2.000 ofertas de trabajo y ninguna llamada: el refugiado sirio que cambió la banca por un bar de hummus en Suecia
Si alguien le hubiera dicho diez años atrás a Ibrahim Idrees que abriría el primer bar de hummus en la ciudad sueca de Malmö, este sirio de 38 años se hubiera reído con incredulidad. Tras 17 años de experiencia en puestos de alta responsabilidad en el sector bancario en Siria y en Qatar, no entraba en sus planes cambiar la corbata y el mundo de las finanzas por el delantal de cocina y los garbanzos.
Tras responder a más de 2.000 ofertas de trabajo en dos años, Ibrahim no consiguió ninguna entrevista laboral en el país nórdico, ni que nadie se interesase por él. Esto le empujó a abrir Hummusson, haciendo un juego de palabras entre el tradicional hummus de su tierra y los apellidos suecos terminados en 'son'.
Su historia es un ejemplo de la voluntad de una persona refugiada para formar parte de la sociedad donde ha decidido empezar una nueva vida. Sin embargo, también revela las enormes dificultades a las que se enfrentó al pasar de ser un trabajador altamente cualificado a un inmigrante en Suecia.
Años de carrera en la banca
Ibrahim (Ibra para sus amigos) nació en la ciudad siria de Latakia, en la costa mediterránea de Siria, un hecho que se refleja en su carácter cálido y extrovertido. Después de estudiar economía y finanzas en la universidad en Damasco, pasó a trabajar en el primer banco privado de Siria. Cuando empezaron las primeras manifestaciones contra el régimen del presidente Bashar Al Assad, en marzo de 2011, y antes de que degeneraran en una guerra civil, Ibrahim decidió marcharse a Doha.
Allí trabajó 12 años en el Banco Nacional de Qatar, gestionando créditos y operaciones multimillonarias relacionadas con la actividad petrolera. Sin embargo, el lujo y un buen puesto de trabajo en Doha no acababan de llenar su vida. Además, tras el estallido del conflicto armado en Siria, volver a su país no era una opción, ya que su familia había sido crítica con Al Assad y él había escapado del servicio militar obligatorio.
Fue entonces cuando empezó a mirar hacia Escandinavia y pensó, según recuerda: “Allí hay muchas empresas internacionales, se habla inglés y son países punteros en los sectores de las finanzas y la tecnología”. Además, debido a la guerra en Siria, también podía solicitar asilo como muchos otros sirios. Desde Doha empezó a buscar empleo y recibió una oferta para trabajar en Suecia, en el mayor banco de los países nórdicos, pero la rechazó “porque aún no era el momento para ir”, dice en una entrevista con elDiario.es.
“Pensé que no me costaría encontrar trabajo una vez me trasladase a vivir allí”, señala. Unos meses más tarde, y antes de decidir donde establecerse, el joven pasó un tiempo en Oslo, pero le pareció “una ciudad vacía y muy cara”, y en Copenhague, “donde la gente fumaba en bares y discotecas llenos de humo”. “Pensé que yo no podría vivir allí”, dice. Finalmente, encontró su lugar en Estocolmo, donde llegó en enero de 2018 y pidió asilo.
Inseguridad y depresión
A partir de ese momento, el entusiasmo y la emoción iniciales por empezar una nueva vida en Suecia dieron paso a la frustración y la ansiedad al ver que no recibía ninguna llamada para una entrevista de trabajo. “Cuando leía las ofertas, pensaba que literalmente estaban describiendo mi experiencia laboral, pero me di cuenta de que eso no era suficiente”, explica. Entonces, decidió hacer un curso en la Stockholm Business School, una de las instituciones más prestigiosas en los países nórdicos, pero esa formación tampoco le abrió las puertas del mercado laboral. “Cuando tenía que hacer las prácticas en una empresa me decían que estaba sobrecualificado para el puesto, cuando yo lo único que quería era una oportunidad”.
