Joan Ollé, un carácter temperamental que renovó el teatro catalán
Ha fallecido, a los 66 años, una de las figuras más relevantes de finales del siglo XX del teatro catalán. Joan Ollé i Freixas (Barcelona, 1955) fue fundamental como director de teatro pero también como personalidad del sector teatral.
Ollé pudo ver cómo el teatro catalán, desde sus inicios en los escenarios universitarios de los años setenta, se profesionalizaba, se democratizaba y se asentaba en el modelo productivo más fuerte de todo el Estado español. Su relación, ética y política, con todos los que fueron sus compañeros de inicio y que fue encontrando en el camino nunca fue fácil ni cómoda. Tenía un carácter temperamental y ácido, compañero de batallas de Pepe Rubianes, fueron un tándem bien temible tanto en las tablas como fuera de ellas.
Fue además Ollé gestor apasionado y también discutido, formador de muchas de las generaciones hoy presentes del teatro catalán y figura querida por la sociedad catalana si bien acabó medio peleado con los agentes tabú de esta misma como el nacionalismo, las instituciones y las grandes productoras. Una vida llena de peleas y luchas, y una visión del teatro apasionada, política y con amplias miras para con otros lenguajes y estéticas.
Y una vida que ha llegado a su fin de manera abrupta, Joan Ollé fallecía por un fulminante e inesperado ataque al corazón a la edad de 66 años, en uno de los momentos más complicados para el director después de ser apartado como profesor del Institut del Teatre debido a las acusaciones de maltrato psicológico y acoso sexual a alumnos de la escuela en 2021. La fiscalia provincial decidió archivar la causa abierta a 12 profesores porque no veía justificada al acción penal. A su vez, la prestigiosa escuela teatral optó por archivar la investigación sobre su caso concreto por falta de pruebas. Aun así, Ollé no volvió nunca a recobrar el status que detentaba profesionalmente, parte de la profesión le dio la espalda y fue apartado de las grandes programaciones.
En los inicios de Dagoll Dagom
Joan Ollé comenzó carrera en el teatro universitario a comienzos de los años setenta en el Nuevo Grupo de Teatro Universitario, colectivo del que surgiría una de las compañías fundamentales del teatro catalán, Dagoll Dagom. Ollé dirigiría la compañía en sus primeros tres montajes: Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1974), Nocturn per a acordió (1975) con texto del poeta Joan Salvat-Papasseit y que fue una de las primeras obras representadas en catalán, y No hablaré en clase (1977) obra donde Ollé trabajaría con Pepe Rubianes. En esos momentos la compañía vira. Se profesionaliza, los actores Joan Lluís Bozzo, Anna Rosa Cisquella y Miquel Periel a la cabeza toman la dirección de la compañía y deciden montar su primer musical, Antaviana (1978), primer éxito del grupo y que marcó un hito. Dagoll Dagom se convertiría en el gran renovador del músical. Ollé quedó fuera de esa jugada, así como del gran montaje de la compañía, Mar i Cel y de la productora que más tarde formaría junto a Tricicle.
En esos mismos años, Ollé, buscando un camino propio, dirigiría a su vez dos éxitos que le dibujarían como uno de los directores con más capacidad de puesta en escena y discurso político del momento. El primero, el mencionado No hablaré en clase (1977), que escribió con Josep Parramón; y el segundo, escrito por Benet i Jornet y Terenci Moix, Cuando la radio hablaba de Franco (1978). Ya en los ochenta comienza a ejercer como formador y va siendo valorado como uno de los grandes directores de repertorio y de autoría contemporánea del momento, su montaje de la obra de Sanchis Sinisterra Crímenes y locuras del traidor Lope de Aguirre (1986), o su montaje del Antigona (1987) de Salvador Espriu en el Festival de Teatro Clásico de Merida fueron dos bueno ejemplos.
En los noventa, Joan Ollé, además de director con buen olfato —introdujo el teatro de Peter Handke en España y descubrió a autores nuevos como Lluisa Cunillé— su labor se centra en la gestión teatral. Durante casi una década dirigiría el Festival Internacional de Teatre de Sitges, del año 1991 al 2003. Ollé supo situar al festival, que era bien alimentado con dineros públicos de la Generalitat, como referente del teatro y la danza en España. Supo acoger la nueva danza catalana y abrir la programación a otras dramaturgias como la francesa, la latinoamericana o la alemana. Además, lidió con las productoras catalanas y sitúo al festival como referencia de la pretemporada barcelonesa. En el festival, que ocurría en verano, se dirimía qué producciones tendrían éxito en la ciudad condal. Como casi siempre en su carrera, el matrimonio no acabó bien y su dimisión acarreó chorros de tinta y un enfrentamiento con el patronato del festival bien sonado. Paradójicamente en 2002 —el festival moriría dos años después—, le sustituyó en la dirección Magda Puyo, directora de escena que hoy es directora del Institut del Teatre y tuvo que lidiar con Ollé el escándalo antes citado de las acusaciones de abusos y malos tratos.
Dirigiendo a Vargas Llosa
Ya en el siglo XXI Ollé continuó dirigiendo, formando gente de teatro y teniendo relevancia en cargos como cuando en 2004 Alex Rigola, por entonces director del Teatre Lliure, lo llamó para formar parte de la directiva del teatro. También se dejó ver como articulista de cabeceras catalanas y realizando el programa de televisión La isla del tesoro junto con su compañero Joan Barril, un espacio de gran éxito del que montaría una versión teatral del mismo nombre en 2006. Ese mismo año dirigió al premio Nobel Mario Vargas Llosa y a la actriz Aitana Sánchez Gijón en una lectura del texto del peruano, La verdad y las mentiras, que tuvo bastante recorrido. También tuvo la habilidad de llevar al teatro en el año 2007 una versión teatral del gran éxito de Javier Cercas, la novela Soldados de Salamina.
Hombre de izquierdas y de clara identidad catalana, llegó a dirigir la puesta en escena de la Diada Nacional de Catalunya en varias ediciones. Pero Ollé, si bien pudiera resultar en el trato cercano vehemente y un tanto prepotente, siempre fue alérgico a los gregarismos. Su historia con el nacionalismo tampoco tuvo un final feliz. Ollé siguió escribiendo con la ironía y la acidez de esa generación de cabaret, política y alcohol a la que perteneció. Sus peticiones irónicas de perdón en sus artículos por no llevar el lazo amarillo, no haber votado el 1 de octubre de 2017 y, en definitiva, por ser un “mal catalán”, le acarrearon una caza de brujas mediática desmedida. Todavía es recordado el tuit de su antiguo compañero de Dagoll Dagom, Juan Lluís Bozzo, que instaba al Teatre Nacional de Catalunya a no darle más trabajo como director: “A una persona como Joan Ollé que, imitando a Boadella, ha dicho tantas barbaridades e insultos contra Cataluña, ¿le dais cada año trabajo en el Teatre Nacional? ¿De qué país es el Teatre Nacional”.
De su última batalla, ante las acusaciones de maltrato y acoso, Ollé tuvo también parabienes y apoyos. El año pasado Joan Ollé inauguraba espacio teatral, Canuda 26. Un acto en el que estuvo arropado por amigos como Joan Manuel Serrat, el actor Pep Munné, los exdirectores del propio Institut del Teatre Jordi Coca y Pau Monteverde, o antiguos alumnos como la joven creadora Juana Dolores.
5