La tripulación del Open Arms tampoco olvida entrenar. Tras estos días sin rescates, los miembros de la ONG necesitan mantenerse en forma y matar los tiempos muertos. A última hora de la tarde se han reunido en la popa del barco para hacer juntos una serie de ejercicios. El espacio es limitado, pero ello no impide el deporte a bordo del buque de rescate.
“En el mar no hay inmigrantes, hay navegantes y náufragos, y nosotros salvamos vidas en peligro”. Pocas horas después de la llegada del Open Arms a Barcelona con 60 rescatados a bordo, el director de la ONG que lo opera, Óscar Camps, ha cargado con dureza contra los gobiernos como el de Italia o Malta, que niegan el puerto a los buques de salvamento en el mar Mediterráneo.
“¿Quién hace cumplir la ley a los países que actúan como porteros de discoteca?”, ha reclamado en una rueda de prensa con autoridades como la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, o el secretario de Inmigración de la Generalitat, Oriol Amorós.
Dos escaladores, activistas de la organización Proactiva Open Arms, han colocado este miércoles un chaleco salvavidas gigante en la estatua de Cristóbal Colón en Barcelona, coincidiendo con la llegada al puerto del barco Open Arms con 60 personas rescatadas a bordo.
Los dos escaladores han colocado el chaleco, de color naranja y con las letras Open Arms escritas en negro, en el brazo extendido del emblemático monumento barcelonés, de 60 metros de altura, ante la expectación de los numerosos turistas que transitan por la zona.
Las 60 personas que el barco Open Arms rescató en el Mediterráneo, y que se encuentran ya en el Puerto de Barcelona, contarán finalmente con 30 días de permiso de estancia legal para tramitar los papeles de Extranjería que quieran, como puede ser la solicitud de asilo, según han explicado fuentes de la Delegación del Gobierno en Barcelona a eldiario.es.
En un principio tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Barcelona informaron que serían 45 los días concedidos, como sucedió con los 630 rescatados por el buque Aquarius. Fue lo que también la tripulación explicó a los migrantes a bordo. Pero la Delegación del Gobierno asegura que con un mes “será suficiente”, dice, para las 60 personas del Open Arms. Estas mismas fuentes añaden que este margen de tiempo será flexible si es necesario, por lo que se podría alargar algunos días más.
Así, los 60 recién llegados tendrán un mes para descansar de la travesía, recuperarse y realizar los trámites de Extranjería o Asilo, en función de sus circunstancias particulares sin el miedo a que se ponga en marcha su expulsión, como sucede con las entradas irregulares a las costas españolas. Serán informados de ello en el operativo que les espera en el puerto. La medida viene contemplada en la ley de Extranjería para “casos excepcionales”.
Tras el reconocimiento médico de los equipos de Sanidad Exterior, los rescatados por el Open Arms han comenzado a descender. Abajo les han esperado los miembros de Cruz Roja, que les están proporcionando una primera asistencia en puerto.
El primero en bajar ha sido el pequeño Khingsley, de nueve años, al que le ha seguido su familia. El menor se ha emocionado al despedirse de la tripulación. A continuación, han salido las mujeres, los menores no acompañados y los hombres solos. Mientras, a bordo, continuaban los abrazos de despedida con el equipo de la ONG.
Los médicos de Sanidad Exterior, dependiente del Ministerio de Sanidad, han ido avisando desde el barco a quienes esperan en el otro lado de la nacionalidad de cada una de las personas que han ido desembarcando y del idioma que hablan. Entre ellas están Elvis, de Burkina Faso, y Hussein, el “abuelo” de todos los rescatados. Sus compañeros que aún permanecían a bordo y la tripulación le han aplaudido al bajar. El hombre solo piensa en volver a ver a sus hijos, que viven en Alemania.
Mustafa, “el traductor” del Open Arms, ha sido otro de los rescatados que ha recibido una ovación a su llegada al puerto de Barcelona. El egipcio se ha ganado a toda la tripulación, que ha roto en aplausos para despedirse de él. A medida que nos aproximábamos a Barcelona, Mustafa confesaba emocionado no creerse aún que todo el sufrimiento de Libia haya terminado.
Sobre las 14:08 horas, bajaba el último de los hombres a bordo del barco. Ya están todos, por fin, en tierra firme después de cuatro días en el mar.
Los recién llegados observan desde el Open Arms el puerto de Barcelona. Ahora, más tranquilos después de la euforia inicial, se encuentran reflexivos esperando el momento de desembarcar. Mustafa, de Egipto, está sentado mirando a un punto indefinido. Sus ojos se empañan. “No puedo describir lo que siento”.
Hussein, el mayor del grupo, pide que se acerque un miembro de la tripulación. “Por favor, llama a mi hijo cuando lleguemos. Dile que su padre ya está en Barcelona”, dice el hombre sirio. Se emociona. Sus compañeros corren a apoyarle y consolarle. Tras siete años atrapado en Libia, está a punto de pisar Barcelona.
La ONG Proactiva Open Arms ha celebrado este martes que España haya autorizado al Puerto de Barcelona el atraco de su barco de salvamento con 60 migrantes, aunque añaden que esta no puede ser la solución. “No tenemos que estar tres días navegando, porque esto implica demasiados días de estas personas a bordo sin garantizar sus necesidades básicas”, ha expresado la jefa de Misión de la entidad, Anabel Montes.
En declaraciones a la prensa, que se ha empezado a concentrar a unos 100 metros de la terminal C a la que llega la embarcación, Montes ha insistido que las ONG que trabajan en los rescates en el Mediterráneo deberían poder dirigirse a los puertos más cercanos, en Malta o Italia. La negativa de estos países les obliga a hacer más días de travesía para llegar a España, en este caso. “Podría pasar que la salud de la gente a bordo empeore de repente”, alerta Montes.
Hoy han amanecido inquietos, nerviosos, pendientes del horizonte más de lo habitual. Queda poco para llegar y se nota.
Las primeras señales de la proximidad de Barcelona, el primer rastro de Europa en el horizonte ha roto de emoción a Khondher, de Bangladesh. El joven de 24 años ha comenzado a llorar cuando ha empezado a creerse que sí, que está a punto de pisar suelo europeo. “El calabozo se acabó, el pasado se queda atrás. Ahora empieza una nueva vida”, ha dicho entre lágrimas.
Elvis acaba de ver a lo lejos la ciudad condal. Está eufórico. “Estoy muy feliz. Me siento libre. Siento muchas cosas diferentes, una gran satisfacción. Pero, sobre todo, siento libertad”, dice Elvis, de Burkina Faso mientras se aproxima a Barcelona.
Ya tienen todo preparado. Lo poco que llevan consigo, lo poco que les ha quedado en su duro periplo migratorio ya está empaquetado y listo para su llegada a España.
La tragedia ha vuelto a golpear, una vez más, las aguas del Mediterráneo. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha informado este martes de que al menos 114 personas murieron el pasado domingo 1 de julio tras el naufragio de su patera frente a las costas de Al Khums, al este de Trípoli, según los supervivientes. Un total de 91 hombres, 20 mujeres y 2 niños desaparecieron tras el hundimiento del bote en el que intentaban llegar a las costas europeas.
El nuevo naufragio se produjo después de que el pasado viernes, según ha detallado el organismo en una nota de prensa, al menos 104 personas, entre ellas tres bebés, perdieran la vida en su intento de cruzar el Mediterráneo central. M ientras, el único barco especializado en la zona, el Open Arms, fue ignorado por las autoridades libias e italianas en las labores de rescate, tal y como contó eldiario.es a bordo de la embarcación.