alguna vez como un potro salvaje y sacar toda esa fuerza en la vida? Mucha gente se siente identificada”, explica orgullosa la segoviana. En este sentido, su letra ha permeado en distintas esferas de la sociedad –del colectivo LGBT al ámbito deportivo–, y se le atribuyen cualidades propias de un himno feminista aunque de cuestionable capacidad disruptiva.

'Potra salvaje' viene de varias experiencias de mi vida y de cómo me he sentido en ocasiones. Tiene un mensaje muy positivo, de empoderamiento, de perdonar, de avanzar, de fuerza. ¿Quién no necesita sentirse alguna vez como un potro salvaje y sacar toda esa fuerza en la vida?

Isabel Aaiún Cantante

“La canción ha conseguido lanzar un mensaje feminista pero transversal, de la misma manera que en los setenta figuras como María Ostiz, Mocedades o Jarcha conseguían transmitir ideas democráticas sin que el aparato del régimen se viera amenazado. Esa transversalidad cala muy hondo”, explica Tamarit. Y, en la misma línea, se expresa Moner: “Los discursos feministas y, sobre todo, los de superación están funcionando muy bien, y dentro de los márgenes de la música mainstream. Son canciones que no incomodan, que no transmiten mensajes que vayan a desestabilizar el statu quo. Curiosamente, esos jugadores a los que se les hincha el pecho con la canción son los mismos que callaban (y callan) en el caso Jennifer Hermoso”.

Etiquetas
stats