Cansados de esperar, decidieron cruzar el Río Bravo para llegar a EEUU. La imagen de los cuerpos sin vida de Óscar Alberto Ramírez y su hija Valeria, de 23 meses, se ha convertido en un símbolo más de la tragedia en las fronteras. Sus nombres se suman a la lista formada por los miles de migrantes que han perdido la vida tratando de buscar una vida mejor. Sin embargo, en esta lista, muchas víctimas no cuentan con nombre propio: no se encontraron sus cuerpos, sus restos no fueron identificados o directamente no forman parte de los recuentos de fallecidos.
Desde 2014, más de 32.000 personas han muerto o desaparecido en su intento de migrar en todo el mundo, según un informe publicado este viernes por el centro mundial de análisis de datos de la Migración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Casi 1.600 de ellas, un total de 1.593, eran menores.
El organismo vinculado a la ONU, no obstante, alerta de que “es probable que estas cifras sean mucho más bajas que el número real de muertes”, ya que “hay muchos fallecimientos y desapariciones” de los que nunca se tiene constancia, dado que muchos cuerpos sin vida nunca se encuentran o identifican. “Esto se debe a diversas razones, ya sea porque las muertes ocurren en regiones remotas del mundo, o porque las autoridades locales no confieren la prioridad necesaria a la recopilación de estos datos o carecen de recursos para ello”, señala la OIM.
Así, la organización especializada llama la atención sobre la necesidad mejorar la compilación de los datos sobre las muertes y desapariciones de estas personas, en particular cuando se trata de menores migrantes, sobre los que la OIM hace un énfasis especial. “La desaparición o el fallecimiento de niñas y niños en sus trayectos migratorios debe ser una preocupación para todos”, apunta Ann Singleton, coeditora del informe. “Hay una necesidad urgente de diseñar e implementar políticas y programas con base empírica para prevenir estas muertes y proteger a los niños y niñas migrantes”, sostiene Singleton, investigadora principal de la Universidad de Bristol.
Por regiones, las rutas migratorias a través del Mediterráneo hacia Europa siguen siendo las más mortíferas. Entre 2014 y 2018, más de 17.900 personas fallecieron en su intento de cruzarlas de forma irregular. Según los datos de la OIM, no se han recuperado los restos de casi 12.000 migrantes que han perdido la vida ahogados en él en los últimos cuatro años.
“Hay muchos desafíos en la documentación de las muertes y desapariciones de migrantes que cruzan el Mediterráneo”, señalan los autores del informe. “En las rutas marítimas, a menudo no se encuentran cadáveres. (...) A menudo, la única información disponible proviene de los migrantes supervivientes. Sin embargo, los cálculos de muertes de los supervivientes pueden variar y pueden ser difíciles de verificar”, subraya la organización internacional, que en este sentido indica que las cifras recopiladas por las ONG son una “valiosa fuente de información” cuando las fuentes oficiales son limitadas. Esta semana, el colectivo Caminando Fronteras ha denunciado que solo se han recuperado los cuerpos sin vida del 25% de las 1.020 fallecidas en su intento de llegar a España de forma irregular durante todo el 2018 y el primer cuatrimestre de 2019.
América, por su parte, ha registrado un número creciente de muertes en la frontera México y Estados Unidos desde 2014, con un total de 1.907 fallecimientos o desapariciones en cinco años. Mientras tanto, en Asia, se estima que casi 2.200 personas han muerto en el sudeste del continente, de las cuales al menos 1.723 eran de la etnia musulmana rohingya, perseguida en Myanmar. En Oriente Medio, se contabilizan 421 fallecimientos durante este período, la mayoría en 2018, 145.
El Mediterráneo, más peligroso
La OIM también destaca que, entre 2017 y 2018, el número de muertes y desapariciones documentadas cayó de 6.280 a 4.734 en todo el mundo. La principal razón a la que atribuye este descenso es la disminución del número de migrantes que tratan de llegar a las costas italianas a través de la ruta del Mediterráneo Central: de acuerdo con sus datos, esta cifra pasó de 144.000 en 2017 a menos de 46.000 en 2018.
No obstante, al igual que vienen alertando otras agencias de la ONU como Acnur, el organismo advierte de que el riesgo de muerte -la tasa de mortalidad- a lo largo de esta ruta aumentó en 2018, año en el que Italia cerró sus puertos. “Incluso las estimaciones más conservadoras sugieren que 1 de cada 35 personas que cruzaron el Mediterráneo Central falleció en 2018, en comparación con 1 de cada 50 en 2017”, indican.
Por otro lado, la OIM se fija en especial en el aumento de los fallecimientos documentados a lo largo de la ruta del Mediterráneo Occidental, la que lleva España. Estos se dispararon el año pasado, pasando de 224 en 2017 a 811 en 2018, a medida que se incrementaba también el número de personas que emprendían este camino para llegar a Europa.
En el informe recuerda que “a menudo es difícil encontrar datos sobre migrantes desaparecidos desglosados por edad” y explica que la OIM prevé aumentar sus actividades de recopilación de información a nivel mundial sobre las muertes y desapariciones de migrantes, entre ellos los de los menores, “con el objetivo de obtener datos de una gama más amplia de fuentes y de regiones en las que la información suele ser bastante escasa”.
Asimismo, entre las medidas que proponen para mejorar esta recopilación, piden a las autoridades locales, nacionales y regionales que tomen medidas “para homogeneizar y hacer públicos los datos sobre las víctimas mortales” de las rutas migratorias. “Los gobiernos nacionales pueden hacer más para prevenir muertes y registrar las que ocurren”, sostiene la agencia especializada.
También, recomienda explorar las nuevas tecnologías para mejorar la compilación de estas cifras y hace énfasis en el trabajo con las organizaciones de la sociedad civil, así como con los familiares de los migrantes desaparecidos, ya que “pueden ser una fuente de información y aumentar la probabilidad” de poder verificar la información. En este sentido, recalcan que saber qué ha pasado con sus seres queridos puede ayudarles a enfrentarse al duelo que deja cada tragedia en las fronteras. “La participación de las familias de los desaparecidos en los procesos de recopilación e identificación de datos puede ayudar a abordar la pérdida a la que se enfrentan”, sentencia la OIM.