The Clash y Scorsese
El director Martin Scorsese contó con los Clash para su película El rey de la comedia. Aparecen en una escena callejera, durante unos segundos de nada; lo suficiente para que Scorsese viese posibilidades cinematográficas en los miembros del grupo británico y quisiese contar con ellos para una próxima película.
Desde hacía tiempo, la idea rondaba por la cabeza de Scorsese: un proyecto de riesgo inspirado en el libro del periodista Herbert Asbury, titulado Bandas de Nueva York, y donde se trata del origen y nacimiento de las primeras bandas criminales organizadas en la ciudad. El colosal trabajo de Asbury fue editado por primera vez en 1927 y con el tiempo se convirtió en libro de culto. Baste decir que en su día fue elogiado por Jorge Luis Borges.
Pero volvamos a principios de los años 80, cuando los Clash andaban por Nueva York, esperando a convertirse en estrellas alternativas de cine. Ya lo eran como músicos de rock. Su último álbum Sandinista era la cristalización de distintos estilos, desde rockabilly, hasta hip-hop, pasando por ska y todo ello repleto de letras combativas. Si por algo se diferenciaban los Clash de los demás grupos de la escena punk londinenense, ese “algo” era la conciencia de clase.
Sandinista fue un álbum triple de 36 temas, 6 de ellos en cada lado y una ruina en lo que se refiere a derechos de autor. El grupo, a sabiendas de que sus seguidores teníamos que rascarnos el bolsillo, lo decidió sacar a precio de disco sencillo. Tras el éxito de su anterior disco, London Calling, los Clash perdieron la oportunidad de percibir emolumentos en concepto de derechos de autor. Los Clash nunca fueron de limusinas. Eran felices con lo que tenían. Marihuana y birras; con eso se daban por satisfechos. Así lo contaron en su libro coral, escrito a cuatro voces, y titulado The Clash, autobiografía grupal, que acaba de aparecer en España publicado por libros del Kultrum.
Los miembros del grupo van relatando cómo se conocieron en la cola del paro o de dónde salió su legendaria canción Spanish bombs, inspirada en los años de plomo del País Vasco. Por las páginas del libro aparecen Malcolm McLaren y Vivienne Westwood cuando todavía eran tenderos en King's Road. También aparece Chrissie Hynde, de peluquera, y el crítico Lester Bangs, al que el bajista Paul Simonon metió papeles de periódico por las perneras acampanadas de sus pantalones y prendió fuego.
Una metralla de anécdotas no exentas de conciencia de clase, como cuando grabaron London Calling frente a un campo de cemento en el que jugaban al fútbol con los ejecutivos discográficos. No escatimaban en patadas hacia ellos. Así hasta principios de los años 80, cuando viajan a Nueva York para grabar su último disco antes de separarse. Porque Combat rock fue grabado en Londres y regrabado en Nueva York, en los estudios Electric Ladyland. Un disco de despedida donde el poeta Allen Gingsberg pone voz a la canción Ghetto Defendant, que escribió allí mismo.
No era la primera vez que los Clash visitaban Nueva York. Un año antes habían conquistado la ciudad durante quince noches seguidas. The Clash era un fenómeno sociológico. Scorsese aprovechó y llamó al grupo para un cameo, una aparición breve en la película El rey de la comedia, protagonizada por Robert De Niro y Jerry Lewis. Según cuenta el guitarrista Joe Strummer, de haberlo sabido, no hubiese sido tan inocente, se habría abalanzado sobre la espalda de Robert De Niro y hubiese chupado cámara. Aunque al final el nombre de Strummer aparece en los créditos, en la película sólo se le ve la nuca.
Años después, finalizando el siglo, Scorsese rueda la historia de un enfermero titulada Al límite con Nicolas Cage y Patricia Arquette como protagonistas. En la película no olvida a los Clash y saca una canción de su primer disco, la titulada Janie Jones. La canción arranca con una batería a piñón fijo y guitarras tocadas con rabia que van a dar paso a unas voces que entonan como quien escupe al cielo.
Pero, según Scorsese, la canción Janie Jones sigue siendo la mejor canción del rock and roll británico. Eso es fidelidad, o tal vez otra cosa, quién sabe, pues para su siguiente trabajo, que iba a ser Bandas de Nueva York, Scorsese ya no contó con los Clash para que saliesen en su película. Habían pasado algo así como una veintena de años y los Clash ya no existían.
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