Al terminar el curso, Ibra se trasladó a vivir a Malmö, donde tenía unos familiares y sintió que la gente era más sociable que en Estocolmo. Prueba de ello es que, a los dos meses de vivir en la localidad, celebró su fiesta de cumpleaños en su pequeño apartamento, donde se presentaron más de 40 personas. Una de las formas con las que consiguió darse a conocer era dejando una caja de bombones en la sala común de lavandería de su edificio con una nota para presentarse. “Al cabo de una semana vi que el chocolate se había terminado y me puse muy feliz, desde entonces cuando me encontraba a los vecinos en la escalera me decían: tú debes ser el hombre del chocolate”, recuerda.
Los suecos tienen fama de ser personas frías e introvertidas, pero Ibra no coincide con que sea difícil hacer nuevos amigos en el país si sabes cómo dar el primer paso. Sin embargo, a pesar de su éxito creando un nuevo círculo de amistades, su búsqueda de trabajo continuaba sin dar frutos. En este punto, Ibra empezó a responder a todo tipo de ofertas, desde lavaplatos a hacer prácticas gratuitas en empresas, pero el continuo rechazo lo arrastró hacia una depresión: “Empecé a sentirme muy inseguro e inútil, no me podía levantar de la cama”.
Sin trabajo y cada vez con menos dinero, Ibra empezó a plantearse que el verdadero problema había sido su objetivo, que hasta ahora se había centrado en encontrar un empleo. “¿Cuál era la alternativa? ¿Crear mi propio empleo? Hasta ahora solo había trabajado en los bancos y las finanzas, pero abrir una consultoría estaba fuera de mi alcance, solo me quedaba volverme un emprendedor”, dice.
“He dado mucho más de lo que he recibido”
Al principio, Ibra pensó que sería una buena idea abrir un bar, pero conseguir la licencia para vender alcohol era demasiado complicado. “La idea de Hummusson me vino cuando no tenía dinero y tenía que decir a mis amigos: 'Lo siento, no puedo venir a tu fiesta de cumpleaños porque no puedo hacerte un regalo. Me contestaban: 'Qué dices, si tú haces un hummus delicioso, ¿por qué no traes hummus? Entonces, como en la ciudad no había ningún local especializado en hacer hummus, decidí seguir adelante”.
Ibra cree que la principal razón por la que nunca han respondido a su currículum es su nombre extranjero. “Así que quería que mi negocio tuviera un nombre sueco, pero con espíritu mediterráneo. Desde entonces la gente me llama Ibra Hummusson”.
Aprovechando su experiencia trabajando en estudios de viabilidad y préstamos para nuevas empresas, conseguir un microcrédito de 200.000 coronas (alrededor de 17.000 euros) no le fue difícil. Con este dinero, Ibra abrió en 2020 su primer local que sin duda respira su personalidad, situado en una esquina muy céntrica a las puertas del centro comercial Triangeln. Pero, como todos los inicios, el de Hummusson también ha sido complicado, a pesar de que siempre ha recibido el apoyo y la ayuda de sus amigos y de gente desconocida que ha oído su historia.
Tras la barra del local, ahora también trabajan su padre y su madre de 60 años, que consiguieron reunirse con él en Suecia: “Si no hubiera abierto el bar, nunca habría conseguido un permiso de trabajo para mis padres”, dice. Pese a los quebraderos de cabeza debido a la inflación, ahora Ibra ha conseguido expandir el negocio con un pop-up bar dentro del centro comercial que consta de más mesas para los clientes. Sin embargo, sus ganas de conseguir cosas no terminan aquí y ya tiene previsto empezar a comercializar su “hummus para llevar” en tiendas de Malmö, e incluso sueña con también hacerlo en la vecina ciudad de Copenhague.
Mirando hacia atrás en los últimos años, Ibra no tiene dudas del cambio radical que ha ocurrido en su vida. “Ahora mi vida gira en torno a Hummusson, trabajo siete días a la semana y cobro poco, lo he dado todo, pero soy feliz”. Sin embargo, también añade: “Tengo la sensación de que he dado mucho más a mi negocio y a Suecia de lo que he recibido a cambio”.
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